"Obamagate": la teoría conspirativa que Trump sigue alimentando pero se niega a explicar

Cuando el proceso rumbo a las elecciones de 2020 comienza a acelerarse, el presidente Donald Trump ha dado indicaciones de cuáles podrían ser algunos de los ejes de su discurso para tratar de lograr la reelección, algo que es incierto ante el peso de la crisis por la pandemia de covid-19 y otras falencias.

Ahora, parece que Trump ha optado por lanzar una escalada en contra del expresidente Barack Obama para señalar a su administración de graves lacras y, con ello, mermar al virtual candidato presidencial demócrata, Joe Biden, que fue el vicepresidente de Obama.

El presidente Donald Trump ha promovido la teoría de un 'Obamagate' y dicho que sería un enorme crimen político, pero se ha negado a explicar cuál es ese presunto delito. (AP Photo/Alex Brandon)
El presidente Donald Trump ha promovido la teoría de un 'Obamagate' y dicho que sería un enorme crimen político, pero se ha negado a explicar cuál es ese presunto delito. (AP Photo/Alex Brandon)

Así, se ha comenzado ya a aludir al “Obamagate”, que en el ámbito de las teorías conspirativas sería la noción de que Obama y su administración cometieron “el más grande crimen político en la historia de Estados Unidos”, según señaló Trump en Twitter.

El detalle es que no solo no se han presentado pruebas de ello sino que ni siquiera Trump ha sido capaz de explicar en qué consiste ese supuesto enorme crimen.

Cuando se le preguntó al respecto en una reciente conferencia de prensa dijo que el supuesto crimen es “obvio para todos”. También comentó que “algunas cosas terribles han pasado y no se debe permitir que sucedan de nuevo en nuestro país…, verán lo que está pasando en las próximas semanas, todo lo que tienen que hacer es leer los periódicos”, pero no clarificó en qué consistía el presunto delito político, algo que de ser cierto, es de suponer, ameritaría una amplia explicación a la ciudadanía.

En el entorno de las teorías conspirativas se explica al “Obamagate” como el intento del gobierno de Obama de minar la presidencia de Trump al investigar, a finales de 2018 y principios de 2019, al general Michael Flynn, quien fue el primer asesor de Seguridad Nacional de Trump, según se comenta en Business Insider.

Pero no se ha publicado ninguna evidencia que pruebe que ese “crimen” sucedió y, en cambio, está ampliamente documentado que Flynn le mintió al FBI sobre sus interacciones con el embajador de Rusia, que Trump lo despidió por haber engañado al vicepresidente Mike Pence al respecto y que Flynn se declaró ante una corte culpable de haberle mentido al FBI.

Recientemente, el Departamento de Justicia retiró la acusación en contra de Flynn, una acción sorpresiva y controversial. Tanto que el propio fiscal del caso se apartó de la decisión de retirar los cargos contra Flynn y todo el asunto luce como un intento de Trump y su entorno de comenzar a echar atrás las acusaciones e investigaciones en torno a la injerencia de rusa en su campaña electoral en 2016.

Y, de paso, señalar a Obama como el verdadero villano en el asunto. El propio Obama dijo sobre esa decisión del Departamento de Justicia de retirar los cargos contra Flynn, en declaraciones privadas reveladas por Yahoo! News, que pone “el estado de derecho en riesgo”. También opinó que la respuesta del gobierno de Trump ante el Covid-19 ha sido “un absoluto y caótico desastre”.

En todo caso, las alegaciones de Trump sobre un ‘Obamagate’ tienen resonancia en la derecha radical y los seguidores duros del presidente, pero su falta de evidencia los coloca hasta ahora como una movida político-propagandística. Senadores republicanos han rechazado investigar directamente a Obama por esta razón, como se señala en Politico, y más bien se enfocarán en funcionarios del gobierno anterior que habrían estado vinculados a las investigaciones iniciales que condujeron, ya bajo el gobierno de Trump, al despido y acusación formal de Flynn. El Departamento de Justicia conduce, se afirma, sus propias pesquisas.

Ciertamente, una reunión a principios de enero de 2019 entre Obama, en los últimos días de su gobierno, con Biden y otros altos funcionarios para, al parecer, discutir las conversaciones de Flynn con el embajador ruso ha sido muy señalada por quienes promueven la noción de un ‘Obamagate’.

Todo ello le servirá a Trump para atacar a Obama, y con ello a Biden, haciéndose eco de las teorías conspirativas sobre Flynn y el ‘Obamagate’. Eso, señalan analistas, enardecerá a la derecha radical y sería un fuerte intento de Trump para desmantelar la investigación y el reporte de Robert Mueller sobre la injerencia electoral de Rusia.

Pero no se han revelado pruebas que lo sustenten y todo está ahora en el plano de la propaganda, la teoría conspirativa y la lucha política.

Michael Flynn, quien fue el primer asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump.  (AP Photo/Patrick Semansky)
Michael Flynn, quien fue el primer asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump. (AP Photo/Patrick Semansky)

Y no es la primera vez que intentos similares suceden: Trump ya trató de vincular a Biden con corrupción en Ucrania y buscó que el gobierno de ese país investigara al vicepresidente, actividad impropia que condujo al impeachment de Trump.

Si existen en efecto pruebas de malos manejos de la administración de Obama o de funcionarios de la de Trump en la investigación y el procesamiento de Flynn, se deberán mostrar cabalmente, pero eso no ha sucedido y es incierto que suceda, pues críticos de las acciones del entorno de Trump al respecto señalan que se está tratando de presentar como maquinaciones turbias lo que serían procedimientos válidos para esclarecer o frenar posibles riesgos a la seguridad nacional.

La suerte de Flynn aún está en vilo, a espera que el juez de su caso dicte una sentencia que ha sido ya pospuesta por muchos meses. Para Trump, aludir al ‘Obamagate’ podría servirle además como distractor de la severa crítica que enfrenta por su manejo de la respuesta federal al Covid-19, que ha provocado más de 80,000 fallecimientos en Estados Unidos, y por los severos efectos económicos de la pandemia, que arrojaron al desempleo a millones de estadounidenses.

Y es un indicador de que la campaña presidencial con miras a las elecciones de noviembre, que ha estado opacada por la crisis del coronavirus, se volverá especialmente punzante.