La técnica ancestral que ayudaría a reducir las zonas muertas en el Golfo de México

Una posible solución a un enorme caso contemporáneo de contaminación y deterioro a gran escala de los ecosistemas estaría basado en una técnica ancestral, cuyos fundamentos han sido conocidos por los campesinos desde épocas antiguas y que, ahora, puede ser potenciada con el apoyo de la ciencia moderna.

Una amplia región del Golfo de México, en la desembocadura del Río Mississippi, es una zona muerta, que como lo indicó la radio pública NPR, en 2017 ha alcanzado un tamaño récord, el mayor jamás registrado: 8,776 millas cuadradas, casi 23,000 kilómetros cuadrados de desolación. El agua allí carece del oxígeno necesario para permitir vivir a los peces y otras especies marinas.

Es un área equivalente a todo el estado de New Jersey, en Estados Unidos, o a todo el estado de México, en México.

La falta de oxígeno en amplias zonas del Golfo de México hace imposible allí la vida marina. (Time)
La falta de oxígeno en amplias zonas del Golfo de México hace imposible allí la vida marina. (Time)

La causa es la muy elevada cantidad de contaminantes, en especial nitrógeno y fósforo, que el Río Mississippi vierte en el Golfo de México en su desembocadura en Louisiana. Esas sustancias provienen, en su gran mayoría, de los fertilizantes que los agricultores utilizan en sus campos de cultivo en una vasta zona del Medio Oriente y las Grandes Planicies de Estados Unidos, y que tras servir su función como nutrientes se deslavan y van a dar a los ríos en la inmensa cuenca del Mississippi y sus tributarios (los ríos Missouri, Ohio, Arkansas y Tennessee).

Al final, toneladas de esas sustancias llegan al Golfo de México, donde catalizan la proliferación de algas marinas a un grado tan elevado que, cuando éstas mueren y se descomponen en enormes cantidades, privan al agua del oxígeno necesario para la vida marina.

La actividad agrícola que tiene lugar en esas regiones de Estados Unidos es mayúscula, y de ella proviene mucho de la riqueza de esas regiones y del abasto nacional de alimentos, sobre todo de maíz y otros granos, para consumo humano, animal y para su procesamiento industrial (incluso para la producción de etanol usado como combustible en vehículos).

Por ello, resulta improbable que se reduzca el uso intensivo de los fertilizantes que nutren esos cultivos pero que, al llegar al mar, son detonante de severas alteraciones medioambientales y de la existencia de esas grandes zonas muertas.

La contaminación de esos fertilizantes también afecta las fuentes de agua potable en muchas localidades, lo que expone a la población a sustancias peligrosas ligadas a numerosas enfermedades.

Pero una iniciativa emprendida en Maryland, y que retoma con técnicas modernas una práctica agrícola ancestral, es una alternativa auspiciosa. Como narra Mother Jones, en Maryland existe un programa –financiado con impuestos estatales– que incentiva a los agricultores a sembrar en sus terrenos una variedad de centeno resistente a las bajas temperaturas luego de que sus cultivos principales, sobre todo el maíz, son cosechados en el otoño.

Un área equivalente al tamaño de New Jersey es una zona muerta en el Golfo de México. (Archivo/Yahoo!)
Un área equivalente al tamaño de New Jersey es una zona muerta en el Golfo de México. (Archivo/Yahoo!)

La idea no es necesariamente añadir una cosecha de centeno sino cubrir con esa planta los campos de Maryland para que, durante el otoño y el invierno, el suelo no quede expuesto y los fertilizantes, sobre todo el nitrógeno, no sean lavados y acaben en los ríos y luego en el mar. Así, en una modalidad de la ancestral práctica de la rotación de cultivos, se logra retener hasta el 80% del nitrógeno en el suelo y se mitiga la contaminación por ese elemento, en el caso de Maryland, de la contigua Bahía de Chesapeake.

El gasto en subvenciones estatales a agricultores para que planten centeno en otoño es de unos 24 millones de dólares anuales, monto que cubre el hecho de que esos sembradíos son retirados en primavera antes de que maduren y, por ende, el agricultor no obtiene ingresos de esa siembra. Pero sus efectos en conjunto a los de otros esfuerzos, de acuerdo a la citada revista, son importantes: actualmente unas 3.4 millones de toneladas de esa sustancia ya no llegan al mar, lo que con el paso de los años ha reducido sustancialmente la cantidad de nitrógeno en las aguas y mitigado el desarrollo de alga y la consiguiente generación de zonas muertas.

Para la Bahía de Chesapeake, donde existe una importante actividad pesquera y recreativa, los beneficios de contar con aguas limpias y oxigenadas, libres de proliferación de algas y de zonas muertas, son enormes y compensan con creces el gasto público en ello.

Así, en el caso del Golfo de México y de la amplia cuenca del Mississippi y sus tributarios, si se realizara allí de modo intensivo la siembra de centeno para que los campos de cultivo queden cubiertos en otoño e invierno, la reducción potencial del nitrógeno que acaba en las fuentes de agua potable y en la de los enormes ríos que al final desembocan en el Golfo podría recortarse de modo importante.

Pero aunque ya se realiza en algunos estados, como en Iowa, uno de los estados de mayor producción de maíz en Estados Unidos, la cantidad de hectáreas dedicadas a ese cultivo que son cubiertas en otoño e invierno con centeno es aún reducida y no existe, como en el caso de Maryland y la costa este colindante, un programa que canalice recursos fiscales a esa función.

Pero, como se comenta en Mother Jones, la solución no necesariamente requeriría mayor gasto público: si se reasignaran al centeno de otoño-invierno unos 100 millones de dólares de los mil millones que cada año el gobierno federal canaliza para apoyar el cultivo de maíz y soya entre los agricultores de Iowa, se lograría dentro de una década reducir sustantivamente la contaminación por nitrógeno.

Si eso se hiciera en muchos otros estados de la amplia región del Medio Oeste y las Grandes Planicies en algunos años se crearía la posibilidad de nueva vida en las áreas muertas del Golfo de México, se reduciría la contaminación del agua potable en la zona y se mantendría el ingreso de los agricultores.

Sustancias contaminantes provenientes de fertilizantes fluyen por una inmensa cuenca hasta el Golfo de México, donde producen allí una zona muerta. (Archivo Yahoo!)
Sustancias contaminantes provenientes de fertilizantes fluyen por una inmensa cuenca hasta el Golfo de México, donde producen allí una zona muerta. (Archivo Yahoo!)

El ejemplo de la Bahía de Chesapeake, como comenta NPR, es una muestra de que puede recuperarse un ecosistema gravemente afectado sin lesionar la economía de los agricultores. Y en el rescate de esa zona no solo participó el estado de Maryland sino también otros estados del este cuyos ríos acaban vertiendo sus aguas en la Bahía. Así, la mitigación de las zonas muertas ha sido posible en esa zona gracias a una colaboración interestatal y a importante gasto (mayor que, ciertamente, el que Maryland destina por sí mismo), pero los resultados han sido significativos.

De acuerdo a especialistas, el rescate de las costas del Golfo de México frente a Louisiana requiere un esfuerzo a mayor escala y, sobre todo, ser considerado una prioridad de acción gubernamental y del sector agrícola, dos asuntos que aún no han sucedido a la escala necesaria.

Pero, como se señala el periódico The Times-Picayune presumiblemente solo si el gobierno establece la obligación legal de reducir los niveles de nitrógeno (posiblemente con un subsidio compensatorio para cultivos como el centeno y otras medidas) y si se añade a ello otras acciones adicionales (como crear pantanos que filtren el nitrógeno antes de que este fluya más allá) podrá lograrse el objetivo de reducir drásticamente el tamaño de la zona muerta en el Golfo de México en las próximas décadas.

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