La respuesta de un veterano Navy SEAL a la decisión de Trump de prohibir que las personas transgénero sirvan en las Fuerzas Armadas de EEUU
El presidente Donald Trump anunció en Twitter que Estados Unidos no permitirá más que personas transgénero sirvan en sus fuerzas armadas. El presidente da como explicación que los militares transgénero son una carga económica para el Pentágono por los altos costos de su cuidado médico y porque causan disrupción en las fuerzas armadas estadounidenses, las que según Trump deben enfocarse en lograr la “victoria decisiva y abrumadora”.
Al parecer, el presidente considera que los militares transgénero son un impedimento para lograr esos objetivos, algo que el destacado servicio de muchos de ellos pone en entredicho.
Las reacciones a ese anuncio han sido diversas, algunas de ellas muy punzantes. Por ejemplo, Kristin Beck, que fue integrante del grupo de élite de la Marina conocido como SEAL Team 6, le respondió al presidente que le permitiera “encontrase con él cara a cara” para que entonces Trump le diga “que no es digna” de servir en las fuerzas armadas, como se reportó en Business Insider.
Beck, que sirvió durante 20 años y hoy está en retiro, dijo enfáticamente que ser transgénero no afecta a nadie y señaló que en sus años de servicio –con misiones en Bosnia, Irak y Afganistán– defendió la “libertad individual”. Y en sus palabras dejó traslucir que ser transgénero (ella transitó de ser varón a mujer) en nada mermó o afectó su capacidad como militar ni el papel que hizo en su unidad.
Beck, por ejemplo, también rechazó la noción de que los transgénero sean una carga económica para el Pentágono, pues indicó que la suma de los costos médicos vinculados a su condición es “insignificante… un .000001% del presupuesto militar”.
En contraste, como se indicó en The Washington Post, un estudio de Rand Corp. estimó que el gasto en tratamientos para la transición de género de militares le costaría al gobierno entre 2.4 millones y 8.4 millones de dólares anuales, mientras que el Pentágono se gasta en Viagra y otros medicamentos para tratar la disfunción eréctil unos 84 millones de dólares al año.
La reacción de algunas otras personas transgénero al anuncio de Trump ha sido aún más retadora. Por ejemplo, Shane Ortega, quien fue el primer militar transgénero declarado en servir en el ejército, donde llegó al grado de sargento antes de retirarse, ha calificado al presidente de ser un “evasor” (en alusión a que eludió el reclutamiento militar durante la Guerra de Vietnam) y dijo que “no tiene conexión con la realidad”.
Al respecto, un documento que, se alega, muestran el registro de las determinaciones oficiales que le permitieron a Trump evitar el servicio militar entre 1964 y 1972 ha circulado en redes sociales.
Donald Trump Vietnam Draft Doc: Trump deferred from the draft 5 times—4 times using his College, 1 time for bad feet.
Coward, bigly. pic.twitter.com/2AFmNrTRPr
— Scott Dworkin (@funder) July 26, 2017
Así, como se indicó en el portal Mic, Ortega deploró el anunció de Trump, que revierte la apertura a las personas transgénero en las Fuerzas Armadas iniciada por la administración de Barack Obama y que golpea la labor que el propio militar realizó durante ocho años para luchar por los derechos del personal transgénero del ejército.
El citado estudio de Rand Corp. estima que habría entre 1.320 y 6.630 personas transgénero activas en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, pero no todos ellos optan por someterse a tratamiento para transitar de su sexo biológico al de su identidad sexual. Solo entre 29 y 139 militares en activo al año optarían por someterse a tratamientos que podrían llegar a afectar su capacidad de servicio.
Números que difícilmente coinciden con la “carga” de gasto aludida por Trump y con la supuesta incompatibilidad entre la “victoria decisiva y abrumadora” y los militares transgénero.
Y el propio análisis del Departamento de Defensa en la administración anterior habría determinado que ser transgénero era plenamente compatible con el servicio militar activo, y por ello la apertura que Trump ha determinado revertir. Una decisión que, cabe indicar, estaba sujeta a un proceso de revisión de un año para que se analizara la entrada de nuevos reclutas transgénero, plazo que justamente estaba por expirar. Poco antes de ello, el secretario de Defensa pospuso la entrada en vigor de la nueva política, y Trump al final la sepultó con su anuncio en Twitter.
Trump no aportó cifras o diagnósticos que avalen su decisión y sólo dijo que la tomó tras consultas “con sus generales y expertos militares”, pero en The New Yorker se comenta que en el pasado el actual secretario de Defensa, James Mattis, apoyó la incorporación a las fuerzas armadas de personas transgénero y critica que la decisión de Trump es más bien política “barata y cruel, un intento desnudo de desviar la atención de sus problemas”.
Sería también una forma de apelar a su base conservadora radical, que se opone sistemáticamente a conceder prerrogativas a las personas transgénero, como se ha visto por la reversión de políticas previas que propiciaban en escuelas el uso de baños según su identidad sexual y su servicio en el ejército.
En ese contexto, de acuerdo a Politico la decisión de Trump se habría dado en el contexto de una pugna dentro de la bancada republicana en la Cámara de Representantes, pues legisladores conservadores al parecer iban a bloquear un proyecto de presupuesto que incluía recursos para el muro fronterizo porque también incluía recursos para cubrir el costo de operaciones de cambio de sexo de militares.
Y aunque esa cantidad sería comparativamente mínima, la oposición de esos congresistas a todo el paquete de gasto habría motivado a Trump a restaurar la prohibición contra los militares transgénero.
Esa razón política del presidente habría, se afirma, sentado mal incluso al propio general Mattis, aunque otros dirían que desde la perspectiva de Trump y de sus objetivos todo fue simplemente realpolitik. Para los militares transgénero y quienes los apoyan, fue en cambio una sacudida y una suerte de desprecio.
En contraste, la que sería probablemente la militar transgénero más notoria, Chelsea Manning (quien filtró documentos confidenciales a WikiLeaks y fue condenada a prisión por ello), tuvo una perspectiva diferente. Como se comenta en The Huffington Post, Manning deploró la decisión de Trump pero, en paralelo, dijo que lo que en realidad debe hacerse es desmantelar el aparato militar, policiaco y de inteligencia y destinar los recursos dedicados a ello a cubrir un seguro médico para todos.
Y hasta Caitlyn Jenner, ex atleta de Juegos Olímpicos y quien protagonizó uno de las más mediáticas transiciones de género, criticó la decisión de Trump, a quien ha apoyado, y le pregunta qué pasa con su promesa de luchar por todos los militares.
There are 15,000 patriotic transgender Americans in the US military fighting for all of us. What happened to your promise to fight for them? https://t.co/WzjypVC8Sr
— Caitlyn Jenner (@Caitlyn_Jenner) July 26, 2017
Sea como sea, el presidente es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses y aunque lo ideal es que su accionar sea objetivo y esté plenamente fundamentado, Trump tiene la facultad de decidir.
Eso no significa que sea la vía más juiciosa o justa. Y, en realidad, tiene una severa carga discriminatoria.