La noche termina con prostitutas, para los jóvenes españoles.
Tiene 20 años y es viernes por la noche, así que sale de fiesta a comerse el mundo. ¿Se acuerdan de cómo era eso? Queda con sus amigos. Como hizo su padre. Como hizo su abuelo. Como harán sus hijos. Queda con amigos, casi siempre en el mismo bar, para la primera copa. Suele ser una cerveza, no es cuestión de empezar la noche fuerte y que a la segunda andemos ya de perfil. Poco a poco van llegando los colegas. En España tenemos una inquietante tendencia a la impuntualidad, o quizá es que no nos gusta quedar a una hora concreta, sino más bien en el interior difuso de una laxa horquilla temporal. Ya iremos apareciendo.
Para esta generación de hombres, como de las anteriores, la noche tiene un objetivo. Una guerra que ganar, si quieren llamarlo así. El sexo. Tener sexo. Sí, claro, también divertirse con los colegas, pero eso ya se da por supuesto, con los colegas siempre se divierte. Pero al fin y al cabo uno se maquea y se pone calzoncillos limpios por si acaso. Para el castillo de fuegos artificiales.Si hay suerte.
Durante las próximas horas los grupos de machos llevarán a cabo un –a veces torpe, a veces descarado, a veces cansino- ritual de intento de apareamiento. Pero lo que distingue a esta generación de las demás es que ahora muchos de ellos se han acostumbrado a pagar por no terminar la noche sexualmente frustrados. Porque, claro, la mayoría de las madrugadas ninguna mujer cae rendida a sus encantos. Esas son las más. Pero ya no se van a casa con un calentón. Se van de putas.Y si no llega la pasta, hacen un bote entre todos y sortean quién disfruta esa noche.
Si no pueden conseguirlo gratis, pagan. ¿Por qué no?
Los jóvenes españoles han incluído los puticlubs en sus rutas nocturnas de fiesta. Se han¡n aficionado a terminar las noches de los fines de semana –las que no triunfan, claro- comprando servicios sexuales. Total, un polvo cuesta lo mismo que un par de cubatas –“Depende de la chica, claro, pero hemos echado polvos de película por sólo 15 euros”, contaba un tal Javier el otro día a El Mundo- y menos que una raya de cocaína. Dinero bien invertido, pues. De hecho, la edad de consumidores de prostitución ha descendido en España de forma escandalosa, según varios informes policiales y sociológicos. La culpa la tienen esos jóvenes, casi adolescentes, que no quieren terminar una noche de fiesta sin una relación sexual. Así que, cuando no la consiguen gratis –con ligues de una noche- la compran.
Mira tú qué problema.
Muchos incluso están convencidos de que ellas disfrutan y gimen de puro placer entre sus piernas. Que les están haciendo un doble favor: no sólo les pagan sino que también las hacen disfrutar. Son chicos que están creciendo con el convencimiento de que el cuerpo de las mujeres se puede pagar con dinero. ¿Qué pensarán estos jóvenes de las mujeres?