La muralla que revela la ignorancia de Donald Trump

“Entonces construyeron un muro formidable para cerrar el paso a los invasores y tan alto era que su silueta podía observarse desde Marte. La llamaron la Gran Muralla de Trump.”

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La Gran Muralla China no evitó las invasiones ni la migración, como Trump tal vez crea. Hoy recibe a millones de turistas cada año (Flickr)

Este párrafo podría aparecer en un futuro libro de historia estadounidense si Donald Trump ganase las elecciones de noviembre próximo y cumpliera su promesa de tapiar la frontera entre Estados Unidos y México. Quizás el estilo no sea tan pomposo, ni se califique a los inmigrantes de “invasores”, ni se repita la leyenda urbana de una “gran muralla” visible desde el espacio. Tal vez solo diga:

“El 45º presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso construir un muro, al que comparó con la Gran Muralla China. El proyecto jamás se concretó.”

El candidato republicano ha presentado su idea como una empresa sencilla. A fin de cuentas los chinos construyeron su muralla sin grúas, ni tractores, ni equipos de excavación, señaló días atrás. Y si algo conoce Trump es el sector de la construcción.

Pero su símil deja al desnudo, por una parte, la ignorancia de un político que aspira al puesto de mayor responsabilidad en el planeta, y por otra confirma que las viejas doctrinas aislacionistas no han muerto en Estados Unidos.

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Donald Trump ofrece una solución demasiado simple (el muro) a problemas muy complejos (la inmigración, el tráfico de drogas). (AP)

La (no tan) Gran Muralla China

Trump no se equivoca en un dato: la Gran Muralla se extiende por alrededor de 13.000 millas (más de 21.000 kilómetros), o sea, seis veces la longitud de la frontera sur donde el magnate quiere levantar su muro. Tampoco miente cuando destaca las ventajas tecnológicas de hoy con respecto a los métodos rudimentarios de la China antigua y medieval.

Sin embargo, el republicano olvida (o ignora) otros hechos que dinamitan la comparación con la célebre fortificación.

Aunque se habla de una “muralla”, en realidad se trata de un conjunto de obras defensivas construidas entre el siglo III antes de Cristo y el XVII de nuestra era. Durante ese período de unos 1.800 años, varias dinastías chinas contribuyeron a levantar ese prodigio arquitectónico.

Los fragmentos se cruzan en algunos puntos, corren paralelos en otros… La “inexpugnable” fortaleza, que debía defender al imperio de las tribus bárbaras del norte –mongoles, xiognu y manchúes—, nunca cumplió el objetivo militar que le atribuyen quienes desconocen la historia de China. La muralla no pudo impedir, por ejemplo, el saqueo de Beijing en 1644 y la caída de la dinastía Ming.

Porque la Muralla China, más que un dique contra las invasiones externas, se erigió para controlar el comercio y el flujo de personas en los confines septentrionales. En la práctica los pueblos fronterizos terminaron por unirse mediante lazos económicos y de sangre. Los guardianes, pobres campesinos chinos reclutados a la fuerza, solían casarse con mujeres mongolas.

La exaltación de la muralla como símbolo data apenas del siglo XX, como consecuencia del resurgir del nacionalismo chino. Antes se consideraba por la mayoría como un ejemplo de la crueldad y el despilfarro que caracterizó a las dinastías. En los cimientos y a la sombra de los baluartes reposan medio millón de personas, muertas durante la construcción. Más que una proeza de la arquitectura, la Gran Muralla es un gigantesco cementerio.

Finalmente, Trump elude mencionar que su admirada fortaleza requirió una inversión descomunal. Según expertos en temas migratorios, la versión norteamericana costaría decenas de miles de millones de dólares, no solo por la obra civil, sino también por su mantenimiento y vigilancia. El candidato republicano afirma que la obra rondará los 8.000 millones de dólares y será pagada por México.

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En la actualidad 652 millas de la frontera entre EEUU y México están protegidas por diferentes sistemas de vallas (Wikimedia Commons)

Muros para la mente

A lo largo de la historia ninguna muralla ha podido contener el movimiento de personas o ejércitos a través de las fronteras. El verdadero valor de construcciones como el Muro de Adriano y la Muralla China fue, además de administrativo, propagandístico. El mito de esas monumentales fortificaciones ejercía más influencia sobre los enemigos que la resistencia de sus piedras.

Beijing elevó la Muralla a la categoría de símbolo de la fortaleza de la nación y de su hermetismo frente a los poderes foráneos. Ese mensaje ha trascendido las fronteras y se ha instalado en el imaginario de las clases políticas y los ciudadanos de a pie allende los mares.

Para levantar su muro, Trump deberá superar obstáculos políticos –una costosa enemistad con México, por ejemplo—, económicos –el financiamiento de la construcción y su mantenimiento—y naturales –en ciertas regiones el terreno hace imposible erigir una muralla. Además, esa barrera no detendrá el arribo de inmigrantes provenientes de México, Centroamérica y otros países latinoamericanos.

La Gran Muralla de Trump podría grabarse en la historia como hito de una época, un monumento a la estupidez del Partido Republicano y la derecha estadounidense. Y un triunfo aparente para quienes han creído, desde la Revolución americana, que Estados Unidos debe aspirar a la autosuficiencia y cortar sus vínculos con el mundo exterior.