La lógica empresarial y política de construir un muro con México y abrir los brazos a Venezuela

El presidente de EEUU, Donald Trump, ha disparado su artillería de desagravios contra los migrantes desde que inició su carrera política. Y para nadie es un secreto que tiene una actitud poco amigable hacia los hispanos.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, instó a los militares venezolanos a permitir el ingreso de ayuda humanitaria y a respaldar a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela durante un discurso en la Universidad Internacional de Florida. (REUTERS/Kevin Lamarque)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, instó a los militares venezolanos a permitir el ingreso de ayuda humanitaria y a respaldar a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela durante un discurso en la Universidad Internacional de Florida. (REUTERS/Kevin Lamarque)

Su determinación por frenar el flujo de migrantes es tan firme que ha declarado un estado de emergencia nacional para construir un muro a lo largo de la frontera con México para “salvar al pueblo estadounidense de los violadores, los criminales y las drogas” que, a su juicio, fluyen de manera unilateral desde el sur.

Trump alega que se trata de un problema de seguridad nacional y está dispuesto a arañar importantes presupuestos federales para reunir la mitad de los recursos que le faltan para erigir el muro que costará a los estadounidenses al menos 8,000 millones de dólares.

Su fuerte retórica contrasta con las cifras del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que muestran un continuo retroceso del flujo migratorio en las últimas dos décadas. El muro tampoco frenará al narcotráfico porque según la Administración para el Control de Drogas​ (DEA), las mafias introducen gran parte de las drogas a través de puertos y aeropuertos legales.

La semana pasada, la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, insistió en criminalizar a los migrantes que se dirigen al norte y solicitó a Guatemala, El Salvador y Honduras, que detengan las nuevas caravanas que “han traído crimen, violencia e inestabilidad a la región”.

La alergia de Trump hacia lo latino también se ha manifestado en su rechazo hacia el español, lo que ha inducido un sentimiento xenófobo que afecta a los 38 millones de hispanoparlantes que viven en EEUU. Una de las primeras decisiones de su gobierno fue eliminar el sitio web de la Casa Blanca en español.

Pese a los obstáculos, EEUU es el principal socio comercial de México, mientras que los mexicanos son el tercer aliado comercial de Washington después de Canadá y China. Su intercambio comercial alcanza los 1,700 millones de dólares diarios.

Para tener una idea de la magnitud de esa cifra, lo recaudado en un día de transacciones comerciales entre EEUU y México hubiera sido suficiente para financiar la totalidad de los recursos prometidos por el expresidente Enrique Peña Nieto para la reconstrucción de viviendas, escuelas e inmuebles históricos tras los terremotos de 2017.

Gracias a los tratados de libre comercio, las compañías mexicanas y estadounidenses producen de manera conjunta los bienes manufacturados a ambos lados de la frontera y se calcula que unos cinco millones de empleos estadounidenses dependen de manera directa del comercio con México.

La influencia de los mexicanos en EEUU ha llegado hasta Hollywood, aunque Trump parece no darse por enterado.

¿Amor por Venezuela?

La antipatía confesa de Trump por México contrasta de manera radical con las expresiones de apoyo hacia Venezuela y despierta sospechas sobre los motivos del líder estadounidense para apoyar los esfuerzos de sacar al mandatario de facto Nicolás Maduro del poder.

Cuando Estados Unidos forcejaba con México por el dominio territorial en el siglo XIX, Venezuela era un país un agrícola sin mayor importancia estratégica. Pero el hallazgo del petróleo a principios del siglo XX colocó al país sudamericano en un lugar preferencial en las relaciones continentales con Washington.

Venezuela tuvo un papel estelar en el suministro de combustible para movilizar los barcos y aviones aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

Al inicio de la guerra en 1939, Venezuela era el principal exportador de petróleo del mundo y el tercer productor de crudo (563,000 barriles diarios) después de Estados Unidos y la Unión Soviética. Para el final de la guerra en 1945, la producción petrolera venezolana alcanzaba el millón de barriles diarios.

“El notable papel que Venezuela jugó en la derrota del nazismo y el fascismo no se limitó al incremento de la producción de petróleo durante la guerra. Venezuela continuó aumentando su producción de crudo durante el período de la postguerra para apoyar el Plan Marshall, ayudando a Europa a recuperarse de la devastación de la guerra”, dijo el economista Luis Xavier Grisanti a la revista de la Asociación Americana de Geólogos Petroleros.

Las grandes firmas petroleras como Mobil Petroleum, Creole y Shell explotaron los recursos petroleros de Venezuela por más de 50 años. Pero las transnacionales fueron cediendo sus activos y concesiones al estado venezolano en un proceso de negociaciones que comenzó en 1971 y culminó con la nacionalización de los hidrocarburos y la creación de la empresa estatal Petróleos de Venezuela en 1975.

Venezuela siguió vendiendo casi la totalidad de su petróleo a Estados Unidos y garantizó la colocación de crudo pesado con la creación de Citgo, una filial de PDVSA en suelo estadounidense que se encargaba de refinar el pesado crudo venezolano y distribuir los productos refinados en Chevron, las cadena más grande de estaciones de servicio que existía en la Costa Este en la década de 1990.

La tétrada Caracas-Beijing-Moscú-La Habana

El retrato de Hugo Chávez destaca al fondo de un grupo de militares que acompañan al ministro de la Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, a un rueda de prensa en Caracas el 19 de febrero de 2019, en la que dijo advirtió a Trump que para sacar a Nivolás Maduro del poder tendrán que pasar sobre su cadáver (REUTERS/Manaure Quintero)
El retrato de Hugo Chávez destaca al fondo de un grupo de militares que acompañan al ministro de la Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, a un rueda de prensa en Caracas el 19 de febrero de 2019, en la que dijo advirtió a Trump que para sacar a Nivolás Maduro del poder tendrán que pasar sobre su cadáver (REUTERS/Manaure Quintero)

Con la llegada al poder del presidente Hugo Chávez en 1999, Estados Unidos y Venezuela comenzaron a distanciarse. Caracas se acercó a Asia como aliado comercial y desde 2007 ha recibido de China préstamos por unos 50,000 millones de dólares. En la actualidad, el 10 por ciento de la mermada producción venezolana está destinado al pago de la deuda con China.

Rusia también aprovechó la incompatibilidad ideológica de la Revolución Bolivariana con Washington para estrechar nuevas alianzas y firmar acuerdos energéticos y militares, debilitando aún más la posición estadounidense.

En el momento en que estalló la crisis económica en Venezuela, Maduro recurrió al presidente ruso Vladimir Putin, quien acordó reestructurar la deuda venezolana por unos 3,150 millones de dólares, pagaderos en 10 años con producción petrolera.

El presidente venezolano Nicolás Maduro saluda a su par ruso Vladimir Putin en Moscú el 4 de octubre del 2017. Rusia brindó su firme apoyo a Maduro en medio de la crisis que enfrenta Venezuela, donde un líder opositor se autoproclamó presidente interino, desconociendo como ilegítimo al gobierno de Maduro. (Yuri Kadobnov/Pool Photo via AP, File)
El presidente venezolano Nicolás Maduro saluda a su par ruso Vladimir Putin en Moscú el 4 de octubre del 2017. Rusia brindó su firme apoyo a Maduro en medio de la crisis que enfrenta Venezuela, donde un líder opositor se autoproclamó presidente interino, desconociendo como ilegítimo al gobierno de Maduro. (Yuri Kadobnov/Pool Photo via AP, File)

La gigante petrolera rusa Rosneft también salió al rescate de una PDVSA tan debilitada que no tuvo otra opción que ofrecer activos como colateral de sus deudas. Así fue como las instalaciones petroleras venezolanas en EEUU quedaron empeñadas a los rusos, quienes poseen el 49,9 por ciento del capital accionario de Citgo, lo que podría representar un peligro para la seguridad energética norteamericana.

Otro factor que EEUU no puede desestimar es la omnipresencia de Cuba en todos los pasos venezolanos.

Desde 1999, el petróleo venezolano se ha convertido en una tabla de salvación para la economía cubana. En retribución, La Habana ha enviado miles de médicos, maestros y funcionarios de seguridad que se han permeado en el sistema de seguridad e inteligencia de Venezuela.

El interés de Trump por apoyar a las fuerzas democráticas que exigen a Maduro entregar el poder para llamar a unas elecciones libres está cimentado en su necesidad de garantizar el suministro de crudo venezolano y de mantener a raya la penetración de Cuba, China y de Rusia en otros países del continente.

Estados Unidos fue uno de los primeros países en reconocer al diputado Juan Guaidó como el presidente encargado de Venezuela hasta que Maduro entregue el poder y existan las condiciones para convocar unas elecciones transparentes y libres.

Pero las sanciones anunciadas el 28 de enero a PDVSA para presionar la salida de Maduro han tenido un fuerte impacto en la producción petrolera en Estados Unidos ante la imposibilidad de comprar suministros de crudo pesado de Venezuela.

El diario Expansión informó que las refinerías de Citgo, Chevron y Valero, ubicadas en la Costa del Golfo, han tenido dificultades para mantener sus patrones de producción. Antes de las sanciones, las procesadoras mezclaban el crudo pesado venezolano, que es más barato, con crudo más liviano y costoso proveniente de los yacimientos estadounidenses para producir la gasolina, el diésel, y los combustibles de aviones a precios razonables. Ahora están buscando nuevos proveedores de crudo barato como el venezolano para que el precio no se dispare.

Trump sabe que si el impasse actual con Venezuela se extiende unos meses las sanciones petroleras de su gobierno podrían tener efectos impredecibles en el mercado internacional del combustible.

Al fin y al cabo Venezuela sigue siendo el país con las mayores reservas probadas de crudo del planeta, aunque su producción se haya ido en picada de los 2,4 millones de barriles por día en 2015 a 1,34 millones en 2018.

Con la mira en el 2020

Más allá de los obvios motivos económicos, cada vez que Trump menciona a México o a Venezuela pareciera estar preparando el terreno para unos próximos comicios presidenciales.

En el caso de México, Trump sabe que ningún presidente puede cortar de un plumazo las relaciones de dos países fronterizos con profundas raíces culturales y económicas.

La construcción del muro pareciera más enfocada a complacer a los millones de estadounidenses blancos de clase obrera que le dieron el voto en el 2016 y que se sienten amenazados por la competencia de los migrantes centroamericanos que entran por México.

Con respecto a Venezuela, Trump pareciera combatir la nueva ola de diputados que han emergido de las filas demócratas y que él intenta asociar con el Socialismo del Siglo XXI pregonado por Chávez.

“Estados Unidos nunca será un país socialista. Somos y seremos un país libre”, dijo Trump la semana pasada en un acto en la Universidad Internacional de la Florida para apoyar la causa venezolana.

Trump saludó de manera afectuosa a una humilde mujer venezolana, madre de un policía que murió acribillado en 2018 luego de que se declarara en rebelión contra el gobierno de Maduro.

“Estamos honrados de estar acompañados por Anita Pérez, madre de Óscar”, le dijo Trump antes de permitirle que hablara al público en español pese a sus continuas reticencias a estimular esa lengua extranjera en suelo estadounidense.

Analistas consideran que la postura aparentemente bondadosa de Trump hacia los venezolanos estaría dirigida a atraer a los indecisos que no se atrevieron a darle el voto en las elecciones pasadas y a los electores latinos de Florida.