La historia detrás del juego de palabras cruzadas

El amor a las palabras puede asegurar la inmortalidad. Los Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, por ejemplo, sobrevivirán un siglo y los siguientes; las obras del griego Homero han navegado dos milenios hasta nosotros. En la desusada intimidad de una página impresa de periódico, la pasión por los misterios del lenguaje propone un juego también centenario: el crucigrama. Sus creadores no aspiran quizás a la eternidad, pero en el gozo cotidiano de los aficionados reciben sobrada satisfacción.

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El diamante de Wynne

Arthur Wynne sabía que no estaba inventando el alfabeto cuando publicó el Word-Cross el 21 de diciembre de 1913. Décadas antes, en su natal Inglaterra, algunos diarios y libros de entretenimientos infantiles habían incluido cuadrados con letras dispuestas de manera que se leyeran palabras en las líneas horizontales y verticales. Y muchos siglos antes los habitantes de Pompeya habían hallado esparcimiento en juegos similares.

A diferencia de los crucigramas más comunes en la actualidad, el Word-Cross de Wynne desplegaba sus números en un diamante sin cuadrículas en negro. Las pistas variaban desde las más sencillas –“the plural of is”—hasta otras que exigían conocimientos específicos –“part of a ship”—o francamente exóticas –“the fibre of the gomuti plant”.

Por un error tipográfico el naciente divertimento pasó pronto a llamarse Cross-Word. Durante una decena de años el periódico The New York World mantuvo la exclusiva, hasta que poco a poco los demás periódicos estadounidenses se decidieron a cabalgar sobre la ola de popularidad de los crucigramas. En este, como en otros casos, el diario resucitado 30 años antes por Joseph Pulitzer –el mismo del premio periodístico—abrió el camino al resto de la prensa en Estados Unidos.

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La pasión por los crucigramas se infiltró en otros aspectos de la vida, como la moda (Getty)

Auge, caída y renacimiento

La historia del crucigrama también se refiere a la década de 1920 como los años locos. En esa época el pasatiempo desató furor a ambos lados del Atlántico.

Los cronistas mencionan a una mujer de Chicago que en 1924 pidió el divorcio a su esposo por descuidar sus responsabilidades laborales. El hombre se consumía en la resolución de las palabras cruzadas. Otro, en 1925, le disparó a su esposa porque esta no lo ayudaba a descifrar los enigmas del crucigrama.

En esa época las ventas de diccionarios aumentaron y las librerías ganaron nuevos clientes. Una canción titulada “Crossword mama, you puzzle me, but papa’s gonna figure you out” fue incluida en la cara B de un popular disco de 1924. Un libro dedicado al entretenimiento vendió alrededor de 400,000 copias en apenas un año. Sus editores, Richard Simon y Lincoln Schuster luego transformaron ese éxito en la mayor casa editorial de Estados Unidos.

Pero el fervor se desvaneció en la década siguiente. El resurgimiento del crucigrama llegó de la mano de un improbable salvador, The New York Times, que se había negado a aprovechar la euforia por considerar el juego como “una forma primitiva de ejercicio mental”. El 15 de febrero de 1942, el mejor periódico del mundo publicó su primer crossword y cambió la historia del juego de palabras.

De acuerdo con el libro “The Puzzle Instinct: The Meaning of Puzzles in Human Life”, una mujer en particular, Margaret Petherbridge Farrar, estandarizó la forma simétrica que utilizan los crucigramas de hoy, con casillas blancas y negras, y palabras en las líneas horizontales y verticales. A ella también debemos buena parte de las técnicas usadas por los editores para redactar las claves. Petherbridge elaboró crucigramas en The New York Times de 1942 a 1969.

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Un crucigrama sencillo puede resolverse en apenas unos minutos, pero los más complejos exigen horas de esfuerzo mental (Getty)

Las palabras y los tiempos en el Times

La abrumadora mayoría de los periódicos del mundo publica crucigramas en alguna de sus ediciones. Y las claves relatan, con el transcurso, la evolución de cada sociedad. The New York Times acaba de publicar un ejemplo remarcable de cómo un entretenimiento en apariencia tan trivial puede reflejar el espíritu de una época.

El crucigrama del 1 de septiembre incluyó por primera vez en la historia el término “gender fluid”, que se refiere a personas cuya identidad de género no es fija, sino flexible. El creador del puzzle, Ben Tausig, trabajó durante meses en completar la lista de enigmas, una tarea doblemente difícil en este caso porque cuatro palabras a descubrir podían empezar con dos letras diferentes y ser correctas.

El diario estadounidense, a pesar de los exabruptos homofóbicos que aún lastran a ese país, reconoce de esta manera la evolución de las ideas sobre la identidad. Porque “masculino” y “femenino” ya no alcanza para restringir la complejidad humana, cuyas claves nos provocan como las incógnitas de un crucigrama.