La historia de los eunucos y el mito sexual que los rodea
POR YULEINA BARREDO-. El episodio Stormborn de la séptima temporada de Game of Thrones estimuló el apetito de la curiosidad en sus cientos de fanáticos. Después de presenciar la tierna escena de amor entre los leales seguidores de Daenerys, Grey Worm y Missandei, la palabra “eunuco” se disparaba en los principales buscadores de Internet.
Como todos los guerreros de su ejército, el Comandante Gusano Gris fue castrado cuando joven para continuar con la tradición de los Inmaculados, “las criaturas más puras de la tierra”. Aunque siempre permanece en el aire la duda sobre, si en su caso, la eliminación de los genitales fue parcial o todo -el “pilar y las piedras”- fue arrancado de lugar.
A propósito de este personaje interpretado por el actor Jacob Anderson, el tema de los eunucos bien merece una mirada retrospectiva a través de la historia de la humanidad. ¿Quiénes fueron? ¿Dónde existieron? ¿Cuál fue su función en la sociedad?
La castración ha sido una práctica presente en múltiples civilizaciones. Y aunque su aparición primigenia estuvo relacionada con la domesticación de animales, se extendió como una forma bastante salvaje de someter a los hombres, controlar su reproducción y alejarlos de las prácticas sexuales.
Si repasamos la Biblia encontraremos en sus páginas casi cincuenta menciones a los eunucos. Otra alusión remota proviene de las leyendas de la antigua Grecia sobre las temidas Amazonas.
Estas mujeres guerreras mutilaban a los niños varones que nacían de sus encuentros sexuales con la tribu de los gargarios y los convertían en sirvientes.
Pero las referencias más sobrecogedoras sobre los eunucos las ubicamos en la China Imperial, específicamente en la Dinastía Ming. Se cuenta que no era extraño ver en una insalubre habitación fuera de la Ciudad Prohibida a familias enteras acompañando a uno de sus integrantes a la cita con el barbero-cirujano.
Los detalles sobre la extirpación de genitales que se perpetraba en esas “habitaciones del terror” son escalofriantes. El barbero comenzaba envolviendo desde su base el pene y los testículos en una venda común fuertemente ajustada. A continuación retorcía hacia un lado el paquete y alzaba a distancia un cuchillo curvo. De repente, zas, de un solo tajo se ejecutaba la mutilación.
Al inmenso dolor que producía el corte le seguía una abundante hemorragia. Se aplicaban rápidamente baños de sales y aceites para detener el continuo flujo sanguíneo.
Luego se colocaba una pequeña cuña de metal, por lo general de estaño, en el orificio uretral. Si al retirar el tabique el afligido conseguía orinar, la operación había sido un éxito.
El barbero se tomaba el trabajo de clasificar y guardar los despojos humanos que después vendía por una buena cantidad de dinero cuando el dueño regresaba a reclamarlos.
El siguiente paso para los castrados era gestionar un empleo en el Palacio Imperial. En el séquito del emperador, los eunucos comandaron ejércitos, participaron activamente en los nombramientos de funcionarios y algunos hasta ejercieron su poder con saña y violencia.
Aún quedan testimonios de la existencia del despiadado eunuco Wei Zhongxian quien hizo ejecutar a varios de sus rivales bajo el reinado de Tianqi.
En otras culturas orientales los eunucos tuvieron una función social completamente diferente. Eran codiciados como guardianes de los harenes. De esta manera los maridos garantizaban la fidelidad de sus esposas –hasta cierto punto- cuando se ausentaban por largo tiempo.
Llegamos a la Italia del siglo XVI donde resurgió y se popularizó la castración con fines musicales. Ante la prohibición de la Iglesia de la presencia femenina en los coros o la escena y el creciente interés por la ópera, decenas de niños entre los 8 y los 12 años de edad eran sometidos a la siniestra operación.
Los drogaban con opio y los sumergían en una tina con agua caliente. El experto cortaba los conductos de los testículos, que se atrofiaban con el tiempo. De esta manera se interrumpía la producción de hormonas sexuales masculinas responsables del cambio de la voz durante la adolescencia.
Era un precio altísimo por preservar un tono agudo y angelical. Así surgieron los conocidos castrati, entre los que se distinguieron auténticas estrellas operáticas.
Si la operación se había efectuado después de los 10 años, en la entrada de la pubertad, la probabilidad de desarrollar un miembro viril adulto era mayor. Podían tener erecciones sin el riesgo de concebir criatura alguna. Esto los convertía en demandados objetos del placer entre las damas de la nobleza italiana, casadas y solteras por igual.
Por suerte, la castración en Italia llega a su fin con el mandato del Papa Pío X quien prohibió esta despiadada práctica por considerarla en contra de la naturaleza humana.
Aunque los castrati italianos figuran en la memoria popular como los más famosos, los entendidos en el tema mencionan en primer lugar a sus antecesores españoles: los capones.
En esta dirección, el autor José Antonio Díaz Sáez, en su libro Eunuco, otorga a España el ignominioso título de ser el primer país europeo en recurrir a la castración de infantes con propósitos artísticos.
Como lo demuestra la literatura histórica, siempre un denominador común ha marcado la existencia de los eunucos: su condición sexual. Pero si bien su peculiaridad fisiológica los privaba de tener descendencia, ello no significaba su renuncia al placer de la carne.
Es comprensible entonces que al novelista George R.R. Martin le resultara atractivo y hasta un poco morboso propiciar en la novela un romance entre los dos fieles seguidores de la Madre de los Dragones.
En definitiva, la sexualidad -como se pudo apreciar en la escena más caliente del segundo episodio de GOT- no requiere estrictamente de un miembro erecto. Hay todo tipo de sensaciones y juegos que pueden conducir al éxtasis en ambos sexos.
Al parecer, la condición de Grey Worm no fue un impedimento para que Missandei quedara prendada de los encantos del eunuco líder de los Inmaculados.