La Guerra del Emú: La historia de cómo unas aves indefensas derrotaron a todo un ejército

El conflicto de 1932 mostró la superioridad de la vida silvestre sobre la violencia humana

La guerra contra los emúes fue inútil. El ingenio humano sí pudo contenerlos. La imagen muestra cómo hordas de emúes salvajes corren junto a la valla que los mantiene fuera de las tierras de cultivo cerca de la estación Karara en Australia Occidental. (Reuters)
La guerra contra los emúes fue inútil. El ingenio humano sí pudo contenerlos. La imagen muestra cómo hordas de emúes salvajes corren junto a la valla que los mantiene fuera de las tierras de cultivo cerca de la estación Karara, en Australia Occidental. (Reuters)

Australia fue la protagonista de una curiosa guerra que no se parece a ningún otro conflicto bélico de la historia. No se trató de una lucha entre naciones por poderío político o dominio territorial. Los enemigos eran los emúes, unas aves de grandes dimensiones que no pueden volar y que son autóctonas de esa alejada región del mundo. Los combatientes eran los improvisados y agobiados agricultores australianos.

En 1932, los suministros de trigo fueron diezmados por una masiva migración de emúes, que son las segundas aves más grandes del mundo, después de los avestruces, con una talla de hasta 190 cm de altura y un peso de 55 kg y un plumaje que se degrada del grisáceo a negro.

Sus dimensiones eran tan imponentes, que una invasión de 20.000 emúes en los sembradíos de Australia Occidental fue imposible de evitar. Los agricultores se sentían desesperados que imploraron al gobierno que iniciara acciones militares o enviara municiones para defenderse porque la mayoría de los granjeros habían sido soldados durante la Primera Guerra Mundial.

El sufrimiento de los veteranos

Las autoridades australianas otorgaron unos 10 acres de tierra a 5.000 veteranos de guerra australianos para que se ganaran el sustento esas tierras inhóspitas donde lograron cultivar trigo con mucho esfuerzo.

Pero justo cuando los colonos se comenzaron a asentar, las bandadas de emúes asolaron grandes extensiones de cosechas. El gobierno eliminó el estatus de especie protegida a esas aves en 1922 y las clasificó como alimañas que debían ser exterminadas.

Los agricultores tomaron las ley en sus manos con escopetas para espantar a los emúes para que no comieran y pisotearan sus cultivos. Pero las aves eran rápidas y resistentes y no cedían.

Durante la década de 1920 ya estaba claro que el plan de reubicación de los veteranos de guerra había sido un fracaso. Las condiciones climáticas los sumió rápidamente en la pobreza, lo que elevó el alcoholismo y las tasas de suicidio en la zona.

Para rematar, los precios del trigo fueron bajando hasta que colapsaron por completo con la Gran Depresión de 1929. Luego apareció la sequía, que obligó a partir a la cuarta parte de los agricultores.

Pero la sequía no solo afecto a los humanos. La vida silvestre también estuvo amenazada. Los emúes migraron hacia una fuente segura de alimentos, que no era otra que los escasos sembradíos que persistían alrededor de las localidades de Chandler y Walgoolan.

Una guerra desigual

El ministro de Defensa, George Pearce, cedió a las súplicas de los colonos y envió una comitiva acompañada de un fotógrafo para documentar lo que imaginaban que sería el exterminio de los pájaros y la solución del problema. Para ejecutar la operación militar llevaron ametralladoras ligeras y 10.000 cartuchos.

La Gran Guerra de los Emúes comenzó el 2 de noviembre de 1932, cuando los australianos detectaron una horda de emúes y entraron en acción.

Los militares, con la ayuda de los granjeros locales, intentaron emboscar a los emúes, pero el tiro les salió por la culata porque las aves en vez de unirse se dispersaron. Los emúes resultaron ser increíblemente resistentes, veloces y ágiles, lo que dificultó el objetivo de matarlos con disparos.

Su piel era tan difícil de perforar que uno soldado dijo que para matarlos debían recibir un disparo en la parte posterior de la cabeza con la boca cerrada o en el frente con la boca abierta.

Otro día, los soldados esperaron en silencio para atacar a unos 1.000 emúes que se acercaban a una presa. Los australianos abrieron fuego a quemarropa, pero la ametralladora se atascó luego de algunas rondas y los animales escaparon con pocas bajas.

No se sabe a ciencia cierta cuántos emúes murieron en realidad porque suelen huir cuando están heridos. Al tercer día del operativo militar sólo habían muerto 30 emúes.

Los australianos persistieron, primero montando la ametralladora en un camión, y luego usando el gran vehículo como arma, atropellando a los indefensos animales. El equipo comandado por el Mayor Gwynydd Purves Wynne-Aubrey Meredith fue retirado el 8 de noviembre. Se calcula que en total mataron a 300 emúes.

La sátira final

Las noticias de la época no tardaron en satirizar la absurda guerra.

“No se ha llegado a ningún tratado de paz y los emúes siguen en posesión del territorio en disputa”, decía un artículo en The Daily News de Perth el 9 de noviembre de 1932. “Se espera, por lo tanto, que a las operaciones militares regulares le siga una guerra de guerrillas, que puede continuar durante años y puede ir acompañada de atrocidades horribles. El comandante emú mantiene un estudiado silencio sobre sus planes futuros, pero se entiende que está muy impresionado con la capacidad de resistencia mostrada por las tropas y confía en que continuarán defendiendo las mejores tradiciones de la raza. Se le atribuye la intención de preparar un poema adecuado para conmemorar la gloria del emú en el campo de Campion”.

Al Parlamento no le hizo ninguna gracia lo sucedió e interpeló a Pearce sobre la posibilidad de matar a los emúes con “métodos más humanos”. La incursión militar los espantó temporalmente pero los emúes regresaron a comerse las cosechas.

El conflicto con los emúes se resolvió lentamente con la construcción de barreras para impedir su paso. Para 1953, el gobierno invertido una enorme cantidad de dinero para instalar una valla a prueba de emúes de 215 kilómetros de largo.

Lo insólito más insólito de esa confrontación es que el enemigo es una animal extraordinario, que es considerado el símbolo nacional de Australia.

Fuentes: Trove, FreightWaves, The Guardian, BushHeritage, The Collector.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO

Cuatro mil orquídeas marcan tendencia en el Jardín Botánico de Nueva York