La gran flota naval de EEUU que se impulsa con grasa de vacas

El debate sobre el uso de nuevas energías, de preferencia las que sean benignas (o menos nocivas) con el medio ambiente es intenso, tanto por cuestiones económicas y geoestratégicas como por la necesidad de preservar la naturaleza y contener el cambio climático. Y esfuerzos en ese sentido han tenido lugar incluso en ámbitos donde la prioridad es conseguir un poder abrumador para disuadir o someter al enemigo de la forma más completa y efectiva posible.

Así, la grasa de las vacas ha mostrado tener potencia a escala militar.

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El portaaviones USS John C. Stennis, cabeza de la Gran Flota Verde de EEUU, impulsada en parte con biocombustibles de origen vacuno. (Wikimedia)

El ejemplo es la llamada Gran Flota Verde (Great Green Fleet) de la Marina de Estados Unidos, una iniciativa cuyo logro más singular es un grupo naval de portaaviones que utiliza para propulsarse, entre otros combustibles, uno producido en parte mediante el procesamiento de grasa de ganado vacuno.

En cierto modo, se trata del sueño de los políticos: tener el combustible necesario para mover la maquinaria militar estadounidense sin necesitar recurrir al petróleo extranjero y echando mano, nada menos, que a la riqueza de los establos de Texas y el Medio Oeste.

Ciertamente, no todos los buques de esa Gran Flota Verde navegan, por decirlo así, con la grasa del bistec (los portaaviones usan energía atómica, y el biocombustible de los barcos menores de apoyo tiene entre sus componentes muchos hidrocarburos convencionales) pero lo singular sería que el uso de esa energía alternativa habría probado ser, al menos parcialmente, tan efectiva y asequible como las derivadas del petróleo.

Con todo, de acuerdo al periódico Daily Mail, la Gran Flota Verde que ya ha zarpado de San Diego usa combustibles compuestos de 90% de petróleo y 10% de fuentes biológicas, lejos del objetivo de 50/50 que se había previsto. Por ello, lo verde de esa flota no sería más que un cierto verduzco, y desde luego el mugido metafórico de esos buques sería mucho más quedo de lo originalmente imaginado.

Y aunque la iniciativa de la Gran Flota Verde se inscribe en el interés de la administración federal por reducir el gasto en petróleo y sus emisiones contaminantes en lo posible, la baja sustancial del precio del crudo que se ha dado en fechas recientes ha desmotivado un poco la búsqueda de alternativas a los hidrocarburos tradicionales, pues la reducción del gasto por usar grasa vacuna en lugar de petróleo ya no sería tan relevante, e incluso podría anularse o revertirse.

Y hay expertos que de plano, como señala el Daily Mail, descartan que la Marina vaya a hacer un uso intensivo de biocombustibles, pues no solo estos serían más caros, sino que incluso su proceso de producción podría, a gran escala, resultar igualmente dañino para la naturaleza por el uso intensivo de fertilizantes y pesticidas necesarios para producir los vegetales que alimentan al ganado o que son procesados ellos mismos en combustibles.

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El destructor USS Stockdale, impulsado en parte por biocombustible producido de grasas de vaca. (Wikimedia)

En realidad, desde que se planteó hace algunos años el interés de la Marina por los biocombustibles se han desatado críticas de diverso tipo. Republicanos, por ejemplo, han criticado el elevado costo de producción de esos combustibles (cuyas fuentes no solo son las grasas vacunas, sino también algas, masa vegetal y otros elementos), como indicó en su momento el diario Los Angeles Times, y voces influyentes como la del senador John McCain llegaron a decir que el proyecto de biocombustibles de la marina podría convertirse en una nueva “situación Solyndra”, como publicó hace tiempo The Hill. Solyndra fue una empresa de energía solar hoy en bancarrota que recibió enormes sumas de estímulos provenientes del gobierno federal.

Otros han criticado que la producción y consumo masivo de combustibles con base en productos animales (e incluso vegetales, como el maíz) generaría otros problemas. Por ejemplo, por años se ha criticado que la ganadería intensiva implica severos daños ambientales al implicar desmonte y erosión de tierras usadas para pastoreo y producción de granos, un gran uso de productos químicos (fertilizantes y pesticidas), y modifica a las comunidades al concentrar la propiedad de la tierra en manos de grandes consorcios (y no en la de los granjeros individuales o las colectividades de campesinos).

Ciertamente, con el volumen actual de uso de biocombustibles como los creados con grasa vacuna, el impacto de ello es muy reducido, pero hay quién se cuestiona los efectos que eso tendría si se amplificara sustancialmente el mercado de esos combustibles.

Sea como sea, el plan de la Marina estadounidense es que para 2020 sus navíos sean impulsados al menos en un 50% por biocombustibles y, por lo pronto, la Gran Flota Verde que ya ha zarpado estaría compuesta, de acuerdo a la televisora NBC, del portaaviones USS John C. Stennis y sus buques de apoyo. Entre ellos destaca, de acuerdo a un comunicado de la Marina, el destructor lanza misiles USS Stockdale y el destructor USS William P. Lawrence, entre otros.

Los pacifistas y ecologistas, movimientos que en muchos casos coinciden, por su parte dirían que lo que se necesita reducir, o incluso eliminar, no son meramente los combustibles fósiles sino también los ejércitos y las armadas. Pero otros en contrapartida señalan que, en el mundo real, las fuerzas armadas siguen siendo instrumentos necesarios y que proveerles de todos los recursos necesarios para que cumplan su función de modo dominante es una prioridad.

Al margen de vegetarianos y veganos, otros dirán que un bistec luce mejor cocinado en el plato que transformado en fuego para mover barcos de guerra, si bien es cierto que la materia prima de ese biocombustible no es la carne del rib eye o el new york strip, sino el cebo graso que se usa ya ampliamente en la industria de los jabones y los ungüentos.

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