La estafa, un souvenir que se llevan los turistas en la Ciudad de México

La estafa, un souvenir que se llevan los turistas en la Ciudad de México | FOTO: MARIO JASSO/ CUARTOSCURO.COM
La estafa, un souvenir que se llevan los turistas en la Ciudad de México | FOTO: MARIO JASSO/ CUARTOSCURO.COM

Siempre hemos escuchado que es de mala educación tratar mal a los invitados. Quizá sea una de las frases que más memorizamos durante nuestra infancia. Pero, en los hechos, hemos quedado muy mal parados en fechas recientes. Se está haciendo costumbre que los turistas que visitan la Ciudad de México se quejen de que fueron víctimas de algún tipo de estafa. El caso más reciente fue el de una chica de Guadalajara que, junto a su familia, vivió en carne propia el ventajismo en el que se puede caer en la Capital.

"Los bicitaxis estaban a un costado de la Catedral. Gritaban que hacían recorridos hacia el Ángel de la Independencia, entre otros lugares. Mi tía se acercó y le preguntó que cuánto cobraban: el muchacho mencionó que 300 (pesos) a varios lugares y con la oportunidad de bajarte a tomar fotos. A mi tía le pareció el precio razonable y aceptó, el muchacho le habló a uno de sus amigos porque necesitábamos otro carrito", contó la turista en TikTok. Al final, el viaje les salió en 1700 pesos y, pese a señalar el abuso ante un policía y con la mirada de la gente encima, los taxistas sólo devolvieron 150 pesos.

Esa condición ventajista, en realidad, es aplicada también entre paisanos: está más arraigada de lo que nos gustaría aceptar. Por ejemplo, si usted ha visitado Chapultepec, sabrá que existen fotógrafos que cobran una cantidad aparentemente módica por un retrato, que luego subirá de precio infamemente en cuestión de segundos. Y ni hablar de esos comerciantes que en esta y cualquier plaza pública abusan de los precios oficiales de diversos productos: si un refresco cuesta 15 pesos en la tienda, aquí lo venden en 25, cuando menos. Hasta parece costumbre que veamos botellas con el precio real tachado y el "nuevo" colocado con marcador, para que nadie sospeche de la marrullería comercial.

Entre esas costumbres, podemos contar también a los limpiaparabrisas o los 'viene, viene'. No importa que nadie haya solicitado sus servicios. Ellos primero harán su trabajo, cobrarán y solo hasta el final preguntarán al conductor si estuvo de acuerdo con el servicio prestado. En algunos casos, no hay nada mejor que acceder a las peticiones.

Por ejemplo, en la calzada Zaragoza, una de las más transitadas de la capital, es misión imposible tratar de cruzar la vereda, pues las micros dejan a los pasajeros en el camellón. Con carros pasando todo el tiempo a alta velocidad, hay que ser muy avispado para cruzar. Y los 'viene, viene' encontraron en ese problema un nuevo nicho de negocio: se cruzan en medio de la calzada y fungen como asesores de pase. No hay quien se pueda negarles a darles una moneda. Sí, porque su ´servicio' resultó de utilidad, pero también porque nadie querría conocer las consecuencias de no valorar el gesto de apoyo. Queda mejor soltar "un cinco".

Transporte público en Ciudad de México. (Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images)
Transporte público en Ciudad de México. (Gerardo Vieyra/NurPhoto via Getty Images)

Si usted lee esto y tiene pensado realizar un viaje próximo a Ciudad de México, deberá saber que hay veces en las que resulta mejor soltar una propina generosa. Los susodichos 'viene, viene' entran en esa categoría. Lo mismo podemos decir de los limpiaparabrisas, porque si bien es más sencillo rechazarlos a ellos, se necesitan unos cuantos años de teoría y práctica para poder hacerlo de manera eficiente. En cuanto al transporte público, es recomendable recibir —que no comprar— los productos que los vendedores ofertan en micros y camiones. Como dice el viejo adagio: es mejor prevenir que lamentar. Uno nunca sabe en qué momento tendrá utilidad haber sido amable con alguien.

En cuanto a los fotógrafos, no hay medias tintas: ignorarlos hasta que se cansen. Lo mismo aplica por si le ofrecen un flor gratis y para los repartidores de volantes en la calle Madero —una de las más populares del Centro Histórico—: si les recibes ese pedazo de papel, te arriesgas a no quitártelos de encima hasta que les des una respuesta sobre comprar algo de lo que están ofreciendo. Y sin la suficiente pericia, uno puede terminar haciéndose un examen de vista en pocos minutos.

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