La escandalosa vida de Julie d'Aubigny: La espadachina y cantante de ópera bisexual que los historiadores prefieren olvidar

No hay retratos de Julie d'Aubigny del siglo XVII sino interpretaciones posteriores como esta obra del pintor francés Jean Béraud. (Public domain, via Wikimedia Commons)
No hay retratos de Julie d'Aubigny del siglo XVII sino interpretaciones posteriores como esta obra del pintor francés Jean Béraud. (Public domain, via Wikimedia Commons)

La vida Julie d'Aubigny parece sacada de una novela. Es que cuesta imaginar que en el siglo XVII haya existido una mujer escultural con una mente brillante y una voz prodigiosa, que asombraba por su destreza como esgrimista y escandalizaba por ser una apasionada amante que hacía perder la cabeza a hombres y mujeres por igual.

Nacida en los alrededores de París a principios de la década de 1670, Julie tuvo una infancia poco común. Su padre era Gaston d'Aubigny, el secretario del Conde de Armagnac, el Gran Escudero de Francia, el hombre encargado de formar a los pajes del rey Luis XIV y de cuidar los establos reales. Cuando Julie tenía sólo nueve años, ella y su padre se mudaron a Versalles, donde creció en el corazón de la extravagante corte real.

Gastón permitió que Julie recibiera una educación diferente a la que estaba reservada para las niñas de la época. Los tutores reales la instruyeron en música, literatura y gramática, mientras que su intenso entrenamiento con los maestros espadachines la hizo invencible con una espada en la mano.

Además de la educación formal, Julie aprendió a apostar, a pelear con los puños y a montar a caballo, convirtiendo a la preciosa chica de rizos castaños y ojos azules, que dibujaba y bailaba espléndidamente, en una verdadera rareza.

Julie nunca pasaba desapercibida porque, además, sólo se vestía con ropa de hombre. La peculiar elección pasó bastante desapercibida porque en ese momento un hermano del rey era travesti y la corte tenía una actitud muy tolerante ante la elección de la indumentaria individual. Lo curioso es que Julie no se hacía pasar por un hombre. Usaba los trajes masculinos sin disimular su abundante melena y sus maneras femeninas.

Los primeros amantes

La avidez sexual de Julie afloró a los 14 años cuando comenzó un amorío con el conde de Armagnac, que tenía 46. Tres años más tarde, tras la muerte de Gastón, al conde se le ocurrió casarla con un noble de menor rango, llamado Sieur de Maupin de Saint-Germain-en-Laye, para mantener las apariencias y retenerla dentro de la corte. La pareja nunca llegó a consolidarse porque Armagnac envió al marido a trabajar al sur de Francia mientras mantuvo a Julie en Versalles.

Lo paradójico es que aunque su esposo fue uno de los pocos hombres de su vida que no disfrutaron de su sensualidad, él le otorgó su apellido y Julie sería conocida como la Maupin por el resto de su vida.

Los planes de Armagnac por dominar a Julie fracasaron y pronto se enamoró de Serannes, quien era uno de los mejores espadachines de la corte. Se mudaron a París para disfrutar de su apasionado romance pero el idilio duró poco porque él fue acusado de matar a un hombre en un duelo ilegal y se vieron obligados a vivir escondidos en el sur de Francia

La pareja se ganaba la vida cantando en dúo en las calles y las tabernas y haciendo demostraciones de esgrima en las ferias de los pueblos. Las habilidades de la Maupin como esgrimista eran extraordinarias, a la par de su inmenso talento por el canto, que la llevó a conseguir un papel en la Ópera de Marsella.

Pero la llama por Serannes languideció y poco después Julie encontró a su nuevo amor. La novedad es que esta vez se trataba de una mujer: Cécilia Bortigali.

La familia Bortigali, escandalizada, intentó salvar el alma de su hija y la enviaron al convento de Aviñón, lo que no disuadió a Julie ni por un momento en su determinación por proteger su relación. Para reencontrarse con su nueva amante, Julie ingresó al convento como novicia y orquestó un elaborado plan para huir con ella.

Se dice que Julie desenterró el cuerpo de una monja fallecida recientemente, la colocó en la cama de su amante y prendió fuego a la habitación para hacerla pasar por muerta y escapar con Cécilia sin despertar sospechas de la familia.

El dibujo de Julie d'Aubigny, titulado Mademoiselle de Maupin, fue realizado en 1897 por el artista ingles Aubrey Beardsley para ilustrar el libro del poeta y dramaturgo francés Théophile Gautier, aunque finalmente salió a la luz como parte de un portafolio después de la muerte del ilustrador. (Foto de Shirley Markham Collection/Heritage Images vía Getty Images)

El ardid tuvo un éxito parcial. Julie y Cécilia continuaron juntas por unas pocas semanas hasta que la chica, arrepentida, decidió regresar a vivir rodeada de las comodidades de su hogar paterno y las autoridades descubrieron que todo había sido una treta.

A un regreso a Paris con el corazón partido, Julie tuvo un altercado en una taberna con el apuesto Conde d'Albert y se retaron a un duelo. La atracción surgió en el choque de las espadas aunque Jeso no impidió que ella le ganara, hiriéndolo en el hombro. Se hicieron amantes al día siguiente cuando ella fue a visitarlo para cerciorarse de su recuperación. La relación duró unos pocos meses pero permanecieron amigos el resto de sus vidas.

Más escándalos y estrellato

La situación de Julie en Paris era precaria porque sobre tenía que enfrentar una sentencia de muerte por participar en duelos ilegales. Así que recurrió de nuevo al conde de Armagnac, quien habló con el rey Luis XIV para que le concediera un perdón real. Al rey le hizo gracia la historia de la cantante espadachina y la perdonó, lo que permitió a Julie iniciar su exitosa carrera en la Ópera de París.

Los próximos años fueron de gloria para Julie, al convertirse en una de las estrellas más resaltantes del momento, al punto que su público decía que tenía la voz más bella del mundo. Su fama la hizo tener una seguidilla de amantes hombres y mujeres, entre sus compañeros de reparto y entre la alta sociedad parisina.

Su reputación como una mujer ruda y violenta también creció. Una noche fue invitada a un baile en Versalles por el mismo Philippe d'Orléans, el hermano travesti de Luis. Julie asistió vestida de hombre y pasó la noche bailando con las damas que le sonreían sin cesar, hasta que besó a una noble famosa frente a sus tres pretendientes. Los tres la desafiaron a batirse en duelo y los tres perdieron. Dicen que regresó a la fiesta después de matarlos con su espada.

Julie huyó a Bélgica donde tuvo un fugaz romance con Maximiliano II Emanuel, elector de Baviera. Ella se aburrió pronto y cuando quiso dejarlo, el gobernante intentó pagarle 40.000 francos para retenerla. Lejos de convencerla, Julie estalló de la ira, le lanzó el dinero en la cara y regresó a París.

A su regreso a Francia, el mismo Philippe convenció a su hermano para que perdonara a La Maupin por segunda vez de una sentencia de muerte. El rey argumentó que la ley que prohibía los duelos era para los hombres, pero no había ninguna norma que mencionara sanciones para las mujeres.

Libre de problemas legales, Julie continuó cantando en la Ópera de París, donde tuvo el honor de que el compositor André Campra escribiera una obra exclusivamente para ella. Su actividad artística no impidió que fuera de los escenarios se viera involucrada en duelos, riñas y todo tipo de escándalos.

Una de esas anécdotas señala que Julie se enamoró de Fanchon Moreau, una soprano de ópera francesa célebre por su belleza y de quien se rumoreaba era amante del Gran Delfín, el hijo mayor del rey Luis XIV. Fanchon fue una de las pocas mujeres en rechazar a Julie, quien quedó tan desconsolada que intentó suicidarse.

Pero el gran amor de la vida de La Maupin también sería el último. La mujer que conquistó plenamente el corazón de Julie fue la Marquesa de Florensac, una de las aristócratas más famosas, ricas y bellas de Francia. Florensac y Julie vivieron abierta e intensamente su amor durante un par de años, hasta que la marquesa murió de fiebre en 1705.

El fallecimiento de su amada sumergió a Julie en una gran depresión, que la empujó a abandonar la ópera y a pasar el resto de sus días en un convento. Murió sola y apartada del mundo a los 33 años.

Julie vivió con intensidad, dejando a su paso una estela de personas que fueron amadas con su cuerpo y asesinadas con su espada. No hay un pasaje de su vida que se apegue a la norma, a la tibieza o a la tranquilidad y, sin embargo, poco se habla de su vida extraordinaria.

Resulta claro que es un personaje demasiado incómodo para ser destacado en la historia como una mujer que desafió las normas establecidas por la sociedad francesa de hace tres siglos y que se mantuvo fiel a sus principios hasta el fin.

Fuentes: Ancient Origins, Story of a City, AllthatInteresting, NPR, News.com.au.

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