La Casa de los Famosos y el clasismo que le brotó a algunos por creerse superiores y no ver ese programa

La Casa de los Famosos, el programa que atrapó a México de manera sorprendente. (Providers)
La Casa de los Famosos, el programa que atrapó a México de manera sorprendente. (Providers)

Hay un mundo alterno, como en las películas, en el que La Casa de los Famosos jamás existió. Este programa, que tanto de parecido tiene al Big Brother tradicional, fue un invento de la imaginación y estamos a salvo. En ese paralelismo ideal, todos los problemas de México se arreglaron. Como la gente no perdió el tiempo apoyando al Team Infierno, le quedó demasiada energía para cambiar radicalmente al país. Pero, por encima de todo, en esa versión de la realidad se le dio gusto a los eruditos de sillón.

Más o menos, digamos. Porque sin La Casa de los Famosos en la televisión y en las redes, tuvieron que buscar algo más de qué quejarse, un contenido diferente al cual culpar de todos los males del país, porque eso es lo que sí pasó en esta versión de la realidad, ya dejando de lado los paralelismos fantasiosos. Televisa sacó de su manga un programa con un formato conocido, y que ya había tenido éxito en su versión para Estados Unidos, pero con el aderezo invaluable de las redes sociales.

Fue una combinación perfecta que mantuvo enganchados a los espectadores a un nivel muy pocas veces visto en tiempos recientes, cuando tanto se habla de la muerte de la televisión y los medios tradicionales. Un éxito rotundo que, como siempre, sirvió para destapar la cloaca del clasismo y la presunta superioridad moral e intelectual de unos cuantos. Ya se sabe: cuando un programa, película, serie o música le gusta a mucha gente, no puede haber otra explicación más que aquella que dictamina que es un producto diseñado para ignorantes.

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¿Qué le hace más daño a un país? Un programa que entretiene, que divierte y emociona a las personas, que de alguna forma reúne a las familias y amigos entorno a unas expectativas; o, en cambio, el franco clasismo de quienes pierden el tiempo llamando nacos e ignorantes a quienes gustan de un programa de TV. Hubo festejos en el Ángel de la Independencia, lo cual es sorprendente sin duda alguna, y más que una condena, tendría que haber una reflexión: hay pocos motivos para la alegría cotidiana, y si una alegría es provocada por un programa de televisión, ¿qué hay de malo?

A nadie le hace daño. Luego podrán venir las rebuscadas conjeturas de toda la vida: que la TV, y especialmente este tipo de programas y particularmente esta televisora, tienen como fin principal hacer tonta a la gente y distraerla de los verdaderos problemas, verdaderos problemas que los eruditos de sillón tampoco atienden ni entienden por estar criticando los gustos de los demás. Es la historia de siempre con los grandes éxitos televisivos.

A modo de chiste, en redes sociales circuló una propuesta: que hagan La Casa de los Filósofos, para aquellas personas que repudian la atención que reciben las celebridades. Fue un "dejen de molestar si no les gusta". Y es cierto: si alguien en verdad no siente interés por ese contenido, vaya favor le hace comentando en redes sociales. Finalmente eso también beneficia al producto que critican. Podrá gustarte o no, pero La Casa de los Famosos fue un hito. Nadie sabe si volverá a serlo en una futura edición, y más porque gran parte del éxito se cimentó en el carisma de una sola participante: Wendy Guevara (que no es tema menor que una mujer trans haya ganado un reality show en el segundo país con más transfemicidios).

Pero si el éxito fue temporal o de largo plazo sólo se sabrá después. Ahora la realidad es una: Televisa dio una clase maestra, la gente lo agradeció y se emocionó como casi nunca. ¿Alguien salió dañado en el camino? No. El país sigue girando exactamente igual que siempre. Igual que si no hubiera existido La Casa de los Famosos. Nadie es mejor persona por no haberlo visto. Tan sencillo como eso.

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