Kylian Mbappé, el rey joven que nunca pudo consagrarse en el PSG y todavía no muestra todo su futbol

Kylian Mbappé en la entrega de trofeos del futbol francés; se va del PSG como campeón de Liga. (Jean Catuffe/Getty Images)
Kylian Mbappé en la entrega de trofeos del futbol francés; se va del PSG como campeón de Liga. (Jean Catuffe/Getty Images)

Cuando Kylian Mbappé anotó el gol que empató la final del Mundial, ante Argentina en Lusail, el mundo comprendió que el francés era un jugador de literatura: un prodigio capaz de volcar la historia para apropiarse de ella. Dribla que dribla: a los rivales y al destino. Fue campeón del mundo a los 19 años y a los 24 ya tenía dos finales en la espalda. Nadie lo dudó: Mbappé fue el némesis perfecto para la épica Argentina de Lionel Messi.

Pero los jugadores diseñados para darle sentido a los Mundiales suelen adolecer de algo muy simple: la intrascendencia del día a día. Es decir, los cuatro años que pasan entre Mundial y Mundial. Que nadie se confunda: Mbappé está a años luz de ser un jugador insípido, al que sea fácil ignorar. Al contrario. Todo el tiempo se le observa y se le tiene en la mira justamente porque ha demostrado que su nivel le puede colocar la corona suprema del futbol. Esa vigilancia no para y menos en una era en la que se respira futbol a todas horas.

Y no lo ha conseguido. Mbappé sigue perteneciendo a ese reino, el de los Mundiales. Eso alcanza para pasar a la historia y ser recordado eternamente. Pero no es suficiente para ser el mejor. Y eso es lo que se supone para Mbappé desde que irrumpió en el futbol de élite con el Mónaco. Era un relámpago que hacía lo que quería. Lo fichó el PSG y lo que debía ser un imperio terminó por convertirse en una cárcel cuyos barrotes bañados en oro lo alejaron de la eterna meta de suceder a Messi y Cristiano como nuevo monarca absoluto del futbol. Fue en 2017 cuando llegó y es 2024 cuando se va. Siete años en los que rompió todas las redes de Francia, pero no las de Europa: una sola final de Champions y muchas decepciones.

En estos años nadie lo ha logrado (ser el nuevo rey del futbol) de manera total: siempre falta un poco más. Pero, sin duda, han aparecido jugadores que hacen ver a Mbappé como un actor de reparto y ya no como el protagonista sin par que debía ser: Jude Bellingham, Vinícius Jr., Erling Haaland y Phil Foden. Siempre será mejor para el futbol y para la competencia tener una variedad amplia de maestros y no sólo a dos jerarcas que se repartan el tesoro.

Hoy existe esa variedad, pero el mundo sigue esperando a Mbappé. Él tiene un Mundial y todos los citados no. Es verdad. Haaland también ha demostrado ser irregular, expresará alguno. Y no dirá mentira alguna. Pero eso no vale cuando se quiere ser el mejor: eso tiene un precio. Y entre esas facturas está incluida la de no poner excusas. Mbappé se hartó de meter goles en una liga a modo. Cuando los retos de verdad llegaban, su estela se apagaba y se convertía en un jugador común y corriente. Era la imagen de cada año: su rostro desencajado sin poder ni querer explicar un nuevo fracaso europeo.

Nadie sabe adónde irá, por más que haya un camino obvio. También en eso es impredecible: su novela con el Real Madrid lleva viva casi los mismos años que jugó en el PSG. Todavía tiene 25 años. Está en plenitud, pero ya no es una promesa: debe ser una realidad total. No una a ratos ni mucho menos una realidad de Mundiales. Su calidad lo demanda. Mbappé tiene que convertirse en el rey total. Ya no es un rey joven.

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