Justicia para Carmen Sánchez: la sentencia histórica que llegó nueve años después de que sufrió un ataque con ácido

FOTOS: Sharenii Guzmán
FOTOS: Sharenii Guzmán

La sonrisa de Carmen Sánchez al salir de la sala la delató. No podía contener tanta felicidad. Esa que se obtiene después de más de nueve años de desesperanza, decepción y dolor. En todo ese tiempo, las autoridades le habían fallado. Dos horas antes, había entrado sola a la última audiencia, donde estuvo solo a unos metros de su agresor y exesposo, Efrén García, quien en 2014 la intentó asesinar rociándole ácido, el último acto de una violencia sistemática.  

Durante dos horas, estuvo sola en una de esas salas grises y frías para realizar los juicios orales en los juzgados de Chalco, Estado de México. Nadie pudo acompañarla, ni siquiera su psicóloga; su abogada estaba en línea. La jueza no permitió la entrada sin cubrebocas, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud ya levantó la emergencia sanitaria por COVID-19. A las 14:00 horas del jueves pasado, las autoridades cerraron la puerta. 

Afuera de los juzgados, la zozobra inundaba a sus dos hijas, a sus amigas y a las colectivas que la han acuerpado y acompañado en los momentos más oscuros y combativos. Ellas pegaron las fotos de Efrén en los barrotes que bordean el edificio. También cantaron canciones feministas y gritaron consignas como “¡Carmen, hermana, aquí está tu manada!”. 

La pancarta y el nervio, horas antes de la audiencia 

“¿Crees que me dejen pasar con mi pancarta a la audiencia?”, preguntó Carmen, mientras preparaba café y se alistaba antes de que los policías de investigación asignados para su protección por la Fiscalía General de Justicia del Estado de México llegaran a su casa y la acompañaran a los juzgados de Chalco. 

Manchas, unos de sus cuatro gatos, comenzó a morder la pancarta que estaba colocada sobre el sillón de la sala. “¡Manchas, bájate!”, espetó enérgica. “Es que me costó bien cara”, dijo. La pancarta medía cerca de un metro de altura con 30 centímetros de ancho. Tenía la foto en blanco y negro del agresor, con sus ojos blureados. Arriba decía “Efrén feminicida”, y abajo, “Pena máxima 45 años”, la condena que Carmen pidió y que esperaba. 

Eran cerca de las 11:30 horas y Carmen estaba sentada en el comedor, con su teléfono. Escribía un mensaje para abonar al tuitazo que la fundación que lleva su nombre había convocado como forma de protesta. En él, pidió al Poder Judicial mexiquense una condena ejemplar, la cual no solo logró, sino que rebasó las expectativas. 

“Llevo casi una década tratando de arrancarle un pedazo de justicia al Estado y en este tiempo me he tenido que convertir en MP, abogada y hasta investigadora para defender mi propio caso. Exijo al @PJEdomex que sentencie a mi agresor con la#PenaMáxima. No quiero ser una cifra más”, escribió. 

Los minutos pasaban, pero para Carmen eran una eternidad. Estaba nerviosa y se le notaba en cada movimiento. 

“Esto es una tortura institucional. Ya estoy muy cansada”, comentaba. “Me siento muy preocupada de que me vuelvan a aplazar la audiencia o de que no le den la pena máxima. ¿Qué voy a hacer? La siguiente semana, el 17 de mayo, tengo una cirugía que no podría reprogramar”. 

Los ataques con ácido, en la impunidad

En 2021, ante la inacción de las autoridades frente a este tipo de casos, Carmen Sánchez y la historiadora Ximena Camacho crearon una fundación con el objetivo de visibilizar los daños de esta violencia extrema y dar acompañamiento a otras sobrevivientes de ataques con ácido, además de realizar investigación.

En el país, por lo menos se tiene el registro de 39 ataques con ácido; a raíz de ellos, seis personas fallecieron, de acuerdo con la documentación de la Fundación Carmen Sánchez

La asociación detectó, a partir de datos de la Secretaría de Salud federal, que tan solo en 2022 se cometieron 105 agresiones con alguna sustancia química, aunque la cifra puede ser mayor, ya que no se contabilizan las atenciones en clínicas privadas, del IMSS o del ISSSTE; de ahí la urgencia de sancionar este tipo de violencia.

En los últimos siete años, en México han sido quemadas intencionalmente al menos 656 mujeres, de las cuales el 67.84% fueron agredidas por un familiar y el 32.16% por personas desconocidas, según los datos de la secretaría sobre lesiones atendidas en los hospitales públicos del país entre 2016 y 2022.

La fundación también detectó que la primera denuncia por violencia ácida en México y América Latina se realizó hace 30 años. En ese tiempo solo se habían dictado dos sentencias: una en Puebla, pero por violencia familiar y ni siquiera se castigó con cárcel; la otra, por un ataque en Naucalpan, Estado de México, donde el agresor recibió ocho años de prisión. 

Como parte de las luchas de Carmen y la fundación, en marzo pasado, el Congreso de Puebla se convirtió en el primer Legislativo en tipificar los ataques con ácido y otras sustancias químicas como feminicidios en grado de tentativa

Sentencia histórica y qué espera ahora 

Minutos antes de que saliera Carmen de la audiencia que se realizó el pasado 11 de mayo, una de las acompañantas y madre de una víctima de feminicidio en el Estado de México subió al segundo piso de los juzgados. Afuera de la sala estaban la psicóloga, una asesora jurídica, una de las policías de investigación. Todas ellas no habían podido ingresar porque la jueza no lo permitió. 

La mujer estaba dispuesta a hacer portazo, porque Carmen estaba sola a unos cuantos metros de su agresor. “No lo podemos permitir, están violando sus derechos”, dijo. “Debemos de estar con ella, acompañándola”. 

A las 15:38 horas, la puerta se abrió y salió Carmen; en segundos, se le notó una cara victoriosa. Las mujeres que estaban ahí y que esperaban que la jueza declarara un receso para poder ingresar la abrazaron. “46 años con ocho meses”, gritó. 

Carmen tomó la pancarta que estaba sobre una pared. La dejó ahí porque no le permitieron ingresarla a la sala de audiencia. Bajó las escaleras y salió de los juzgados. 

Afuera estaban sus hijas. Cuando la vieron salir con su cara de felicidad, ya sabían que lo había logrado y corrieron a abrazarla, al mismo tiempo que el grupo de acompañamiento empezó a gritar: “¡Sí se pudo, sí se pudo!”. 

La jueza María de Jesús Sánchez Cabrera dictó la sentencia de 46 años con ocho meses de prisión por el delito de feminicidio en grado de tentativa. Es la primera en su tipo en México y América Latina. Carmen la describió como una pena histórica, que deberá ser tomada de referente por jueces y juezas para castigar estos crímenes de extrema violencia. 

Carmen en ningún momento soltó la foto de Efrén. Dio un mensaje a medios de comunicación, en el que reconoció el apoyo de otras mujeres y sus hijas para lograr la sentencia histórica. 

Después, colocó la pancarta en el suelo y le prendió fuego. Mientras se incendiaba, todas gritaban consignas. Era como si se quemara el infierno que vivió durante casi 10 años. Por fin la soltó para que se consumiera en cenizas; alzó el puño victoriosa. La justicia llegó en pedazos. Todavía falta la garantía de la no repetición y consumar la reparación del daño, pero sabe que por el momento ganó la batalla de su vida. 

“Con esto cierro un ciclo de mi vida. Quiero seguir adelante”, dijo Carmen, una mujer sobreviviente que esta semana obtuvo justicia e hizo historia.