El juicio estremeció a Cuba y revive en documental en Miami. ‘Esos horrores se pueden repetir’

Pesadilla es la palabra que más se escucha cuando el cineasta Orlando Jiménez Leal recuerda su decisión de hacer un documental sobre el juicio al general Arnaldo Ochoa y otros altos oficiales cubanos en el verano de 1989, acusados de narcotráfico y delitos de corrupción.

El proceso, que trae a la mente de inmediato los juicios de Moscú, realizados por el régimen de Stalin a algunos de sus colaborares en los años 1930, fue transmitido durante un mes en la televisión cubana, y culminó con el fusilamiento de Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el capitán Jorge Martínez Valdés y el mayor Amado Padrón Trujillo.

Jiménez Leal participaba como jurado en un festival de cine en Barcelona cuando las imágenes del juicio le empezaron a saltar constantemente en cada aparato televisivo por el que pasaba. El cineasta, que había vivido la censura del gobierno cubano en carne propia por el corto PM, que dirigió con Sabá Cabrera Infante en los albores de la revolución cubana, cuando el mundo estaba extasiado con el proceso y su líder, comenzó a tener pesadillas.

La imagen de esos altos oficiales autoinculpándose, del fiscal Juan Escalona Reguera dando gritos y haciendo aspavientos, le recordó al fiscal de los procesos de Moscú, Andréi Vyshinski.

Un juicio al estilo estalinista se estaba produciendo en Cuba y el cineasta –que salió al exilio en enero de 1962– no podía dormir. Así surgió el convencimiento de que había que hacer un documental, 8-A (1993), como un “exorcismo para sacarse las pesadillas”, el mismo efecto que quiere que tenga en los espectadores, que ahora pueden ver 8-A en el Koubek Center el 29 de febrero, en el Ciclo de cine cubano del Miami Dade College.

“Espero que disfruten como si fuera una película de terror”, dice Jiménez Leal, indicando que pocas personas conocen el caso Ochoa como él, porque estudió y observó muchas veces las 28 horas de grabación del juicio que trasmitió la televisión cubana.

“En esas 28 horas, no pude encontrar una sola evidencia de narcotráfico contra Ochoa”, señala Jiménez Leal, codirector del filme El Super y del documental Conducta Impropia.

Ochoa (Cacocum, 1930- La Habana, 13 de julio de 1989) fue lo que se dice un hijo casi perfecto del proceso revolucionario cubano. Muy joven integró la Columna 2 dirigida por Camilo Cienfuegos durante la lucha contra Fulgencio Batista. Participó en los combates de Bahía de Cochinos en abril de 1961 y estuvo en Playa Girón durante la Crisis de los Misiles. Fue el jefe de las tropas cubanas en la guerra de Angola y en Etiopía y había sido proclamado por Fidel Castro Héroe de la República de Cuba. Cuando lo arrestaron, iba a ser nombrado jefe del ejército de Occidente, el más importante de Cuba.

Jiménez Leal señala un detalle clave que se le escapó al gobierno cubano de las grabaciones censuradas del juicio. “El fiscal llama al jefe de la contrainteligencia, y le pregunta, cómo empezó esta investigación. ‘Bueno, fue el Comandante que nos dijo...’, relata Jiménez Leal de la “gran farsa que el gobierno necesitaba para enmascarar el crimen que iban a cometer”.

“Castro sabía la trama antes que la contrainteligencia lo averiguara”, afirma el cineasta.

El cineasta Orlando Jiménez Leal, en su casa en Miami, habla sobre el documental 8-A, que reconstruye y analiza el juicio contra el general Arnaldo Ochoa y otros altos oficiales cubanos en el verano de 1989. “La película está narrada prácticamente por Fidel Castro”, dice el director cubano.
El cineasta Orlando Jiménez Leal, en su casa en Miami, habla sobre el documental 8-A, que reconstruye y analiza el juicio contra el general Arnaldo Ochoa y otros altos oficiales cubanos en el verano de 1989. “La película está narrada prácticamente por Fidel Castro”, dice el director cubano.

La suerte estaba echada para los acusados. No importa cuánto se inculparan, como prueban otros procesos similares en Cuba como el caso Padilla, en el que el poeta Heberto Padilla fue obligado a hacer un mea culpa bajo presión sin haber cometido delito.

Hasta los materiales fílmicos de propaganda revolucionaria cubana, como Ustedes tienen la palabra (1974), sobre un juicio a cuatro personas acusadas de sabotaje en 1969, dejan en claro que en Cuba los abogados defensores suelen ser más acusadores y perjudiciales para la causa del acusado que el propio fiscal.

La realidad se ha encargado de demostrarlo en juicios a opositores, manifestantes del 11 de julio y a cualquiera que resulte molesto o pueda descubrir secretos o maniobras del gobierno, aunque no sea opositor.

Ochoa, ¿una amenaza para los Castro?

El periodista español José Manuel Martín Medem, autor del libro El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico (2014), ha señalado que la “acusación contra Ochoa era la de haber intentado establecer una relación personal y directa con Pablo Escobar que finalmente no se produjo”.

Ochoa fue realmente acusado de tres crímenes principales: enriquecimiento en el mercado negro, usando recursos del ejército cuando estaba en Angola en 1988; robo de $161,000 al ejercito sandinista en un trato de armas fallido, y elaboración de un plan para enviar cargamentos de cocaína a Estados Unidos, dijo la periodista norteamericana Julia Preston en su resumen del proceso, El juicio que sacudió a Cuba.

“Había una inquietud muy grande en Cuba, un descontento, y Ochoa significaba para mucha gente el cambio, el héroe que venia a salvarlos”, dice Jiménez Leal, apuntando hacia las buenas relaciones de Ochoa con Mijail Gorbachov.

“Cuando Gorbachov llegó a Cuba, Ochoa no se le despegaba. El chapurreaba perfectamente el ruso, y eso no le gustó al Comandante en Jefe”, afirma el cineasta, apuntando a la razón que muchos vieron para aplicar la pena de muerte a Ochoa.

El general Arnaldo Ochoa iba a ser nombrado jefe del ejército de Occidente cuando lo arrestaron en la oficina de Raúl Castro para ser juzgado en un proceso que se califica como un circo y luego fusilado, a los 59 años de edad.
El general Arnaldo Ochoa iba a ser nombrado jefe del ejército de Occidente cuando lo arrestaron en la oficina de Raúl Castro para ser juzgado en un proceso que se califica como un circo y luego fusilado, a los 59 años de edad.

Aunque las acusaciones no lo señalaban como responsable de tráfico de drogas, y tampoco Tony de la Guardia y sus subordinados lo culparon, los Castro consideraban que Ochoa les hacía sombra, es lo que muchos especulan.

Ochoa no colabora, no quiso asumir toda la responsabilidad”, dijo Castro en una sesión del Consejo de Estado, recordó el periodista José Manuel Martín Medem en una entrevista con Diario de Cuba.

Pero Ochoa tampoco estaba conspirando para derrocar a Fidel, afirmó Juan Reinaldo Sánchez, ex guardaespaldas de Fidel Castro, en una entrevista con el Nuevo Herald en el 2014 al cumplirse los 25 años del Caso Ochoa.

Preguntas y misterio del Caso Ochoa

¿Estaban Fidel y Raúl Castro enterados de los vínculos con el narcotráfico de los oficiales cubanos? ¿Era en verdad la isla un corredor para pasar drogas desde otros países de Latinoamérica a Estados Unidos? ¿Por qué ningún alto representante del mando de la contrainteligencia declaró en el juicio? Si los dirigentes cubanos conocían de esos y otros manejos, por qué decidieron castigarlos en ese momento? ¿Por qué se hizo partícipe a la población del juicio y del caso en un país que impera el secretismo?

Las múltiples interrogantes que dejó el juicio para los cubanos que lo vieron en 1989 en la televisión cubana, para los que han oído del juicio fuera de Cuba pero no fueron “testigos”, para cualquier estudioso del tema cubano y de la manera de operar de los regímenes totalitarios, el documental 8-A pone en orden un material que fue presentado sin pie ni cabeza y con una intención muy precisa del gobierno cubano.

Aunque buscara un efecto contrario, el juicio a Ochoa y los jerarcas que un día fueron privilegiados por el sistema mostró, entre otras cosas, la fragilidad del individuo en la Cuba de los Castro. Seguirán quedando muchas preguntas, pero repasar lo que hasta ahora nos dejan ver –porque mucho queda escondido en Cuba–, es un paso de avance que se podrá completar con el testimonio de Jiménez Leal sobre la filmación en la proyección del Koubek Center.

8-A, el filme, es un laberinto más lleno de preguntas que respuestas”, dice Jiménez Leal. “Y lo que para mí es más interesante, es que como en un film noir, aunque conoces el fin, sigues mirando con atención porque crees que quizás algo puede cambiar”.

El cineasta apunta que hay muchas versiones de la historia y que consideró hacerlo como un Rashomon. Pero pensó que si usaba demasiadas versiones, nada iba a ser creíble.

“Hasta que encontré el discurso de Fidel Castro, donde de alguna manera justificaba o le daba valor a las versiones. Escogí dos versiones de esa realidad, y la tercera es Fidel Castro que le da validez. La película está narrada por Fidel Castro prácticamente”, dice.

El crítico de cine Alejandro Ríos, que dirige el Ciclo de Cine Cubano, pone en perspectiva la importancia de 8-A.

“El director ucraniano Sergei Loznitsa ha elaborado un impactante documental sobre los juicios de Stalin, recurriendo a archivos que antes estuvieron vedados. Explora el pasado de ignominia del totalitarismo soviético. El documental 8-A, por su parte, nos ofrece el raro privilegio de observar, en detalle, la total impunidad del castrismo, una puesta en escena vernácula de su vocación criminal. La idea del miedo como filosofía para sostener el poder mal habido mediante la violencia. A diferencia del horror estalinista, que ya es historia, el régimen militar cubano ha sobrevivido 65 años y no le tiembla el pulso cuando tiene que matar”.

Cuando se le pregunta el alcance que puede tener 8-A, Jiménez Leal es escéptico. “La historia se borra, tiene la vigencia del momento, después la gente se toma una Coca-Cola, una cerveza... No creo que la gente aprenda nada. Esos horrores se pueden volver a producir perfectamente”, alerta el cineasta, que cuando se le pregunta cómo quiere que lo recuerden, usa la misma estrategia.

“Como un viejo loco y melancólico que siempre pensó ser Superman”, concluye.

8-A se presenta el 29 de febrero, 7:30 p.m., en Koubek Center del MDC, 2705 SW 3 St.