Jugar fútbol con sandalias de 1.50 dólares que hasta Gucci quiere copiar
ABIYÁN, Costa de Marfil — Los acaudalados profesionales de la selección nacional de fútbol de Costa de Marfil descansaban en su lujoso hotel la semana pasada, preparándose para un partido del torneo más importante de África, cuando Yaya Camara salió corriendo hacia un terreno polvoriento y empezó a dar un pase tras el otro a sus amigos.
Una y otra vez, acorraló el balón desinflado del partido y volvió a patearlo lejos de él con sus favoritos de futbol: unas sandalias de plástico desgastadas que han recibido burlas desde hace tiempo por ser los zapatos deportivos de los pobres, pero las cuales él y sus amigos llevan como una medalla de honor.
¿Botines brillantes como los de sus ídolos? No, gracias, respondió Camara, un mediocampista delgado de 18 años, mientras se secaba el sudor de la frente.
“¿Cómo empezaron a jugar los profesionales cuando eran niños como nosotros? Con las lêkê”, agregó, para referirse a las sandalias, las cuales son omnipresentes no solo en su juego espontáneo, sino en casi cualquier lugar donde un marfileño ponga los pies.
Aunque los mejores equipos africanos corren con costosos botines de marca en el campeonato continental de futbol de este año, la Copa Africana de Naciones, los jugadores aficionados confeccionan el mejor futbol callejero con las lêkê (pronunciada leh-keh).
Elogian las sandalias más baratas por su practicidad —“Son más ligeras, se ajustan mejor y son más cómodas donde jugamos”, en palabras de Camara— en partidos que no se disputan en campos de un pasto cuidado en estadios nuevos y relucientes, sino en innumerables campos de arena, patios polvorientos y callejones estrechos.
“Las lêkê son los zapatos nacionales de Costa de Marfil”, comentó Seydou Traoré, con los pies dentro de un par naranja (el color nacional) mientras veía un partido angustiante con docenas de vecinos y amigos —muchos de ellos también usaban lêkê— en un televisor que habían llevado a la calle.
No está claro cómo fue que el zapato se volvió tan popular en Costa de Marfil. La mayoría de los jugadores señalaron que las usaban desde pequeños. Los niños las llevan a la escuela. Y florecen en innumerables pies cuando las calles de Abiyán se llenan de agua durante la temporada de lluvias.
Y, aunque la sandalia de plástico se ha vuelto tendencia en el mundo de la moda en años recientes —marcas de lujo como Gucci han creado su propia versión—, en Costa de Marfil es chic tanto por estilo como por pragmatismo.
“A excepción de usarlas en la oficina, se pueden usar en todas partes, incluso en una fiesta”, afirmó Traoré, un jugador aficionado que alguna vez compitió en la segunda división de Costa de Marfil.
Los tacones, los zapatos de vestir o las sandalias de cuero siguen siendo el calzado preferido para ir a la oficina en Costa de Marfil, una de las principales economías de África Occidental y el hogar de una clase media dinámica. No obstante, el atractivo de la lêkê brilló con luz propia hace unos años, cuando un famoso cantante convertido en empresario posó en la portada de una revista de estilo con un traje gris al estilo de Occidente y sandalias blancas de plástico.
La historia cuenta que la sandalia de plástico nació en 1946, cuando un cuchillero francés inventó el modelo original porque quería utilizar un gran lote de plástico que había encargado para hacer cuchillos. Su forma original —suela salpicada de tachones, punta redonda y parte superior de tejido de cesta— casi no ha cambiado en décadas.
La empresa francesa que ahora posee la patente, Humeau-Beaupreau, vende 800,000 pares al año, según un representante de la empresa. Sin embargo, la mayor parte de las lêkê que se ven por África Occidental son de fabricación local; en Costa de Marfil se puede comprar un par en casi cualquier esquina por aproximadamente 1.50 dólares.
Una tarde reciente, Céliba Coulibaly y Saliou Diallo estaban comprando un nuevo par —“chap chap” o con prisa, mencionaron— porque tenían que recoger entradas para un partido de la Copa de Naciones que mucho más tarde ese mismo día jugaría Guinea, el país natal de Diallo.
Por supuesto que iban a ir al estadio en lêkê, comentó Diallo. “Son ligeras y cómodas”, agregó. “¿Qué más me pondría?”.
En Costa de Marfil, los futbolistas aficionados están divididos en torno a cuál es el mejor modelo para usar: las que tienen el nombre del astro argentino Lionel Messi o las que tienen el nombre de Basile Boli, un jugador francés nacido en Costa de Marfil que se retiró del fútbol antes de que nacieran muchos de los que ahora usan lêkê.
Como calzado de futbol, las lêkê son un compromiso a corto plazo, pues las correas suelen romperse a las pocas semanas. Solo se cambian por otras cuando ya no sostienen más el pie, por lo que las suelas gastadas son un motivo de orgullo, prueba de horas de juego ininterrumpido en las canchas irregulares, conocidas a nivel local como Maracaná, en homenaje al famoso estadio de fútbol de Río de Janeiro. Las cicatrices y arañazos que deja en los pies la correa metálica son tanto un emblema de sufrimiento como un símbolo de dedicación al juego, según los jugadores.
“Si viene alguien con botines apropiados, nos burlaremos de él: ‘¿Te crees profesional o qué?’”, comentó Iliass Sanogo mientras observaba a un grupo de amigos —todos calzando lêkê— jugar en el ocaso brumoso.
c.2024 The New York Times Company