Jugamos a la pelota con Cuba en Miami, llenamos el estadio y nos expresamos. ¡Victoria! | Opinión

A pesar de que el personal del estadio loanDepot Park trató de sofocar el contenido político de la ropa de los fanáticos y las pancartas, la libertad de expresión ganó el día en Miami el domingo.

El equipo de béisbol estatal cubano del Partido Comunista jugó en la Capital del Exilio durante la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol, que Estados Unidos ganó 14-2. Fue una primicia histórica desde la revolución de 1959, y otra señal de que la administración Biden está negociando un deshielo con Cuba.

Escuchar el Himno Nacional de Cuba retumbar en la casa de los Marlins despertó emociones en los cubanoamericanos como yo, para quienes ese himno es tan nuestro como siempre.

Que fuera elegido Liván Hernández para llevar a cabo el primer lanzamiento —en 1995 desertó de Cuba y en 1997 fue el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial de los Marlins de Florida— fue perfecto. Y, gracias a un juego televisado a nivel nacional en Cuba, las víctimas de la dictadura de 64 años, los viejos intransigentes y los jóvenes disidentes de izquierda, fueron vistos y escuchados, fuera y dentro del estadio, en la isla y alrededor del mundo.

Por una noche los cubanos en Miami se unieron a las consignas de “¡Patria y Vida!” y “¡Libertad!”.

Esas mismas consignas en suelo libre y frente a representantes del régimen, costaron la libertad a cientos de valientes cubanos en la isla tras las históricas protestas del 11 de julio de 2021. Fueron estas mismas consignas las que en su momento el presidente Biden llamó “un grito de libertad”.

Las emociones impulsadas tanto por los deportes como por la política —el cubanoamericano Nolan Arenado logrando un triple para el equipo de EEUU— vinieron con el territorio. Al igual que las imágenes: una pancarta llamó al evento “festival del béisbol”. Otro colgado de la barra de Budweiser: “Viva Cuba Libre de Dictadura”.

Deportes y política

Aunque el juego favoreció desde temprano a Estados Unidos, fue una demostración formidable del papel que los foros deportivos están jugando en la lucha por los derechos humanos en este país a pesar del descontento de los fanáticos puristas, los dueños de los equipos, las Grandes Ligas de Béisbol, la Liga Nacional de Fútbol y la Asociación Nacional de Baloncesto.

Fuera queda pretender que política y deporte no se mezclan, cuando en realidad van mano a mano para esta generación.

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Apoyé 100 % el derecho de Colin Kaepernick a arrodillarse. Un gesto simbólico para llamar la atención sobre el asesinato de estadounidenses negros desarmados por parte de la policía, y sigo pensando que su expulsión del juego, bajo la presión de la retórica del expresidente Donald Trump, fue una decisión vergozosa de la NFL.

Así que estoy del lado del activista cubano por los derechos humanos que obtuvo un asiento en la primera fila detrás de la base de operaciones, vistiendo una camiseta del Che Guevara “Asesino” en la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol del domingo.

Un ícono para los ignorantes, Guevara era homofóbico, despiadado y dirigió los infames pelotones de fusilamiento que quitaron la vida a muchos cubanos sin llevar a cabo un juicio adecuado.

Los lanzadores cubanos no tuvieron más remedio que enfrentarse cara a cara con la disidencia. Curiosamente, la oposición también parecía provenir de adentro. El receptor Iván Prieto González no se presentó en el Aeropuerto Internacional de Miami para el vuelo de regreso a La Habana y aparentemente desertó.

Bienvenido a Miami, Iván.

Cuba regresó a La Habana con un hombre de menos. Iván Prieto González, quien era el receptor de bullpen de la selección que participó en el Clásico Mundial de Béisbol, se quedó en Miami después del choque del domingo contra los Estados Unidos.
Cuba regresó a La Habana con un hombre de menos. Iván Prieto González, quien era el receptor de bullpen de la selección que participó en el Clásico Mundial de Béisbol, se quedó en Miami después del choque del domingo contra los Estados Unidos.

Ahora forma parte del éxodo más grande de Cuba que jamás hayamos visto, solo que no soportó un viaje a la frontera sur ni arriesgó su vida navegando por el Estrecho de Florida. El béisbol era su boleto.

La única sorpresa es que no se le unieron más miembros del equipo.

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Pueden estar seguros de que estoy con el pueblo cubano y su lucha para liberarse de una de las dictaduras más antiguas del mundo. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. Es hora de que Cuba se una al grupo de naciones democráticas en América Latina. Si la gente quiere un gobierno de izquierda, lo elegirá en elecciones reales, no en las falsas en las que la gente se ve obligada a votar por los “candidatos” elegidos por el único partido gobernante.

Así que gracias MLB, por cortejar a funcionarios cubanos durante años y hacer que el juego de Miami suceda, un ejercicio de libertad de expresión, muy necesario en Florida y digno de las barras y estrellas americanas.

El manifestante y escritor Carlos Manuel Álvarez lleva una bandera cubana con las palabras ‘Patria y Vida’ y corre en el campo mientras el jugador de cuadro cubano Andy Ibáñez (77) observa durante el partido entre Estados Unidos y Cuba, en la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol celebrada en el LoanDepot Park en Miami, Florida, el 19 de marzo de 2023.

Lecciones en libertad de expresión

Pero, Miami, ¿podemos hacer que la práctica de respetar la disidencia sea una característica permanente en una ciudad donde la gente dice que valora la democracia, pero en realidad solo lo hace cuando beneficia su punto de vista?

Me preguntaba qué podría haber pasado si alguien hubiera usado una camiseta de “Viva Fidel” o coreado el lema castrista que Cuba adoptó en 1960, “Patria o muerte, venceremos”. Nadie lo hizo, que yo sepa, pero Miami no obtuvo un puntaje perfecto en tolerancia de todos modos.

Si bien la mayoría de la gente no se enojó con los jugadores, apareció un video en donde un puñado de jóvenes asistentes al juego arrojaron cerveza y vasos a los funcionarios de la delegación cubana.

Invadir el espacio personal de alguien y atacarlo está mal, sin importar lo que represente, además, puede lograr que que lo arresten. Peor aún, diluye la rectitud moral de la causa por una Cuba libre. No es una buena imagen que los cubanoamericanos actúen como lo hacen las turbas procastristas en la isla.

Después de todos estos años, la tolerancia es una lección que Miami todavía necesita aprender.