Jugó en Boca, brilló en el Superclásico que le costó el cargo a Ramón Díaz y hoy es fumigador
Desde Río Negro, Chile, en un pueblo de 15 mil habitantes, Marco Bahamonde atiende a LA NACION. En 1998, procedente del club Provincial Osorno (actualmente en la tercera categoría del fútbol trasandino), este volante ofensivo pisó la Argentina para ponerse la camiseta de Boca Juniors. Su estadía coincidió con una de las épocas más gloriosas del club con Carlos Bianchi a la cabeza y jugadores de excelentísima reputación en el plantel, como Juan Román Riquelme y Martín Palermo.
Tras jugar 10 partidos en la Primera de Osorno y participar en el Sub-20 de su país, Bahamonde vio cómo su carrera escaló de manera vertiginosa. “Fue sorpresivo el hecho de llegar a Boca. Mi representante me consiguió una prueba por dos semanas junto a mi compañero de equipo Alberto González. Mi juego se ve que gustó porque confiaron en mí y decidieron que me quede en la Quinta División”, explicó el chileno, que se desempeñaba en el frente de ataque y fue adquirido por 100 mil dólares por la institución de La Ribera.
Con el sueño a cuestas de estar en Boca, Bahamonde participó de varias giras por Irlanda, Inglaterra y España hasta que Bianchi decidió subirlo al plantel superior para realizar la pretemporada en el año 2000 en Mar del Plata y Tandil que incluyó varios amistosos de los recordados torneos de verano.
Un verano, un despido, todas las miradas
El 9 de febrero de 2000, en el marco de la Copa Ciudad de Mar del Plata, Boca y River se midieron en un encuentro que terminaría en triunfo Xeneize por 2-1. Dos días más tarde, el resultado decantaría en la renuncia de Ramón Díaz del Millonario. Con la camiseta número 10 en su espalda, Bahamonde integró el equipo titular y hasta el día de hoy recuerda indicaciones de Bianchi y cuál fue su función dentro del campo de juego.
“Tuve mucho nerviosismo el día anterior, no dormí. Sentí una gran responsabilidad que por suerte a los 10 minutos del partido pude liberarme. Carlos (Bianchi) me ubicó sobre una banda y me pidió que haga el trabajo sucio de que Gustavo Lombardi no pueda sacar ningún centro”, manifestó Bahamonde, quien a pesar de cumplir con las indicaciones al volver a Buenos Aires no siguió entrenando con sus compañeros.
Al tener el cupo de extranjero completo (cuatro lugares), Bianchi prescindió de Bahamonde, quien quedó relegado de la consideración sin poder participar ni siquiera del torneo local. Eso, en consecuencia, derivó en un shock emocional para el chileno que pasó a préstamo a El Porvenir, por ese entonces filial de Boca, y su derrotero continuó en su país de origen sin poder asentarse ni demostrar las credenciales que en su momento lo trajeron para estas tierras.
“Cuando volví a Chile estuve un tiempo en Universidad Católica, volví a Osorno y tuve varias lesiones como una luxación de tobillo que me tuvo un año fuera de las canchas. Al regresar de la lesión subí mucho de peso, no pude recuperarme ni tener la regularidad que quería”, deslizó el protagonista de esta historia que atravesó muchas circunstancias adversas que lo obligaron a replantearse su futuro y así terminar su carrera a los 24 años para comenzar con una faceta totalmente ajena al fútbol.
De usar la 10 de Boca a hacer control de plagas en empresas
La carrera profesional de Marco Bahamonde duró seis años. Sin conseguir el rédito económico para solventarse, su vida cambió radicalmente cuando consiguió empleo de vendedor de zapatillas en la cadena Falabella.
“Trabajé en varios lugares. Después de ser vendedor me compré un camión para el reparto de gas y también lo utilicé para los fletes acá en Osorno”, indicó el exfutbolista que tiene tres hijos y se alejó rápidamente de los flashes de las cámaras que en algún momento lo ubicaron como una de las promesas del fútbol chileno.
En la actualidad, Bahamonde trabaja para una empresa que se dedica al control de plagas en edificios. “Es un oficio que me hace viajar a diferentes ciudades y me gusta. Fumigamos en predios agrícolas y edificios con la nebulizadora. También hacemos control de roedores”, explicó sobre su nueva faceta.
Con el reconocimiento a cuestas, Bahamonde reconoce que sonríe cuando le nombran su paso por Boca. “Hay veces que digo ‘no lo puedo creer’. Mi peor error fue alejarme del club y no lucharla. Lo que a mí me afectó fue no tener el cupo de extranjero”, subraya a la distancia, a pesar de sentir un orgullo grande por haber pertenecido a una institución emblema, que le dio la posibilidad de usar un número emblemático en su espalda.
“Mi ascenso fue rápido, como así también el descenso”, concluye Bahamonde, que revisa su reloj y pide cortar el diálogo porque finaliza su horario de almuerzo.