Los Juegos Olímpicos de París sanean su funcionamiento

Carril para bicicleta a lo largo del bulevar Saint-Michel en París, donde se han añadido cientos de kilómetros de estas ciclovías en los últimos años, el 29 de febrero de 2024. (Yulia Grigoryants/The New York Times).
Carril para bicicleta a lo largo del bulevar Saint-Michel en París, donde se han añadido cientos de kilómetros de estas ciclovías en los últimos años, el 29 de febrero de 2024. (Yulia Grigoryants/The New York Times).

PARÍS — ¿Cómo se realiza en la era del calentamiento global un evento deportivo internacional al que asisten millones de personas a una sola ciudad?

Esa es la prueba para los Juegos Olímpicos de París 2024 este verano.

Los organizadores afirman que están sometiendo a las Olimpiadas a una dieta de calentamiento climático. Según ellos, estos Juegos Olímpicos no generarán más que la mitad de las emisiones de gas de efecto invernadero de los anteriores. Eso significa disminuir al máximo todo lo que produce las emisiones que calientan el planeta: electricidad, alimentos, construcciones y transporte, incluida la turbosina que quemarían los atletas y los aficionados para viajar desde todas partes del mundo y llegar hasta ahí.

Por su naturaleza, un evento al que acuden 10.500 atletas y cerca de 15 millones de espectadores va a tener un costo en términos medioambientales. Y eso ha hecho que quienes adoran las Olimpiadas pero odian la contaminación sugieran que estos Juegos Olímpicos se repartan en las instalaciones ya existentes en todo el mundo a fin de que no se necesiten tantos nuevos edificios y viajes en avión. Por esa razón, París está siendo vigilado con mucha atención.

La ciudad está dándole más espacio a las bicicletas y menos a los automóviles. Está eliminando los enormes generadores que funcionan con diesel, un elemento básico de los grandes eventos deportivos. Está planeando menús para los huéspedes cuyo cultivo y cocción no generen tanta contaminación como las típicas comidas francesas: con más vegetales y menos carne a la pimienta. Habrá paneles solares que floten de manera temporal sobre el río Sena.

Pero tal vez la medida más importante que han tomado los organizadores sea lo que no están haciendo: construir. Al menos, no tanto.

Una estación del metro, el cual cuenta con nuevas ampliaciones en dos de sus líneas, mismas en las que los trabajadores se encuentran laborando a marchas forzadas para terminarlas antes de los Juegos Olímpicos de Verano, en París, el 29 de febrero de 2024. (Yulia Grigoryants/The New York Times).
Una estación del metro, el cual cuenta con nuevas ampliaciones en dos de sus líneas, mismas en las que los trabajadores se encuentran laborando a marchas forzadas para terminarlas antes de los Juegos Olímpicos de Verano, en París, el 29 de febrero de 2024. (Yulia Grigoryants/The New York Times).

En vez de construir nuevas obras emblemáticas para las Olimpiadas (lo cual genera muchas emisiones de gas de efecto invernadero por la fabricación del concreto y el acero), se están reutilizando muchos de sus lugares de interés existentes, entre ellos el Gran Palacio, la plaza conocida como de la Concordia e incluso la piscina construida para los Juegos Olímpicos de París 1924.

Pero esto no ha ocurrido sin controversia.

Una importante iniciativa para la reducción de emisiones, la decisión de prescindir del aire acondicionado convencional en la villa olímpica, ha planteado preocupaciones. En su lugar, los edificios emplearán un sistema de enfriamiento que utiliza agua extraída del subsuelo. Varios equipos olímpicos están considerando llevar sus propios aparatos de aire acondicionado.

No obstante, existe la esperanza de que los experimentos de este tipo sirvan como modelo para otros Juegos Olímpicos en el futuro y otras ciudades de todo el mundo. Los pocos edificios nuevos que se están construyendo, entre ellos los que albergan a los atletas, así como un complejo de piscinas y un estadio, están utilizando menos cemento y más madera. Cuentan con paneles solares y vegetación sobre sus azoteas.

También se espera que los nuevos edificios tengan una vida que vaya mucho más allá de las Olimpiadas. Están diseñados para que los residentes locales los usen en las próximas décadas y, según los dirigentes del comité organizador de París 2024, para revitalizar los suburbios de la ciudad. “Nos planteamos objetivos que nunca se habían planteado para ningún evento anterior, no se diga a esta escala”, señaló Georgina Grenon, quien está a cargo de los esfuerzos medioambientales de los Juegos Olímpicos.

Los críticos objetan que, aunque es admirable gran parte de lo que está haciendo París, sobre todo las restricciones a nuevas construcciones, para combatir de verdad la crisis climática se requiere algo más que reducir emisiones aquí y allá. “Tenemos que replantearnos fundamentalmente estos megaeventos”, señaló Cesar Dugats, cofundador de un grupo de análisis climático llamado Eclaircies. “En vez de concentrar todos los eventos en una sola ciudad, podría considerarse distribuirlos en todo el mundo”.

‘Es una gran prueba’

Hay un riesgo más inmediato que enfrentan los Juegos Olímpicos: el cambio climático en sí. El aumento de la temperatura global está haciendo que los veranos de París sean tan calurosos que impliquen un peligro. Eso ha incrementado las inquietudes sobre cómo proteger a los atletas y a los aficionados a fines de julio y principios de agosto.

Las autoridades de la ciudad afirman que durante los últimos años se han plantado miles de árboles para atenuar el calor del verano. Están erigiendo torres que emiten llovizna para que esta se esparza por el aire. Se pretende colocar amplias sombrillas debajo de las cuales puedan esperar los aficionados. “Tenemos soluciones, nos estamos preparando”, comentó Dan Lert, vicealcalde encargado de preparar la ciudad para el calor. “Es una gran prueba”.

La reestructuración de una ciudad histórica

Cuando se trata de emisiones, el transporte es otro dolor de cabeza. París ya ha estado restringiendo el espacio para los automóviles y dando espacio a las bicicletas; además, está usando estos Juegos Olímpicos para acelerar ese cambio.

Pero las Olimpiadas, con sus enormes multitudes, suscitan una amenaza a la manera en que los parisinos se mueven por la ciudad y muchos de ellos están haciendo planes para irse de vacaciones y huir de ella.

Pierre Rabadan, un exjugador de rugby que ahora es vicealcalde en el área de deportes, se encogió de hombros para protegerse del viento y salió con paso enérgico de la parada del tranvía que está frente al nuevo estadio de baloncesto de la ciudad, sobre la calle de la Chapelle. Señaló una ciclopista casi terminada que corre a lo largo de la calle, construida en una amplia avenida destinada a los automóviles.

Desde la elección de Anne Hidalgo como alcaldesa en 2014, París ha añadido casi 600 kilómetros de carriles para bicicleta. Cerca del diez por ciento se han denominado “olimpistas”.

“El problema es que construimos la ciudad en torno a los automóviles”, explicó Rabadan.

Otro problema es que el sistema del metro de la ciudad está desbordado. Los vagones ya van repletos y los trabajadores se apresuran para terminar las nuevas ampliaciones a dos de las líneas a tiempo para los Juegos Olímpicos.

Con el fin de brindarles espacio a los asistentes a las Olimpiadas, las autoridades han exhortado a la población a no usar los vagones o a trabajar desde casa.

‘Un laboratorio’

Según Grenon, los Juegos Olímpicos nos proporcionan “un laboratorio”, sobre todo en el caso de edificios diseñados desde cero.

Un nuevo centro acuático, al final de una autopista en el suburbio de Saint-Denis, al norte, es una obra emblemática de pino y abeto de Douglas. Su techo de 5000 metros cuadrados dibuja una curva como si fuera una ola: los arquitectos la diseñaron de tal modo que reduzca el tamaño del edificio y disminuya la energía que se requiere para calentar el espacio.

La piscina tiene cinco metros de profundidad solo en la parte necesaria para clavados de mayor profundidad y es menos profunda donde no se necesita. Eso también ahorra agua y la energía que se requiere para calentarla. Parte de ese calor vendrá de un centro de datos cercano. Los 5000 asientos del recinto están fabricados con plástico reciclado.

El objetivo, señaló Cécilia Gross, una de los arquitectos, era “hacer más con menos”.

c.2024 The New York Times Company