Juan José Sebreli, en un homenaje por sus 90 años: "La grieta la inventó Perón"
Siguen los homenajes a Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930), uno de los intelectuales contemporáneos más lúcidos de la Argentina. Convocado por la Fundación Federalismo y Libertad, de San Miguel de Tucumán, y en el marco de las VIII Jornadas "Cultura y libertad", este jueves un seleccionado de intelectuales, políticos y académicos brindó videoconferencias sobre ese universo de ideas en ebullición llamado Sebreli, autor de clásicos como Buenos Aires, vida cotidiana y alienación y El asedio a la modernidad. El martes de la semana anterior, cuando cumplió noventa años, había presentado su nuevo libro, Desobediencia civil y libertad responsable (Sudamericana), en coautoría con el escritor Marcelo Gioffré. Este jueves por la tarde, en un nuevo encuentro virtual, Blas Matamoro, Beatriz Sarlo, Tomás Abraham, Jaime Durán Barba, Fernando Iglesias, Pablo Avelluto y Jorge Lanata analizaron los aportes de Sebreli a distintas disciplinas y prácticas, que van desde la lucha por los derechos de los homosexuales en el país hasta la crítica del autoritarismo, pasando por la forma del ensayo filosófico, género en el que se destaca como autor, y la sociología. El cierre, que antecedió la aparición del protagonista de las jornadas, acompañado por Gioffré, estuvo a cargo del periodista y escritor Jorge Lanata.
"La grieta existía en la época del propio Perón, las familias se peleaban en las Fiestas -dijo Sebreli a LA NACION horas antes del inicio de las jornadas-. La grieta la inventó Perón; empezó en su segunda presidencia, entre 1952 y 1955, cuando él intenta imponer un totalitarismo en las escuelas y en la sociedad, fue el mejor periodo económico y a la vez el peor periodo político del peronismo. Antes la política no existía. Lanata iba a escribir un libro sobre la grieta, que creo que quedó en la nada, y me llamó para consultarme si la polarización existía antes. Por supuesto que sí".
En el texto de Sebreli que se leyó al final del homenaje, el autor indica que, como otros participantes de las jornadas, se sintió impelido a ser testigo de una época de modernización cultural en el país, a la que siguieron "terribles años de violencia y terror". No sin melancolía, cita a Simone de Beauvoir, a la que conoció en París. "Ella decía que cuando uno envejece el mundo se despuebla, eso me ocurre a mí que cada vez encuentro menos gente con la que hablar de lo que me interesa, los libros y las películas de las que ya nadie se acuerda".
Itinerario de un librepensador sudamericano
En la década de 1970, junto con el escritor y traductor Blas Matamoro, el primer disertante del evento, Sebreli y Héctor Anabitarte fundaron el Frente de Liberación Homosexual (FLH), al que luego se sumaron los escritores Juan José Hernández y Manuel Puig."Teníamos un proyecto reformista -dijo Matamoro-. Queríamos que se derogaran los edictos policiales que permitían que se detuviera a las personas por la calle y estábamos en contra de la idea de que hay sexualidades aceptables y otras que no". Matamoro y Sebreli iniciaron entonces una amistad que lleva décadas. Luego leyó un texto centrado en la relación del homenajeado con el tercermundismo. "Lo conocí en 1965 y desde entonces somos amigos, pese a esa tradición sebrelesca de llevarse mal con todo el mundo -evocó Matamoro-. En esa época había tres mundos: el capitalista, el comunista y los países del llamado tercer mundo. El Sebreli de los años 60 estaba a favor del tercer mundo pero no del caudillismo; se mostraba alejado tanto de los populismos como del elitismo". Para el autor de Nieblas, atarse a una ortodoxia partidaria impide la crítica. No se descarta que Matamoro y Sebreli publiquen un libro de diálogos.
El diputado nacional Fernando Iglesias, amigo y discípulo de Sebreli, se refirió al modo en que el autor de Crítica de las ideas políticas argentinas considera al peronismo un bonapartismo. "Es un gusto participar de un homenaje a Juan José", dijo Iglesias. A continuación, indicó que existen muchos puntos de contacto entre el pensamiento de Sebreli y el de Juan Bautista Alberdi. "Su obra se inscribe en la tradición de grandes pensadores". Los libros decisivos del autor son, para Iglesias, Los deseos imaginarios del peronismo y El asedio a la modernidad. "Él encontró en el tiempo una clave nueva para pensar la modernidad -agregó-. Era y es un pensador multidimensional, que enfrentó prejuicios académicos". Iglesias alertó contra "el deseo de unanimidad" que palpita en la sociedad argentina. "En el país, pensadores como Sebreli tienden a ser acallados y vilipendiados, porque van contra la corriente".
Desde Ecuador, el asesor político Jaime Durán Barba examinó los planteos sebrelianos en torno a la relación entre política e intelectuales. Parafraseando una fábula del historiador judío Isaiah Berlin, Durán Barba comparó a Sebreli con un zorro. "A diferencia de los erizos, los zorros desconfían de las verdades únicas; los zorros dan vuelta los conceptos y tratan de ver lo que está oculto", dijo. En la Argentina, "una nación en permanente crisis", según Durán Barba, Sebreli es un intelectual que fastidia a los que creen en verdades absolutas. "El intelectual [no orgánico] circula en zonas grises, en la duda, en la ironía. Lo que me encanta de Sebreli es su libertad", destacó.
El cine fue muy importante en la educación sentimental y estética de Sebreli. "Él encarna un perfil de intelectual que probablemente, como él mismo dice, citando al actor Leslie Howard en el film El bosque petrificado, pertenece 'a una raza en extinción' -remarcó Pablo Avelluto, exsecretario de Cultura de la Nación-. Representa el rol del intelectual crítico del siglo XX, con sus aciertos, sus errores y sus contradicciones, pero de pensamiento libre". Con imágenes de fondo del cine Ópera, de la actriz Mecha Ortiz y de escenas de las películas preferidas de Sebreli, Avelluto definió al homenajeado como un "extraordinario espectador de cine" y un "adicto al cine, como el personaje de Mia Farrow en La rosa púrpura del Cairo". Según sus escritos autobiográficos, Sebreli dejó atrás la niñez cuando vio Crimen y castigo, en la versión de Josef von Sternberg, a los trece años. Entre los veinte y los treinta, empezó a interpretar el cine como un ritual social y, a veces, sexual. Y en un tercer momento, se enfocó en el cine como fenómeno artístico. "Ese Sebreli mira los decorados, los vestuarios, las escenografías; su mirada va en direcciones diferentes de las de otros", reveló Avelluto.
El filósofo Tomás Abraham expuso su mirada sobre el homenajeado. "Lo vi por primera vez en la calle Corrientes, vestido de negro, flaquito, como fugándose", contó Abraham. Luego se refirió a un texto de Sebreli sobre Roberto Arlt publicado en la revista Contorno, que se distanciaba de las interpretaciones dominantes sobre el autor de Los siete locos. "El Arlt de Sebreli es un artista, es un escritor, y no está analizado políticamente". Luego habló sobre el trío de amigos que integró con Carlos Correas y Oscar Masotta."Los tres pertenecían a una izquierda huérfana -dijo Abraham-. Y eran hijos del San Genet, de Jean-Paul Sartre". Para el filósofo, Sebreli siempre fue un cascarrabias pero nunca sintió odio. "No le creo el republicanismo -confesó-. Él siempre fue una oveja negra y ahora es la oveja negra del Pro".
Para Sarlo, Sebreli es el ensayista argentino por antonomasia. "La batalla decisiva en la que participó se dio entre la sociología científica, que encarnaba Gino Germani, y lo que se designaba peyorativamente el ensayismo -indicó Sarlo-. Esa batalla la ganó Sebreli". Como recordó la autora de La pasión y la excepción, el intelectual conquistó al gran público muy joven. "Con Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, se hablaba de él sin haberlo leído: eso es llegar al gran público y con su libro Eva Perón, ¿aventurera o militante? pudo interpelar a los que la consideraban una aventurera y a los que pensaban que Eva era una militante". Con su libro sobre el peronismo, inició muy temprano la investigación sobre el "hecho maldito" de la política local. "A Sebreli hay que juzgarlo por el don de su escritura", afirmó Sarlo.
La videoconferencia de clausura estuvo a cargo de Lanata. Cigarrillo en mano, contó su primer recuerdo con Sebreli. "En 1985 le compramos la revista El Porteño a Gabriel Levinas. Estuve dos años y la primera demanda que tuve fue del sindicato de encargados. Habíamos hecho una entrevista con Sebreli y pusimos un recuadro con una frase suya donde insultaba a los porteros. Mi primer vínculo fue una denuncia judicial". Para Lanata, la cultura actualmente está manejada por los críticos y los curadores, más que por los hacedores. "Y él es un hacedor. Sebreli estuvo condenado a la originalidad, no puede haber dos como él", destacó, antes de elogiar Desobediencia civil y libertad responsable. "Es un tipo valiente y un tipo libre".
A su turno, y luego de una conversación entre los invitados, Gioffré contó la génesis del nuevo libro, que tuvo lugar en un programa de cable que conduce el periodista Diego Sehinkam. Allí expuso su tesis sobre la desobediencia civil, en relación con la gestión de la cuarentena por parte del Gobierno nacional."La desobediencia civil no se aplica en una dictadura, donde lo que hay que hacer es la revolución o el tiranicidio, ni en una democracia perfecta, que cuando hay fallas estas se corrigen a través del voto, sino en democracias con importantes fallas, que no pueden esperar a la siguiente elección para ser resueltas -dijo Gioffré-. Ahí entra en juego la desobediencia civil, que debe ser no violenta, pública y respetuosa del sentido comunitario".
A continuación, compartimos el texto escrito especialmente por Sebreli para el homenaje que lo tuvo como protagonista.
La heterogénea mezcla de hombres y mujeres de la cultura que se han reunido con la excusa de mis noventa años, y en medio de la larga pandemia que estamos viviendo, no comparten la misma edad, pero todos comenzamos a escribir a mediados del siglo XX o en la segunda mitad del siglo XX. Durante esa breve primavera porteña de modernización de la cultura y los hábitos, también compartimos los terribles años de violencia y terror que siguieron. Más allá de la diversidad de los puntos de vista nos sentimos impelidos a ser testigos de aquella época que cada vez son menos los que la han vivido.
Simone de Beauvoir decía que cuando uno envejece el mundo se despuebla, eso me ocurre a mí que cada vez encuentro menos gente con la que hablar de lo que me interesa, los libros y las películas de las que ya nadie se acuerda.
Por eso me siento profundamente conmovido por que Blas Matamoro, Tomás Abraham, Jaime Durán Barba, Beatriz Sarlo, Jorge Lanata, Fernando Iglesias, Pablo Avelluto y Marcelo Gioffré hayan elegido compartir conmigo este momento en el que todo parece derrumbarse a nuestro alrededor. Muchas gracias