Jada Pinkett Smith libera sus demonios y espera que tú también lo hagas
CALABASAS, California — Durante décadas, Jada Pinkett Smith ha estado plagada de ideas falsas: sobre la dinámica de su matrimonio con Will Smith, sobre su vínculo con Tupac Shakur y, más recientemente, sobre la bofetada en los premios Oscar del año pasado. Pero en “Worthy”, su libro de memorias de 400 páginas repleto de revelaciones, esos hilos discordantes, y otros, serán cortados en términos inequívocos.
Incluso los devotos de su popularísima serie web “Red Table Talk” —en la que ella, su hija Willow y su madre, Adrienne Banfield Norris, profundizan en todo tipo de temas personales, sociales y culturales— se darán cuenta de lo poco que saben de Pinkett Smith. El libro, publicado el martes por Dey Street, le ofrece la oportunidad de contextualizar un viaje complejo y multifacético que no se puede analizar en 45 minutos en su programa, según me contó en septiembre en la sede de Westbrook, la empresa de entretenimiento que fundó con Will Smith en 2019.
“¿Cómo cautivas a la gente que cree que ya conoce tu historia?”, preguntó Pinkett Smith, que cumplió 52 años pocos días después de que nos sentáramos en unos sofás, mirando hacia un cielo atípicamente lluvioso del sur de California.
En el penúltimo capítulo del libro, titulado “La broma sagrada, la bofetada sagrada y las lecciones sagradas”, Pinkett Smith relata aquella infame noche de los premios Oscar, una de las más surrealistas de su vida, en la que Will Smith sorprendió al mundo cuando subió al escenario y abofeteó a Chris Rock después de que este hiciera una broma improvisada sobre el cabello corto de Pinkett Smith. Ella padece alopecia, una enfermedad que provoca la caída del cabello, lo cual Rock dice que no sabía. (No era la primera broma que hacía a costa de ella desde el escenario de los premios Oscar). Después de volver a su asiento, Smith le gritó a Rock: “¡No menciones el nombre de mi esposa!”. Minutos después, Smith ganó el premio Oscar al mejor actor principal por su papel en “Rey Richard: Una familia ganadora”.
Ella, como millones de telespectadores, se apresuró a tratar de comprender lo que había sucedido. Pero parte de su sorpresa se debía a un motivo distinto al de quienes sintonizaron la gran noche de Hollywood: escuchar a Smith llamarla esposa. “Aunque hacía tiempo que no nos llamábamos marido y mujer, pensé: ‘Ahora soy su mujer. Estamos en esto juntos’. Así soy yo”, me dijo, y añadió: “Ese es el regalo que tengo que ofrecer, poder decir: ‘Oye, estoy aquí contigo’”.
Entre Smith y Rock hubo décadas de falta de respeto, desde finales de la década de 1980, antes de que ninguno de los dos la conociera, señala Pinkett Smith. “No juzgué a Chris, no juzgué a Will”, dijo. “Yo pensé: ‘Ah, esto es un choque espiritual’”.
“No tenía nada que ver con Jada”, me dijo Banfield Norris durante una entrevista en video. “Era realmente el dolor de Will”.
Y tenía un dolor tremendo, y frágil, comentó Pinkett Smith. Hacía poco que había terminado de rodar “Emancipation”, un infernal drama de la época de la Guerra Civil que fue un tormento psicológico para Smith, que interpreta a un hombre esclavizado. (Smith ha dicho que “se retorció” en el papel, y “perdí la noción de hasta dónde había llegado”). “Sabía en mi corazón que me necesitaba a su lado más que nunca”, aseguró Pinkett Smith.
Pinkett Smith también habla de las críticas que recibió por poner los ojos en blanco ante el chiste de Rock —una reacción que, según algunos, incitó a Smith a irrumpir en el escenario— para ilustrar cómo las mujeres están condenadas si hacen algo, y también si no lo hacen. “Era fácil hilar la historia de cómo la megaestrella perfecta de Hollywood había caído en desgracia por culpa de su esposa imperfecta”, escribe. “Culpar a la mujer no es nada nuevo”.
“¿Cómo es que una mujer puede ser tan irrelevante y culpable al mismo tiempo?”, se pregunta. “Tuve que pensar en el relato que se hacía de mí como esposa adúltera, que había llevado a su marido a la locura con una sola mirada. Tuve que responsabilizarme de haber contribuido a la existencia de esa historia falsa. También tuve que reírme ante la idea de que el mundo pensara que yo ejercía ese control sobre Will Smith. Si yo tuviera ese nivel de control sobre Will, cariño, mi vida habría sido muy diferente estas casi tres décadas. ¡En serio!”.
Cuando dice “adúltera”, Pinkett Smith se refiere a su relación con August Alsina, que describió como un “enredo” en un episodio de “Red Table Talk” de 2020 en el que —después de que se reveló esa información y se convirtió en un espectáculo público— ella y Smith aclararon el capítulo de sus vidas que ya duraba años. La conversación terminó entre risas cuando chocaron las manos mientras repetían su lema: “Andamos juntos y morimos juntos, un pésimo matrimonio para toda la vida”.
Lo cierto es que los Smith no estaban juntos en el sentido tradicional cuando ella estuvo con Alsina, ni lo están ahora. Pero tampoco están en un matrimonio abierto, ni son disociados, poliamorosos o divorciados. Son algo totalmente distinto: compañeros de vida en la familia y en los negocios, manteniendo desde hace tiempo un acuerdo que ellos llaman “una relación de transparencia”. En los últimos años, han vivido separados. Como regalo de cumpleaños 50, ella se compró una casa y se mudó de su mansión en Calabasas.
En última instancia, es la familia lo que ancla su unión. Por eso se casaron en 1997, cuando ella estaba embarazada de su hijo Jaden. “Queríamos crear una familia que nunca tuvimos, y lo hicimos. Y disfrutamos de nuestra familia”, afirmó. “Para nosotros, nuestro matrimonio por ahora es como una piedra angular de ese momento. Quién sabe dentro de diez años”.
“Lo hemos intentado todo para alejarnos, y simplemente no lo hacemos”, añadió riendo.
Poco después de aquel episodio de 2020, Pinkett Smith, en busca de “claridad y sobriedad emocional”, se convirtió en lo que ella llama una “especie de monja urbana”. Medita y lee a diario textos como el Bhagavad Gita, el Corán o la Biblia, y se abstiene de sexo, alcohol, entretenimiento violento y gastos innecesarios.
Aquella mañana de viernes del mes pasado, Pinkett Smith parecía estar canalizando su yo más joven, cuando en la década de 1980 era una habitual de clubes de Baltimore como Fantasy y Signals, se ganó una reputación de formidable bailarina de batallas, mezclando hip-hop y house, los pasos del Running Man y el Cabbage Patch. Con el pelo rosa, pantalones de mezclilla anchos Girbaud y zapatos deportivos blancos Reebok Princess, era “considerada una marimacho-guapa”, escribe. “No me veían venir”. Cuando nos conocimos, seguía usando unos Reebok blancos, aunque muy desgastados; un conjunto deportivo color rosa brillante de Telfar; el cabello al estilo “pixie” rubio y un surtido de aretes que enmarcaban su rostro lavado. Pequeña en tamaño, pero con una presencia imponente.
“Worthy” documenta una vida llena de acontecimientos, los cuales relata de manera cronológica, con una historia desgarradora como telón de fondo. “No va a ser un viaje fácil”, quiere que sepan sus lectores. “Voy a dejarlos caer de lleno en uno de los momentos más oscuros de mi vida, y luego daremos marcha atrás”. Desesperada tras su cumpleaños 40, en 2011, empezó a explorar acantilados californianos por los que pudiera conducir, algo más alto y empinado que lo que había visto en Mulholland Drive. Algún lugar que pareciera accidental. Había intentado seguir las reglas de la vida, pero estaba vacía: “Los objetivos que había estado cumpliendo no me dieron las recompensas prometidas”.
“Han pasado tantas cosas en la vida de Jada que se guardaba en el pecho”, dijo Banfield Norris. “La mayoría de la gente no tenía ni idea de lo que estaba pasando y del dolor que estaba sintiendo. Yo no tenía ni idea”.
Una conversación con el padre de dos amigos de Jaden ofreció a Pinkett Smith una nueva forma de curarse. Le habló de su experiencia con la ayahuasca, que le había cambiado la vida, y pronto emprendió un viaje de cuatro noches. El potente psicodélico le presentó la visión de una pantera que la conduciría a las profundidades de la jungla de su mente. En un momento crítico, se sumergió en un pozo de serpientes burlonas que se mofaban de ella. “La Madre Aya”, escribe, “me está mostrando todas las partes no amadas de mí misma que necesitan luz y amor”. Después de esa experiencia, nunca volvió a contemplar el suicidio, escribe. Pinkett Smith sigue integrando la ayahuasca en su vida. Casi un año después de los premios Oscar de 2022, organizó una sesión con amigos y familiares, Smith incluido. “Tendríamos que acabar con nuestro espíritu para deshacernos del vínculo divino que nos ata”, le dijo Will a Jada cuando el efecto de la sustancia fue disminuyendo.
El libro de memorias, dijo Smith en un correo electrónico, lo hicieron despertar. Ella había vivido más al límite de lo que él pensaba, y es más resistente, inteligente y compasiva de lo que él había comprendido. “Cuando has estado con alguien más de la mitad de tu vida”, escribió, “se instala una especie de ceguera emocional, y puedes perder con demasiada facilidad la sensibilidad a sus matices ocultos y sus sutiles bellezas”.
Pinkett Smith escribe sobre unos cuantos roces con la muerte al principio de su vida cuando, de adolescente en Baltimore, encontró éxito vendiendo drogas, con aspiraciones de convertirse en una “reina de los narcóticos”. Era una “realidad distorsionada”, escribe.
Pinkett Smith acabó alejándose del tráfico de drogas y de su ciudad natal. Asistió a la Escuela de Arte de Carolina del Norte antes de trasladarse a Hollywood, donde se dio a conocer como actriz, protagonizando una serie derivada del “Cosby Show” “A Different World” (un papel que Debbie Allen escribió para ella) y en películas como “Set It Off”, “Menace II Society” y “Scream 2”, y más tarde “Colateral: Lugar y tiempo equivocados”, las secuelas de “Matrix” y “Viaje de chicas”.
El libro de memorias presenta a las personas que poblaron su mundo a lo largo del camino: su abuela Marion, una viajera del mundo y librepensadora que formó de manera significativa a la joven Jada; su padre ausente, Robsol Pinkett, un poeta y adicto que zigzagueó por su vida; Banfield Norris, una enfermera que tuvo a Jada cuando era adolescente y que lucharía contra la adicción a la heroína; y un grupo de amigos, especialmente Shakur, a quien conoció en la Escuela de las Artes de Baltimore. Su amistad sería la más profunda de su vida, y el asesinato de Shakur en 1996 se sumó a una serie de pérdidas repentinas que contribuyeron a la depresión de Pinkett Smith.
Los hilos de la lealtad, la protección y la seguridad serpentean a lo largo del libro de memorias, y Pinkett Smith implora a los lectores que aprendan de sus difíciles lecciones. Cada capítulo termina con lo que he empezado a llamar “páginas de orientación”. Mira hacia dentro, exhorta, y hazte preguntas como esta: “¿Puedes reconocer patrones en tu vida y en tus relaciones que se derivan de ciclos traumáticos heredados?”. Cada una de estas páginas se abre con una cita significativa para Pinkett Smith, ya sea de Clarissa Pinkola Estés, autora de “Mujeres que corren con los lobos”, un libro decisivo para ella; de la poetisa Ntozake Shange; del psicoanalista Carl Jung; o del actor Steve Martin.
“Mi mayor esperanza para el libro es que sea oxígeno para quien lo necesite”, afirmó. “No quería hablar de este viaje y no confesar cómo salí de algunas de las situaciones en las que estaba metida, porque son cosas intensas”.
c.2023 The New York Times Company