Jacksonville se ha convertido en la ‘zona cero’ de la resistencia a las políticas de DeSantis
Timothy Robinson no se considera necesariamente una “persona política”.
Sus intereses están en otra parte. Los Pittsburgh Steelers. Un buen sermón. El shawarma de pollo en Wafaa & Mike’s Cafe en Jacksonville. Robinson, sin embargo, luchó por este país, dijo que prestó servicio en el Ejército durante unos 16 años y en la Fuerza Aérea otros cinco, antes de su actual trabajo como empleado federal.
Es por eso que Robinson terminó en una conferencia de prensa el 7 de septiembre en el lado sur de Jacksonville buscando hablar con el gobernador Ron DeSantis, de veterano a veterano. Todo lo que quería era hacerle a DeSantis una simple pregunta tras el asesinato racista de tres negros el 26 de agosto: ¿Puede usted cambiar su forma de actuar para que todos en el estado puedan sentirse seguros y en paz?
“Me rompió el corazón”, dijo Robinson sobre el tiroteo, sentado dentro del gabinete en Wafaa & Mike’s. El asesinato, específicamente que una de las víctimas no era mucho más joven que su hijo, le había motivado a hablar ese día. Y lo hizo, diciéndole a DeSantis que sus políticas “han permitido a la gente cazar a personas como yo”. DeSantis calificó su declaración de “tontería” antes que Robinson fuera sacado del lugar.
“La muerte forma parte de la vida, pero así...”, continuó Robinson, con la voz entrecortada brevemente. “Y luego la respuesta de los líderes del estado solo lo empeoró”.
En el último mes, Jacksonville ha albergado varios actos de desafío contra DeSantis a raíz del asesinato sin sentido de Angela Michelle Carr, Jerrald Gallion y Anolt Joseph Laguerre Jr. A medida que DeSantis continúa aprobando políticas que intentan blanquear la educación de la historia negra, influir en cómo se permite a los floridanos discutir el racismo y modificar los mapas legislativos, Jacksonville se ha convertido en un lugar donde la conversación sobre cómo contraatacar ha crecido más fuerte.
La representante estatal Angie Nixon, que representa el área de Jacksonville, ha sido una crítica vocal de DeSantis desde que se unió a la Legislatura en 2020. Le dijo al Miami Herald después de los asesinatos del 26 de agosto que DeSantis ha creado “una atmósfera que envalentona a los racistas y nazis”, agregando más tarde que “las personas marginadas no se sienten seguras aquí”.
Pocos días después de la interacción de Robinson con DeSantis, varias organizaciones a lo largo de la costa este acudieron a la Florida para protestar, entre ellas Repairers of the Breach, que marchó en Jacksonville y en Tallahassee, donde entregaron una carta de cese y desistimiento al gobernador. Y la semana pasada la Association for the Study of African American Life and History (ASALH) celebró su 108va conferencia anual en Jacksonville, a pesar de los llamamientos de la NAACP a boicotear al estado. El tema de la conferencia: la resistencia.
“La celebración de la ASALH en la Florida fue un momento decisivo para la defensa de la libertad intelectual”, dijo Paul Ortiz, profesor de Historia de la Universidad de la Florida que asistió a la conferencia. Se mostró muy entusiasmado de que la ASALH viniera a la Florida porque las personas que luchan contra las políticas de DeSantis necesitan aliados y “la ASALH representa la alternativa para eso. Vamos a limpiar la historia de la desigualdad”.
La conferencia, que se celebró del 19 al 24 de septiembre, reunió a educadores de Estudios Negros de todo el país para un intercambio de ideas, pero también un sentido de comunidad. A través de numerosas sesiones, los asistentes aprendieron de todo, desde cómo enseñar la historia de la alegría y la resistencia de los negros hasta cómo la Universidad de la Florida está lidiando con las políticas de DeSantis y la importancia de la preservación histórica de los negros.
“Fue enriquecedora”, dijo de su experiencia Nadege Green, fundadora del archivo digital Black Miami-Dade y ex periodista del Miami Herald. Comparó la conferencia con “una reunión familiar en torno a la historia negra”.
“Te recuerda tus raíces. Te recuerda de dónde vienes. Consigues conectar más profundamente y eso es lo que hicimos: conseguimos conectar más profundamente, nos fortalecimos y nos recordaron que este trabajo siempre ha estado, está y estará”.
‘Hicieron todo lo necesario para provocar el cambio’
El campus de la Universidad Edward Waters bulle de emoción.
Es día de partido y el equipo de football de los Tigers parece encaminarse a su primera victoria de la temporada. El olor a pollo asado y el humo de los puros recibe a los aficionados que se dirigen al Nathaniel Glover Community Field & Stadium. Cuatro bomberos observan el partido desde lo alto de su camión estacionado en la zona de anotación sur. Los aficionados levantan los cuatro dedos al comienzo del cuarto tiempo, el sonido de las risas y los vítores resuenan en el aire.
Solo ha pasado un mes desde que Ryan Palmeter entró en el campus de la primera universidad históricamente negra de la Florida con la intención de cometer un asesinato en masa. La proactividad de los estudiantes acabó salvando el día: después que se avisó a la seguridad del campus de la presencia de un hombre sospechoso en un auto, el agente se acercó al vehículo y Palmeter huyó unas manzanas más allá hasta un Dollar General, donde disparó mortalmente a Carr, Gallion y Laguerre Jr. antes de suicidarse.
A menos de un una milla del estadio hay un altar conmemorativo construido justo delante de ese Dollar General. Tres pilares adornados con flores blancas, cruces y fotografías de cada una de las víctimas se asientan ante la valla que cierra la tienda. A los pies del altar hay un ramo de flores y ositos de peluche. La escena recuerda lo difícil que ha sido el último mes para la ciudad de Jacksonville.
“Es un momento muy duro y traumático”, dijo Diamond Wallace, oriunda de Jacksonville y vicepresidenta de Jewels of the Future, una organización dedicada a la tutoría de niñas. “Nos sentimos entre la espada y la pared porque están ocurriendo millones de cosas. Estamos lidiando con ataques no solo a nivel local en nuestra ciudad, sino que estamos lidiando con ataques de nuestro gobierno estatal”.
A pesar de estos ataques, hay un sentimiento de esperanza representado por organizaciones como ASALH y Repairers of the Breach que, según Wallace, demuestra que “nuestra lucha no se va a desperdiciar”. ASALH celebró el jueves una lectura de libros prohibidos en el James Weldon Johnson Park que atrajo a más de 200 personas. Wallace recitó un pasaje de “Their Eyes Were Watching God”, de Zora Neale Hurston. Entre los asistentes estaban Angela Davis, la célebre antropóloga y presidenta de la universidad Johnetta B. Cole y el ex activista del Student Nonviolent Coordinating Committee y autor Charlie Cobb Jr.
“Vinieron aquí y nos dijeron que la razón por la que venían era por los ataques que había recibido [Jacksonville]”, dijo Wallace, que también es líder del capítulo de Dream Defenders Jacksonville, una organización sin ánimo de lucro que pretende acabar con la vigilancia policial y abolir las prisiones. “No tienen miedo de correr a una pelea y en Jacksonville, eso es exactamente lo que necesitamos en este momento. Sentí que me daba fuerzas”.
Ortiz dijo: “Sentir ese espíritu de lucha que Carter G. Woodson modeló para nosotros fue increíble”.
La lectura del libro prohibido tuvo lugar cerca de donde se produjo el Ax Handle Saturday, el plantón de 1960 en el que manifestantes negros fueron atacados por 150 hombres blancos armados con mangos de hacha y bates de béisbol. Como dijo Wallace, Jacksonville es desde hace tiempo “la zona cero” de la acción política.
Robinson no estaba necesariamente familiarizado con esa historia hasta que se mudó a Jacksonville para su nuevo empleo en 2018. Su participación en la lucha ocurrió después de enfrentar a DeSantis. Sintió cómo la energía de la sala se volvía venenosa en medio del tenso intercambio. Escuchó cómo el secretario de Salubridad del estado parecía llamarlo “loco”. Y tras finalizar la conferencia de prensa dijo que algunos de los asistentes incluso lo increparon.
“Me dolía el cuerpo”, recordó Robinson de los días posteriores a la experiencia. “Me duele de todas formas. Soy un veterano de guerra discapacitado al 100%, pero este era otro tipo de dolor. Sentía toda esa rabia, amargura y odio de esa gente y del gobernador”.
Así que participó en la marcha de Repairers of the Breach, llevando un cartel que decía “Exigimos el cese de la división el odio”. Planeaba reunirse con Nixon, la legisladora estatal. La misión de Robinson, al igual que la de ASALH, era continuar la tradición de resistencia.
“Nuestros predecesores marcharon, se sentaron, hicieron lo que fuera necesario para lograr el cambio”, dijo Robinson.