Los jóvenes portugueses aplazan sus sueños de emancipación por la crisis de la vivienda

Por Catarina Demony, Patricia Vicente Rua y Sergio Goncalves

LISBOA, 21 mar (Reuters) - Cuando Maria Lopes se trasladó a Lisboa desde la ciudad de Tondela, en el norte de Portugal, sus objetivos eran claros: estudiar, encontrar trabajo y tener su propia casa.

Pero una década después, todavía vive en una pequeña habitación alquilada.

Lopes es una de las decenas de miles de jóvenes portugueses afectados por la crisis de la vivienda, agravada por la llegada de extranjeros ricos atraídos por los incentivos de su propio Gobierno.

Esos incentivos -incluidos los programas de visados de oro para empresarios adinerados- recibieron una aprobación considerable en su momento por atraer parte de las inversiones que ayudaron a sacar a Portugal de la crisis de deuda de 2011-2014.

Desde entonces, sus detractores afirman que estos planes se han vuelto en contra de la economía del país al aumentar la competencia por la escasa vivienda, lo que ha disparado la inflación y presionado especialmente a los trabajadores jóvenes, locales y principiantes.

"Quiero vivir (...), no quiero limitarme a sobrevivir", dice Lopes después de acabar su turno de trabajo en una empresa de autobuses turísticos.

Esta joven, que con 30 años y dos títulos universitarios en turismo comparte piso con otras cinco personas, paga 450 euros (475 dólares) al mes por una habitación de 13 metros cuadrados en un entresuelo, cuando su salario es de tan sólo 800 euros al mes durante la temporada turística baja.

"Espero que todo este ruido que estamos haciendo sirva para cambiar las cosas", dijo Lopes, refiriéndose a una ola de descontento -protestas, marchas y peticiones- impulsada sobre todo por jóvenes en serios aprietos para pagar sus facturas.

El coste de la vida se ha disparado en todo el mundo. Pero es el marcado contraste entre los que más tienen y los que menos lo que hace que Portugal destaque entre sus pares europeos

Portugal es uno de los países más pobres de Europa Occidental. Sin embargo, su capital fue clasificada el año pasado como la tercera ciudad menos viable económicamente del mundo, gracias a su castigadora combinación de bajos salarios y altos alquileres.

Desde 2015, han proliferado los Airbnbs y los nuevos hoteles, los extranjeros han invertido dinero en propiedades y los fondos de inversión han comprado edificios enteros.

"Lisboa se puso 'de moda'", afirma Gonçalo Antunes, experto en vivienda de la Universidade Nova. "El mercado inmobiliario se desarrolló sin ningún control".

Los alquileres en Lisboa se han disparado un 65% desde 2015 y los precios de venta lo han hecho un 137%, según cifras de Confidencial Imobiliario, que recopila datos sobre la vivienda. Solo el año pasado, los alquileres aumentaron un 37%, más que en Barcelona o París, según otra empresa de datos inmobiliarios, Casafari.

La población local tiene dificultades para mantener el ritmo en un país donde la vivienda pública sólo representa tan sólo el 2% del mercado inmobiliario, según datos del oficiales.

Antunes dijo que la situación es especialmente dura para la población joven.

El salario mínimo mensual en Portugal es de 760 euros (801,27 dólares), mientras que alrededor del 65% de los menores de 30 años ganaron menos de 1.000 euros al mes el año pasado, según el Ministerio de Trabajo portugués.

El alquiler medio de un piso de un dormitorio en Lisboa ronda los 1.350 euros, según un estudio del portal inmobiliario Imovirtual.

SIN ESPERANZA

"Hay gente que no come para pagar el alquiler (...), hay casos verdaderamente dramáticos", dijo Luis Mendes, investigador de vivienda y geógrafo de la Universidad de Lisboa.

El número de desahucios también ha ido en aumento, disparándose un 13% en Lisboa el año pasado en comparación con 2019, el año anterior a la pandemia del COVID-19, según datos oficiales del Estado portugués.

La joven madre Dulce Dengue, originaria de Angola, fue desahuciada con sus hijos y sobrinas de un barrio pobre de la periferia de Lisboa en 2021.

Pasaron de un albergue a otro antes de encontrar una casa de protección oficial en Setúbal, a unos 50 kilómetros al sur de Lisboa. Volver a la capital sería "imposible", dice.

Algunos abandonan la ciudad. Otros se quedan con sus padres. La edad media de abandono del hogar paterno en Portugal es de 33,6 años, la más alta de la Unión Europea, según datos de la oficina de estadísticas del bloque.

"Llega un momento en nuestras vidas en que no tenemos esperanza", dijo Vitor David, programador de 26 años, que alquila en Almada, al otro lado del río Tajo, donde los costes son ligeramente más bajos que en Lisboa.

Mendes afirmó que el reciente paquete de medidas anunciadas por el Gobierno socialista de Portugal en materia de vivienda incluye algunas "medidas audaces", pero cree que no reducirán los precios a corto plazo.

Como parte del paquete, se prohibirán las nuevas licencias para alquileres a corto plazo, como las de Airbnb, excepto en las zonas rurales menos pobladas del país.

Los grupos de defensa de los derechos ciudadanos han apuntado a los "visados de oro", que el Gobierno portugués ha prometido suprimir. El programa concede derechos de residencia a extranjeros desde 2012 a cambio de inversiones, atrayendo 6.800 millones de euros, principalmente en el sector inmobiliario.

También ha sido muy criticado el nuevo visado para los conocidos como "nómadas digitales", que permite a los trabajadores extranjeros a distancia, que ganan cuatro veces el salario mínimo portugués, vivir en Portugal durante un año sin pagar impuestos sobre ingresos del exterior.

Pero incluso algunos de esos nómadas están pasando apuros. Esmee, neerlandesa de 28 años, vive en la localidad costera de Costa da Caparica, al otro lado del Tajo, donde paga 775 euros al mes por su piso.

"Incluso para mí, que tengo ingresos de otro país, es mucho dinero", dice Esmee. "Si la vivienda sigue siendo tan cara o empeora, la gente (extranjera) (...) empezará a mudarse a sus propios países".

(1 dólar = 0,9485 euros)

(Reporte de Catarina Demony, Patricia Vicente Rua y Sérgio Gonçalves; información adicional de Pedro Nunes; edición de Aislinn Laing y Andrew Heavens; editado en español por Darío Fernández)