Ivanka no tiene un puesto oficial en la Casa Blanca, pero su influencia es evidente

Ivanka Trump, hija del presidente Donald Trump, ha estado en el centro de la atención político-mediática desde que su padre se postuló y, una vez que él asumió la presidencia de Estados Unidos, ha mantenido un singular papel en la Casa Blanca.

Un rol que sin ser formal, como el que su esposo Jared Kushner sí tiene en la administración federal, se percibe a la vez como poderosamente influyente y punzantemente conflictivo, como fuente de tensiones y de opciones de diálogo.

La de Ivanka es una presencia que, pese a las polémicas en torno suyo, parece firme y duradera en la Casa Blanca encabezada por su padre.

Por un lado, se ha dicho que Ivanka, que ha sido identificada con posturas de corte liberal en ciertos asuntos, sería una voz de peso al oído del presidente y que, en ciertos asuntos, ha tenido una influencia sustantiva. Se afirma que en algún momento ella y su esposo frenaron (o atemperaron) órdenes ejecutivas que afectan a la comunidad LGBTQ y que no fue hasta que Ivanka hizo en Twitter un llamado a la tolerancia religiosa (en el contexto de la reciente ola de amenazas contra centros judíos en el país) que su padre formuló una condena contra el antisemitismo.

Controversias como la reacción de Donald Trump cuando una tienda departamental de lujo decidió retirar la línea de productos de su hija y el ‘comercial’ que la consejera presidencial Kellyanne Conway hizo de esas mercancías han recibido fuertes reproches, y también se ha criticado la presencia de la hija del presidente en reuniones con dignatarios extranjeros. Muy notorias fueron sus fotos en la mesa junto al primer ministro canadiense Justin Trudeau y la imagen que se tomó, con él y con su padre, sentada en el escritorio presidencial en la Oficina Oval.

¿Están todas esas actividades vedadas para el familiar cercano de un presidente de Estados Unidos? ¿Es indebido que, por ejemplo, Ivanka haya acudido con su hija a una audiencia en la Corte Suprema, invitada por uno de los jueces, o que se haya reunido con legisladores en la Casa Blanca para discutir proyectos como deducciones fiscales para el cuidado de menores y esquemas de licencia por maternidad?

En realidad nada de ello sería en sí impropio y en principio no habría impedimento para que ella tenga un rol en la Casa Blanca, siempre que todo se inscriba en el interés público, se sujete a lo prescrito en la ley y no represente conflictos de interés o le suponga beneficios personales, a sus empresas o a terceros.

Por todo ello, y ante el muy discreto papel que ha tenido hasta ahora Melania Trump, esposa del presidente, se ha mencionado que Ivanka es la ‘Primera Hija’ y estaría asumiendo tareas que antes eran asociadas con la pareja del mandatario.

En realidad, el rol del cónyuge de un presidente, tradicionalmente asociado al título informal de la ‘Primera Dama’ y dedicado a cuestiones ceremoniales, ha tenido con frecuencia una fuerte actividad e influencia política, ya sea de modo público y directo, como en los casos de Eleanor Roosevelt, Hillary Clinton o Michelle Obama, o tras bambalinas de la Casa Blanca como Nancy Reagan.

Por añadidura, ha habido casos en los que el rol de Primera Dama ha sido ejercido por personas que no son la esposa del presidente. En el siglo XIX hermanas, hijas y sobrinas de presidentes ejercieron roles de ‘Primera Dama’ y al final de la presidencia de Bill Clinton su hija Chelsea cumplió el papel de anfitriona en eventos ceremoniales de la Casa Blanca cuando su madre, y ‘Primera Dama’, Hillary Clinton estaba en campaña electoral por el Senado de Nueva York.

Así, que Ivanka asuma ese tipo de roles, incluso con un filo político singular, no es inusitado y muchos dirían que en una Casa Blanca en la que figuras como Stephen Bannon y Stephen Miller tienen considerable influencia no viene mal tener contrapesos y balances como los que la hija del presidente podría aportar o ya ha aportado.

En contrapartida, se ha criticado si Ivanka tiene los conocimientos suficientes para participar en cuestiones de política y relaciones internacionales, si su conexión con sus empresas y las de su padre (que se mantienen vigentes) abre la puerta a conflictos de interés y tráfico de influencias, si sus posturas parten de un elitismo apartado de los problemas de la gente común. En contrapartida, también se le ha reconocido su inteligencia y sentido común, su espíritu liberal (al menos en comparación con las voces de derecha extrema que rodean al presidente) y su vocación de impulsar proyectos de tono social con un afán bipartidista o al menos no dogmático.

La polémica seguirá con intensidad dada la presente crispación política, y la controversia ha sido, por décadas, asunto frecuente en el caso de las ‘Primeras Damas’ y personas muy cercanas a los presidentes. Pero por lo que se ve Ivanka Trump mantendrá un rol activo en varios asuntos de su interés (como los derechos de la mujer y diversidad y tolerancia) y, presumiblemente, aportará su opinión y consejo al presidente.

El alcance de todo ello está aún por verse, pero parece que habrá ‘Primera Hija’ para rato.

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