Israelíes enojados pueden enseñar a los estadounidenses cómo es una verdadera democracia | Opinión

Tras la reunión celebrada recientemente en Nueva York entre el presidente Joe Biden y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la Casa Blanca hizo público un resumen de la conversación mantenida por ambos líderes.

Según el comunicado, la reunión se centró en los siguientes temas, en este orden: Asegurarse de que Irán nunca adquiera capacidad nuclear; promover la paz y el desarrollo económico entre Israel y otros países de Oriente Medio (Arabia Saudita, obviamente); mejorar la seguridad y la situación económica en Cisjordania, y mantener viva la solución de los dos Estados.

Solo al final de la lista, la Casa Blanca menciona que “(e)l Presidente también reiteró su preocupación por cualquier cambio fundamental en el sistema democrático de Israel, a falta del consenso más amplio posible”.

Sin embargo, al ver por televisión la reunión abierta entre los dos líderes, destinada a informar a la prensa de lo que se discutiría más tarde a puerta cerrada, me di cuenta de que Biden había dado la vuelta a esta lista de prioridades. Leyendo de sus notas cuidadosamente preparadas, el presidente abrió la reunión diciendo: “Vamos a debatir algunos de los asuntos más difíciles, como la defensa de los valores democráticos que constituyen el núcleo de nuestra asociación, incluidos los controles y equilibrios de nuestros sistemas”.

La defensa de la democracia en Israel era, pues, el asunto más apremiante de la agenda de Biden. Por supuesto, Irán, Arabia Saudita, los palestinos... todos ellos son asuntos críticos. Sin embargo, si los valores democráticos, “que están en el corazón de nuestra asociación”, se rompen en Israel, entonces, leyendo entre líneas al presidente, todo lo demás pierde importancia.

De hecho, Biden reiteró el viejo tópico de que, durante décadas, las relaciones entre Estados Unidos e Israel se han basado más en valores democráticos compartidos que en intereses.

Sin embargo, en enero, el ministro de Justicia israelí, Yariv Levin, puso en marcha la reforma judicial, que es en realidad un golpe constitucional, destinado a debilitar a la Corte Suprema, liberando al gobierno de cualquier restricción. Esto es exactamente lo que ocurrió en Polonia y Hungría, países que habían perdido gradualmente su carácter democrático.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en estos países, cientos de miles de israelíes juraron no permitir que ocurriera en su país.Todas las semanas han protestado en manifestaciones masivas y, recientemente, expatriados israelíes y judíos estadounidenses se les han unido, llevando la protesta israelí a la escena estadounidense.

Seguramente, Biden, cuando llegó al Intercontinental Hotel de Nueva York, no podía haberse perdido semejante manifestación de la gente que se preocupa por la democracia de Israel.

La administración de Biden, pues, está preocupada por la democracia de Israel. Pero, ¿qué piensan, o saben, los estadounidenses sobre este asunto? En abril, el Brookings Institute realizó una encuesta preguntando a los estadounidenses cómo describirían la democracia israelí.

Los resultados fueron terribles. Aunque a los israelíes (yo incluido), les gusta presumir que su democracia es “vibrante”, solo el 9% (¡!) de los estadounidenses está de acuerdo con esa definición; el 13% piensa que Israel es “una democracia defectuosa”, y otro 7% cree que es “un Estado con derechos restringidos para las minorías”.

Peor aún es el repugnante dato de que el 13% de los estadounidenses considera que Israel es “un Estado con una segregación similar al apartheid”. Y por último, el 56% no sabe nada al respecto.

Ni que decir tiene que, en esa encuesta, los demócratas tuvieron percepciones más negativas de la democracia israelí que los republicanos, pero no por un margen significativo. Malas noticias para Netanyahu, que siempre prefiere a un republicano en la Casa Blanca.

Sin embargo, también hay buenas noticias. Los israelíes se han levantado contra el ataque a su democracia y están decididos a no dejarla caer. Además, las manifestaciones de judíos estadounidenses y expatriados israelíes en solidaridad con las protestas en Israel sin duda harán llegar al público estadounidense el mensaje de que Israel es una democracia vibrante, que lucha por su vida.

Uri Dromi fue portavoz de los gobiernos de Rabin y Peres, 1992-1996.