La isla de los contrastes en la que conviven un paraíso turístico y un catastrófico Estado fallido
La isla La Española, ubicada en el mar Caribe, está marcada desde sus orígenes por el antagonismo entre los dos Estados soberanos que alberga: Haití y República Dominicana. Mientras el lado este se encamina hacia elecciones presidenciales, experimenta descensos en la criminalidad que destacan entre otros países de la región, y bate récords en su principal sector económico, el oeste de la isla se hunde en una profunda crisis de violencia incontrolable que conduce al país hacia un destino anárquico e incierto.
Las alarmas suenan incesantemente en el gobierno dominicano desde que el asedio de las pandillas del otro lado de la frontera escaló abruptamente en los últimos días hasta llevar a Haití al borde de convertirse en un Estado fallido. La alianza “Viv Ansann” (“Vivir juntos”, en idioma creole) entre las principales bandas criminales G9 y G-Pep, liderada por Jimmy Chérizier, alias “Barbecue”, busca sacar del poder al impopular primer ministro Ariel Henry, quien tomó el mando tras el magnicidio de Jovenel Moise en 2021. Desde el comienzo de 2024, los grupos criminales, que dominan gran parte del territorio y el 80% de la capital Puerto Príncipe, asesinaron a 1100 personas, hirieron a 700 otras y han amenazado con llevar adelante “una guerra civil que conducirá al genocidio” si Henry no dimite.
Ante esta situación, el gobierno dominicano de Luis Abinader blindó la frontera, que ya permanecía casi cerrada desde fines de septiembre, y multiplicó los movimientos de sus Fuerzas Armadas que se encuentran “en un estado de alerta máxima, preparadas para prevenir y disuadir cualquier incidente que pudiera alterar la paz en la zona domínico – haitiana”, informó el Ministerio de Defensa. Suspendió además las operaciones aéreas de pasajeros y de carga, cerrando el espacio aéreo con el país vecino.
Según reportes oficiales, República Dominicana invirtió en el último año más de 43 millones de dólares en vigilancia y seguridad por aire, mar y tierra de su frontera. “También hizo una inversión muy grande en la construcción de una valla fronteriza que quizás no tenga la robustez necesaria para frenar el paso de una gran cantidad de haitianos hacia la República Dominicana pero por lo menos abre una serie de elementos logísticos que permite el mejor control de la frontera”, puntualizó a LA NACION Daniel Pou, politólogo dominicano y experto en seguridad. El experto detalla, sin embargo, la necesidad del gobierno de invertir más en servicios de inteligencia para prevenir amenazas en la zona fronteriza.
El temor a una oleada de inmigrantes haitianos se propaga por el Caribe. Ya en septiembre Abinader había anunciado la suspensión de emisiones de visados a ciudadanos de Haití a raíz del conflicto en el río Masacre. Analistas aseguran que, ante la crisis actual, el gobierno recurrió nuevamente a deportaciones masivas de haitianos, una medida muy utilizada por la administración el año pasado cuando se deportaron casi medio millón de haitianos, y cuestionada por expertos de la Naciones Unidas que reclamaron por el derecho de las mujeres embarazadas y niños de buscar asistencia sanitaria. En línea con el gobierno dominicano, su homólogo jamaiquino declaró el viernes que para evitar una “avalancha” de haitianos únicamente acogerá a refugiados puntuales como niños de un orfanato y al personal del Banco Mundial en este país.
“República Dominicana teme que las pandillas puedan ingresar en su territorio o que entren armas o droga. Hasta la fecha, esto no ha ocurrido tanto. Es un país sumamente más pacífico que Haití. Tiene retos criminales como cualquier otro país de la región, pero no está al punto de caer en la realidad de Haití”, indicó en conversación telefónica con LA NACION Chris Dalby, investigador del crimen organizado y director de World of Crime. “República Dominicana tiene muy claro que su prioridad es su país y asegura que no es su carga asumir el peso de la crisis en Haití”.
Según el último reporte de Insight Crime, a pesar de ser un país de tránsito de cocaína en el Caribe, la tasa de homicidios en República Dominicana decayó en un 7% en comparación con el año anterior y se sitúa en 11,5 homicidios cada 100.000 habitantes, una de las cifras más bajas de América Latina y el Caribe.
En tanto, el turismo, un sector que en muchos países del mundo continúa recuperándose a sus niveles prepandémicos, registró el año pasado un crecimiento superior al 36% en relación a 2019 al recibir más de 10.300.000 visitantes, según las cifras del Ministerio de Turismo.
Abinader se posiciona como el favorito para las próximas elecciones del 19 de mayo, según una encuesta de CidGallup, con una intención de voto de 59%. No obstante, la situación de seguridad en la frontera tendrá relevancia en estos comicios dado que el 62% de la población identifica a la seguridad como el principal problema que enfrenta el país, seguida del alza del costo de vida (61%) y la falta de trabajo (19,5%).
Salida a la crisis fronteriza
A pesar de compartir la misma isla, la historia dispar entre estos dos países con complejas raíces en la historia colonial y política los ha llevado a correr distinta suerte. Hubo tiempos en los que Haití, la primera nación independiente en América Latina, gozaba de estabilidad y crecimiento a la par que su vecino. “Pero la dictadura de François Duvailer y la de su hijo acabaron por hundir al país”, explicó a LA NACION el profesor haitiano de la University of Virginia, Robert Fatton Jr.
“Desde entonces Haití mantuvo una seguidilla de gobiernos débiles. El país no solo fue mal administrado por los políticos, también por la Comunidad Internacional que desde los años noventa se mete e influye en los asuntos del país al validar o no a los gobiernos de turno”, añadió.
No menor han sido las catástrofes naturales que afectaron severamente a Haití, como el brutal terremoto de 7° en la escala de Richter que en 2010 dejó gran parte de la infraestructura en escombros, más de 220.000 fallecidos y más de dos millones en la ruina, exacerbando la pobreza histórica.
Dominicana también ha sufrido gobiernos dictatoriales, señala Fatton, pero “con el paso de los años lograron realzar la economía y fortalecer sus instituciones gracias al turismo”.
“Haití hace ocho años que no tiene elecciones, en 2010 quedó en la ruina por un terremoto escalofriante, en 2021 lo golpea el asesinato de un mandatario, queda ante un abandono total de la comunidad internacional, lo dominan las pandillas, y ahora con el primer ministro Henry fuera, no hay tregua posible”, enlista Dalby.
El experto Jake Johnston, autor del libro Haití: Estado de ayuda, dijo a LA NACION que los países latinoamericanos tienen una “deuda tremenda con Haití por históricamente haberlo tratado como ‘el otro´ relacionado a una historia de racismo por haber sido la primera nación negra de la región”.
“Es momento de que América Latina comience a relacionarse con Haití en vez de seguir los lineamientos en política exterior de países tradicionales que han influido en Haití como Francia o Estados Unidos. Eso sería ideal en estos momentos”, agregó.
Hasta ahora, los analistas coinciden en que no hay una salida clara a la crisis en Haití y que el conflicto podría escalar a una situación mayor. La Comunidad del Caribe (Caricom) se reunirá el lunes en Jamaica con representantes de Estados Unidos, Francia, Canadá y la ONU para buscar “urgentemente” una estabilización de “la seguridad y provisión de ayuda humanitaria”. En tanto, queda la duda de si finalmente se realizará una intervención de soldados de Kenia para hacer frente a la violencia pandillera. Mientras, la comunidad internacional continúa presionando por la renuncia de Henry, que no ha podido regresar al país, y a quien República Dominicana le ha negado el acceso días atrás. Luego aterrizó en San Juan de Puerto Rico.
“República Dominicana es de los que presionan por presencia internacional, pero nadie quiere enviar tropas. Se están dando muchas negociaciones entre partidos políticos de Haití para encontrar una respuesta a la crisis, pero todavía no hay acuerdo. Resulta difícil encontrarlo sin incluir a las pandillas, que dominan la mayor parte del territorio, pero lógicamente la sociedad no quiere pactar con ellos. Entonces la gran pregunta es: ¿cómo frenas la violencia? No existe una respuesta clara”, concluyó Fatton.