‘Desde mi propia isla’, entre la épica y la cultura popular

La poesía, como género literario, ha sido descrita de diferentes maneras. Octavio Paz la definió alguna vez como “conocimiento y salvación”. Mario Benedetti lo hizo diciendo que era “la verdadera alma del mundo”. Y Gustavo Adolfo Bécquer la resumió así en su Rima XXI: “¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú”.

Sin embargo, no creo que estas definiciones -aunque hermosas y líricas- sirvan para calificar adecuadamente la obra de ningún poeta. Como, por ejemplo, la del cubano Joaquín Gálvez, quien justamente acaba de dar a conocer, Desde mi propia isla (Editorial El Ateje, 2022), su más reciente poemario.

Desde su llegada al exilio en 1989, Joaquín Gálvez se ha ido convirtiendo, por su dedicación al oficio y la calidad de sus trabajos, en uno de nuestros más importantes poetas. Ha escrito cinco excelentes libros de poesía que le han permitido encontrar un nicho propio en el variado panorama literario de nuestra ciudad.

Desde mi propia isla es un poemario que tiene un denominador común: su depurado lenguaje literario. Algunos de sus versos, que pueden ser universales y a la vez tremendamente íntimos, pasan de la épica a la cultura popular -enlazando pasado y presente- con sorprendente naturalidad. En uno de ellos, el titulado La voz, leemos: “No lo podía decir / con vuelo épico de Homero / ni con vehemencia epigramática de Catulo. / Y lo dijo con la más alta definición de su voz, / en la que habita la huella de todos ellos”.

Solo para enseguida, en su Pasaje singularmente intrascendente, llevarnos de la mano desde Atenas y Roma hasta las calles de Nueva York: “El selfie en plena avenida (Oh Andy Warhol: una estatua de 15 minutos). / Mientras atravieso la multitud, rozo el antebrazo / de algún asesino. / Después de tantos siglos, / solo descubrimos que avanzamos hacia el origen: / somos los únicos dioses de nuestro propio albedrío”.

A mí los versos de Gálvez siempre me han sorprendido por su autenticidad poética. No hay en ellos estridencia ni adjetivaciones rebuscadas. Despojados de ornamentos retóricos, fluyen con la propia cadencia de su rítmica oralidad. Una prueba de esto la encontramos en Respuesta a Octavio Paz: “Después de escucharte, / brotó en mi lengua un árbol que cava tus palabras / para entonar mi propio himno, / sin que sospechen que allí se ocultan las semillas de tu himno”.

En la tercera sección, quizás como transición hacia un final de nostálgicas reminiscencias patrias, el tema que destaca es el amor. Y el énfasis de los poemas recae, entonces, en las emociones despertadas por la mujer amada. Como en Efluvios: “Entro en tu cuerpo como la noche dentro de un espejo. / Esa noche que es rostro de ti misma con su doble sinfonía. / El horizonte se retira de tus ojos para que inaugures otra jornada, / ahora que el cielo languidece en el alma de los mortales”.

El libro cierra con el poema que le da título. Y lo hace contundentemente a partir de No man is an island, de John Donne, cuando nos dice: “Ningún hombre es una isla, pero todo hombre merece una isla, / que resista el pantano de la horda, / que lo salve del desamparo de sí mismo, / que le devuelva la compañía de sí mismo. / Acaso para quedar a salvo del naufragio de un país, / del horizonte humanamente putrefacto / o la impostura de una doctrina”.

Desde mi propia isla es mucho más que un excelente poemario. Es la isla que Joaquín Gálvez, verso a verso, se ha ido construyendo. La que todo hombre merece.

‘Presentación de Desde mi propia isla’ el viernes 10 de junio, 7:30 p.m., Museo Americano de la Diáspora Cubana, 1200 Coral Way, Miami, Fl. 33145, (305) 529-5400. Las palabras de presentación estarán a cargo del editor del libro, Luis de la Paz y los escritores Orlando Rossardi y José Hugo Fernández.