Irán vs. Israel: una guerra de baja intensidad


Por décadas, la región de Oriente Medio ha sido una zona convulsa y de profundos conflictos primero por la presencia de las potencias coloniales como Inglaterra y Francia y, luego, porque las crisis se agudizaron a partir de la resolución 181 del Plan de las Naciones Unidas para la partición de Palestina, que más tarde dio origen a la creación del Estado de Israel con la proclamación de su independencia en 1948.

A partir de aquel momento, y hasta nuestros días, la región se ha visto sumergida en una serie de guerras y enfrentamientos continuos en los que ha sido clara la confrontación de los países árabes contra el Estado de Israel, en cuyo centro se haya el conflicto palestino-israelí, cuya última gran escalada inició el 7 de octubre de 2023 y que al día de hoy representa uno de los más grandes genocidios de la historia reciente con más de 35,000 palestinos asesinados y más de 2 millones de desplazados.

A este conflicto abierto se suma una rivalidad histórica entre Israel e Irán que se ha evidenciado en fechas recientes con los ataques que ambos Estados se han propinado. Es importante destacar que estas acciones son inéditas, pues nunca Tel-Aviv y Teherán se habían atacado de manera directa.

La tensión mundial se exacerbó cuando el pasado 14 de abril Irán llevó a cabo una operación militar con cerca de 300 artefactos explosivos entre misiles y drones contra Israel. Esta operación militar la justificó el régimen de los ayatolas argumentando su legítimo derecho de autodefensa por el ataque previo israelí a sus instalaciones diplomáticas en Damasco del 1 del mismo mes.

UN CONFLICTO MUNDIAL ES POCO VIABLE

Si bien, algunos medios han alertado sobre una escalada militar en la región que pudiera derivar en un conflicto de alcance mundial, ello es poco viable dadas las acciones llevadas a cabo tanto por Israel como por Irán.

La presencia de Irán en la región ha sido continua a través del financiamiento y apoyo que brinda a grupos radicales todos abiertos opositores a Israel como el grupo Hamás, que atacó el 7 de octubre a Israel detonando con ello el conflicto actual en la Franja de Gaza, el cual a más de siete meses de enfrentamientos no han podido eliminar las fuerzas israelíes.

Otra presencia clara de Irán en la región es a través del respaldo que da al movimiento radical Hezbolá, con clara presencia en la coalición gubernamental libanesa y que mantiene un frente de operaciones militares abierto en el sur del país, por lo que el ejército israelí ha tenido que movilizar tropas para responder a sus continuos ataques con misiles.

Otro grupo radical que recibe el apoyo y financiamiento de Teherán son los hutíes de Yemen, los cuales son un grupo insurgente chiita que comparte con Irán, Hamás y Hezbolá su oposición abierta a Israel y a Estados Unidos, lo cual expresan con ataques continuos a buques israelíes en el Mar Rojo.

ATAQUES DE IRÁN CONTRA ISRAEL A TRAVÉS DE TERCEROS

Esta presencia de Irán en la geopolítica de Oriente Medio pone en evidencia otra fractura entre los países árabes, ya que la mayoría de los Estados en la región, como Arabia Saudita, Egipto y Jordania —de confesión suní—, rechazan categóricamente las acciones de Irán y de estos grupos radicales. Mientras, Siria se erige como aliado incondicional de Teherán y de importantes sectores chiitas de Irak.

A estos ataques de Irán contra Israel a través de acciones de terceros actores se suma el reciente ataque directo del 14 de abril, todo lo cual forma parte de una estrategia llamada de guerras Proxy o también llamada de baja intensidad.

El ataque del régimen iraní contra Israel fundamentalmente tenía por objetivo reafirmar su legitimidad al interior del país para no parecer débil frente al ataque a sus instalaciones diplomáticas en Damasco.

Sin embargo, la estrategia llevada a cabo durante dos semanas de anunciar sus intenciones de represalias contra Israel notificando al propio gobierno de Netanyahu, a Estados Unidos, y hasta las Naciones Unidas dieron tiempo suficiente para desplegar todo un sistema de defensas por parte de Israel y sus aliados a los que ahora sorpresivamente se unió un Estado árabe, Jordania.

Desde el punto de vista estratégico es claro que el ataque de Irán, si bien espectacular y ampliamente cubierto por los medios y agencias de información, no buscaba dañar realmente a Israel, pero sí mostrar su capacidad como elemento de disuasión para legitimarse al interior y no perder prestigio hacia sus aliados en el exterior.

EN ORIENTE MEDIO EL MÚSCULO SÍ SE PRESUME

Por su parte, Israel respondió con tres artefactos explosivos a Isfahán, un ataque absolutamente limitado dada las capacidades militares con las que cuenta el país.

Israel estaba obligado a responder también por una cuestión de mostrar su fortaleza frente a su población, sin poner en riesgo una escalada militar regional, tanto por un cálculo geoestratégico como por las propias presiones de Washington que lo conminaron a ello.

Los recientes ataques con misiles y drones entre Israel e Irán son una clara estrategia de juego de suma variable disuasoria; no olvidemos que Irán cuenta con el mayor arsenal en Oriente Medio en términos numéricos, con misiles balísticos de corto, mediano y largo alcance que bien pudieron utilizarse si es que se deseaba realmente infringir un daño grave a Israel.

De lado israelí, la capacidad militar es cualitativamente superior a todos los Estados de la región, pues el país cuenta con arsenal nuclear que Irán no posee.

Una escalada militar de amplias proporciones seguramente generaría una respuesta generalizada que pondrían en riesgo la ya endeble estabilidad no solo de la región, sino que se desbordaría a nivel internacional.

La paz en la región está muy lejos de conseguirse. Los grupos radicales mantendrán sus continuas acciones, los Estados árabes y la comunidad internacional seguirán con llamados al alto al fuego sin repercusiones reales en la región, y desafortunadamente, las víctimas civiles seguirán sumándose cada día. N

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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.

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