El invierno se acerca a Ucrania y abre una nueva etapa en la guerra

En las primeras semanas de la guerra, un vehículo lanzacohetes múltiple del ejército ruso destruido en las afueras de Kharkiv, Ucrania
En las primeras semanas de la guerra, un vehículo lanzacohetes múltiple del ejército ruso destruido en las afueras de Kharkiv, Ucrania - Créditos: @VADIM GHIRDA

PARÍS.- Para Rusia es una suerte de mito. Un amuleto cuando los tiempos son rudos. Un estratega capaz de sacar al país del pantano en periodos de guerra. Lo imaginan con una larga barba blanca, como Merlín, aunque se trata sobre todo de una estación: el “general Invierno” está por llegar y, según una creencia secular, eso siempre permite el triunfo de las tropas rusas. Esta vez, sin embargo, podría ser diferente.

Dos ejemplos históricos avalan esa creencia: la derrota del gran ejército de Napoleón en 1812 y el fracaso de la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

“Lo que terminó con la Grande Armée no fue el invierno, fue el hecho de volver por el mismo camino que hizo al entrar. Después de haber arrasado con todo lo que habían encontrado, los soldados franceses no hallaron nada para comer”, precisa Jean de Gliniasty, investigador en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRSI), autor del libro Rusia: un nuevo tablero. En el segundo caso, “durante el invierno de 1941, los rusos padecieron tanto del frío como los alemanes. Lo que hizo la diferencia entonces fue su convicción patriótica”, agrega.

En este caso, aun cuando Vladimir Putin cante loas al “patriotismo” de sus tropas, los 300.000 soldados movilizados no llegaron al frente ucraniano con el mismo entusiasmo.

Uno de los centros donde Rusia reclutó hombres para la guerra.
Uno de los centros donde Rusia reclutó hombres para la guerra. - Créditos: @Sergei Ilnitsky / EPA / TASS

“Rusia completó sus unidades con movilizados escasamente motivados y sin entrenamiento. Aunque estén acostumbrados al duro clima ruso, podrían verse desestabilizados por las terribles condiciones que padecen los soldados ya desplegados, que no dudan en contar incluso en las redes sociales sus padecimientos.

“Por su parte, los ucranianos -que también conocen y viven en el mismo clima- tienen a su favor no solo la determinación patriótica, sino el material adaptado a esas condiciones”, dice Jean-Claude Allard, especialista de cuestiones militares.

Prueba flagrante de esas dificultades, la decisión del Kremlin de retirar esta semana sus tropas, víctimas de la contraofensiva ucraniana, de la ciudad de Kherson, única capital regional conquistada a comienzos del conflicto y anexada con gran pompa por el mismo Putin hace escasa semanas.

“Un rápido avance a comienzos del conflicto y después una serie ininterrumpida de reveses afecta obligatoriamente la moral de las tropas. Por ende, el futuro de los combates”, precisa el general francés (RE) Dominique Trinquant.

Pero, ¿cuál será el verdadero impacto del invierno en las operaciones militares en momentos en que llegan las primeras heladas en el norte de Ucrania y la lluvia cae más al sur?

El invierno refuerza la viscosidad del medio en que se mueven las fuerzas, ya sea por tierra o aire. Y esto tendrá necesariamente consecuencias en el campo de batalla”, asegura Yohann Michel, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).

En teoría, las condiciones invernales benefician sobre todo al que defiende un territorio. Porque la lluvia y el barro hacen más difícil el desplazamiento de blindados y cañones. Sobre todo aquellos montados sobre ruedas, como los franceses Caesar, utilizados por Ucrania. Sin hablar de las huellas que dejan en un suelo esponjoso, que los hace fácilmente detectables por los medios de observación enemigos, sobre todo por los drones.

A pesar de sus orugas, los tanques también pueden verse obstaculizados por terrenos demasiado blandos, donde los manuales de instrucción les desaconsejan circular. Eso fue lo que sucedió con los tanques rusos T-72 y T-80, obligados a circular por la ruta durante el ataque a Kiev a comienzos de año, exponiéndolos a los disparos ucranianos de misiles antitanque portátiles, como el Javelin o el NLAW.

Un tanque T-72-B3 del ejército ruso dispara durante ejercicios militares en el sur de Rusia, el 23 de septiembre de 2020 durante los simulacros militares "Cáucaso-2020"
Un tanque T-72-B3 del ejército ruso dispara durante ejercicios militares

El viento y la niebla típicos del otoño y el invierno en esa región también limitan el uso de drones, utilizados por ambos beligerantes desde que comenzó el conflicto. Esto reducirá la precisión de los disparos de artillería, pero también la detección de los movimientos enemigos. Según una fuente militar francesa, “el invierno enceguecerá en parte a ambos ejércitos”.

En ese contexto, el llamado fenómeno “raspoutitsa”, que cada otoño transforma los suelos ucranianos en pantanos con intensas lluvias y en primavera con el deshielo, debería en principio beneficiar a las fuerzas rusas, esencialmente instaladas en posiciones defensivas.

Sin embargo, según los expertos militares, la relación de fuerzas podría invertirse durante el invierno, a medida que el frío endurezca los suelos, favoreciendo así la circulación de blindados.

“En algunas semanas, el hielo se habrá instalado en el teatro norte de operaciones, autorizando movimientos más importantes. a un ejército ucraniano mucho mejor preparado para el frío. En resumen, el frío está esta vez a favor de Ucrania”, considera Joseph Henrotin, investigador del Centro de Análisis y Previsión de Riesgos Internacionales.

En el terreno, ambos adversarios deberán adaptarse a las gélidas temperaturas.

Pero “el bonus será para aquellos que se muevan. Los blindados podrán circular mejor en los suelos solidificados y será más difícil empantanarse”, confirma Jean de Gliniasty.

Pero el nervio de la guerra también será la logística. Y los rusos toman muy en serio esa cuestión porque, desde el comienzo de la invasión, los problemas en ese terreno han sido inmensos. El 21 de octubre Moscú lanzó un consejo de coordinación para paliar el “caos” denunciado por las tropas movilizadas y, sobre todo, por los señores de la guerra -como Evgueni Prigojin, dueño de la milicia Wagner- o el líder checheno Ramzan Kadyrov, que acusan a los militares rusos de incapacidad e improvisación.

Los soldados ucranianos están, en efecto, mejor equipados que los rusos. Desde el verano boreal, los occidentales enviaron a Ucrania vestimenta especial (parkas, pantalones, guantes, gorros, botas, etc.). Canadá prometió 500.000 unidades, Gran Bretaña 195.000, Alemania varios centenares de miles… Por el contrario, los testimonios que circulan en las redes sociales dan cuenta de movilizados rusos obligados a comprar su propia ropa.

“A partir de -15° un soldado está en peligro de muerte si no está equipado para luchar contra el frío o alimentado correctamente”, señala Yohann Michel. En las regiones más continentales de Ucrania, como en la provincia de Lugansk, la temperatura puede descender hasta -30°.

Como fue dicho más arriba, la cadena de aprovisionamiento rusa ha demostrado ser totalmente deficiente desde el inicio de la invasión, padeciendo cada día los tiros de los lanza-obuses Himars, de precisión quirúrgica. Como fuerza de ocupación, y contrariamente a sus adversarios ucranianos, los soldados rusos tampoco podrán contar con la ayuda de la población local para responder a sus necesidades energéticas.

“Todo parece confirmar que las tropas rusas son en este caso las más vulnerables a las puertas del invierno”, confirma en Twitter, Michael Kofman, investigador del Centro Naval de Arlington.

Desde hace algunos años, los ejércitos occidentales se preparan nuevamente a la guerra en zonas glaciales. El calentamiento climático en el Ártico hace temer una militarización del círculo polar. Desde la anexión de Crimea en 2014, la amenaza rusa se volvía tangible. Desde 2006, la OTAN organiza regularmente ejercicios “Cold Response” en Noruega para probar sus capacidades invernales. La última edición, en marzo, reunió unos 30.000 soldados, o sea el doble de lo habitual.

Y la retirada de Kherson, además de representar una inmensa humillación para el líder del Kermlin, parece responder a la necesidad de evitar todos esos obstáculos que podrían provocar una hecatombe rusa en Ucrania. Incapaz de aceptar que vive en el siglo XXI, Putin hará como en las guerras de la Antigüedad: intentará “congelar” el conflicto durante los meses invernales, a fin de entrenar mejor a sus reservistas, recuperar fuerzas y reorientar su estrategia militar.