Introspección e intensidad en el tango de Omar Massa y sus colegas

CIUDAD DE MÉXICO, julio 2 (EL UNIVERSAL).- ¿Cuáles es el sonido de Astor Piazzolla en la interpretación de un violinista israelí como Guy Braunstein? Esta pregunta podría ser una de las premisas de los Darksides del Festival Paax GNP, que se lleva a cabo en el Hotel Xcaret Arte en Playa del Carmen; se trata de una serie de conciertos en la que los músicos que en el día interpretan a Bach o a Dvo?ák, en la noche ofrecen, por ejemplo, conciertos de salsa o música folclórica al aire libre.

En el ciclo de este año, el segundo concierto fue el 29 de junio: "Una noche en Buenos Aires", en el que Omar Massa, uno de los bandoneonistas más destacados y gran representante del llamado Nuevo Tango, continuador del legado de Piazzolla, invitó a Ana Karina Álamo, al piano; Rolando Fernández en el violonchelo y el ya mencionado Braunstein, mientras se presentaron, a la par, las bailarinas invitadas del Joffrey Ballet.

Al principio, el programa abarcó obras de Piazzolla como "Adiós, Nonino", bajo la luz violeta de los focos sobre grupos de cortinas negras; los músicos, también con prendas negras. Luego, Massa se dirigió al público, fue preciso: "Es el momento de ir al infierno" como especie de advertencia de que había llegado la hora de interpretar sus propias piezas.

Al hablar de su trabajo, resulta inevitable señalar que hay algo diferente en su noción del tango, algo que parece que nadie más hace: hay tensión, atmósferas, texturas. El lenguaje del tango sirve para crear un dramatismo y un suspenso que se desenvuelven mientras, a ratos, el diálogo de los instrumentos se ensimisma, se satura y agudiza la emoción.

Cuando Massa no toca, se recarga en una de sus piernas, apoyándola como si fuera a subir un escalón, y reflexiona, inmerso en el trabajo de sus colegas, con el bandoneón quieto, sostenido entre las manos.

La bailarina Anais Bueno lleva también un vestido negro que le permite tener movimientos ligeros y se mueve con plena libertad, pisando el agua de la alberca / explanada que tiene pocos centímetros de altura sobre el suelo. Patea y crea ondas y arcos con las piernas; parece caminar sobre el agua.

Massa anuncia, entonces, el regreso de la música de Piazzolla. Es un maestro, él, sucesor de la leyenda argentina, que expresa bien su vigor, su otra escala de emociones. Esa forma de introspección que es muy diferente a la de Massa; lejos, por ejemplo, de lo neoclásico y más lejos aún de una oscuridad particular que transmite y que es inasible. Una densidad en la que el tango se desenvuelve como si cayera dentro de los círculos concéntricos de un sueño o de una pesadilla, la muestra del mundo interior del compositor, imposible de abarcar.

Al final del concierto, un amigo más se les une: el cuatro venezolano Leo Rondón, y parece, más que el cierre, el inicio de una noche que apenas comienza.