¿La inteligencia puede estar separada del cuerpo?

Moxie, el cual cuenta con sensores que pueden percibir las pistas visuales y responder al lenguaje corporal, en el laboratorio de Embodied, en Pasadena, California, el 6 de abril de 2023. (Alex Welsh/The New York Times)
Moxie, el cual cuenta con sensores que pueden percibir las pistas visuales y responder al lenguaje corporal, en el laboratorio de Embodied, en Pasadena, California, el 6 de abril de 2023. (Alex Welsh/The New York Times)

¿Qué relación hay entre la mente y el cuerpo?

Es posible que la mente sea como el controlador de un videojuego; desplaza el cuerpo por el mundo y lo lleva a paseos divertidos. O tal vez el cuerpo manipule la mente cuando tiene hambre, sueño y ansiedad, algo así como un río que conduce una canoa. ¿Es acaso la mente como ondas electromagnéticas que salen y entran a nuestros cuerpos fluorescentes? ¿O es un automóvil sobre la carretera? ¿Un fantasma en el equipo?

Tal vez no haya ninguna metáfora que sea del todo adecuada debido a que no existe ninguna distinción entre la mente y el cuerpo. Solo hay experiencia o algún tipo de proceso físico, un todo en interacción.

Estas preguntas, las cuales han atormentado a los filósofos durante varios siglos, están cobrando un renovado apremio a medida que las computadoras que cuentan con inteligencia artificial comienzan a infiltrarse en la sociedad. En cierto sentido, los chatbots, como el GPT-4 de OpenAI y el Bard de Google, tienen mente. Como se les ha entrenado en una enorme cantidad de lenguaje natural, han aprendido a generar combinaciones nuevas de textos, imágenes e incluso videos. Si se les prepara del modo correcto, pueden expresar deseos, creencias, esperanzas, propósitos y amor. Pueden hablar de introspección y duda, de confianza en sí mismos y arrepentimiento.

Pero algunos investigadores en inteligencia artificial aseguran que la tecnología no alcanzará a la verdadera inteligencia ni a la verdadera comprensión del mundo sino hasta que funcione con un cuerpo que pueda percibir su entorno, reaccionar a él y palparlo. Para ellos, es equivocado e incluso peligroso hablar de mentes inteligentes que no tienen cuerpo. Una inteligencia artificial que no sea capaz de explorar el mundo y conocer sus límites, del modo en que los niños descubren lo que pueden hacer y lo que no, podría cometer errores mortales y alcanzar sus objetivos a costa del bienestar de los seres humanos.

“De una manera muy simple, el cuerpo es el pilar del proceder juicioso e inteligente”, señaló Joshua Bongard, un especialista en robótica de la Universidad de Vermont. “Según yo lo veo, es el único camino hacia una inteligencia artificial sana”.

Robin Johnson, un técnico especialista en robots de Embodied, trabaja con una unidad de Moxie en el laboratorio de la empresa, en Pasadena, California, el 6 de abril de 2023. (Alex Welsh/The New York Times)
Robin Johnson, un técnico especialista en robots de Embodied, trabaja con una unidad de Moxie en el laboratorio de la empresa, en Pasadena, California, el 6 de abril de 2023. (Alex Welsh/The New York Times)

En un laboratorio de Pasadena, California, un pequeño equipo de ingenieros ha pasado los últimos años desarrollando una de las primeras combinaciones que contempla un modelo de lenguaje muy extenso y un cuerpo: se trata de un robot color turquesa llamado Moxie, el cual es casi del tamaño de un niño de 12 meses. Este robot tiene una cabeza en forma de lágrima, unas manos suaves y unos vivarachos ojos verdes. Adentro de su cuerpo de plástico rígido hay un procesador de computadora que ejecuta el mismo tipo de software que el ChatGPT y GPT-4. Los fabricantes de Moxie, que pertenecen a una empresa emergente llamada Embodied, califican este artefacto como “el primer amigo robot del mundo que cuenta con inteligencia artificial”.

El robot fue concebido en 2017 para ayudar a que niños con trastornos en el desarrollo trabajaran su conciencia emocional y su capacidad de comunicación. Cuando alguien le habla a Moxie, su procesador convierte el sonido en texto y este texto alimenta un modelo de lenguaje muy extenso, el cual a su vez genera una respuesta física y verbal. Por ejemplo, Moxie puede mover los ojos para consolarnos por la muerte de nuestro perro y también puede sonreír para animarnos a ir a la escuela. El robot también tiene sensores que reciben pistas visuales y responden al lenguaje corporal imitando y aprendiendo el comportamiento de las personas a su alrededor.

“Es casi como la comunicación inalámbrica entre los seres humanos”, comentó Paolo Pirjanian, especialista en robótica y fundador de Embodied. “Literalmente comenzamos a sentirlo en el cuerpo”. Pirjanian señaló que, con el tiempo, el robot mejora en este tipo de intercambio, justo como lo hace un amigo conforme llega a conocernos.

Los investigadores de Alphabet, la empresa matriz de Google, han adoptado un enfoque parecido para integrar extensos modelos de lenguaje a artefactos físicos. En marzo, la empresa anunció los buenos resultados de un robot que llamaron PaLM-E, el cual podía asimilar características visuales de su entorno e información acerca de la posición de su propio cuerpo y traducir todo a lenguaje natural. Esto le permitía al robot saber en qué parte del espacio se ubicaba con respecto a otras cosas y luego abrir un cajón y sacar una bolsa de papas fritas.

Los expertos afirman que este tipo de robots podrán desempeñar tareas básicas sin contar con programación especial. Parece ser que podrían servirte un vaso de refresco, prepararte el almuerzo o levantarte del suelo tras una mala caída, todo en respuesta a una serie de órdenes muy sencillas.

Pero muchos investigadores tienen dudas de que la mente de estos artefactos, al estar estructurada de esta forma modular, realmente vaya a estar conectada con el mundo físico y, por lo tanto, nunca vaya a poder desplegar aspectos fundamentales de la inteligencia humana.

Boyuan Chen, un experto en robótica de la Universidad Duke que está trabajando en el desarrollo de robots inteligentes, señaló que, al estar determinada por años de evolución, la mente humana —o, para el caso, la mente de cualquier otro animal— es inseparable de la manera en que el cuerpo actúa en el mundo real y de cómo reacciona a él. Los bebés humanos aprenden a recoger objetos mucho antes de aprender a hablar.

La mente del robot, con su inteligencia artificial, fue construida por completo con base en el lenguaje y a menudo comete errores de sentido común que se derivan de los procedimientos de entrenamiento. Le hace falta una conexión más profunda entre lo físico y lo teórico, comentó Chen. “Creo que la inteligencia no puede nacer sin tener la perspectiva de manifestaciones físicas”.

Hace poco, algunos especialistas, entre ellos Pirjanian, manifestaron en una carta su preocupación acerca de la posibilidad de generar una inteligencia artificial que, de manera desinteresada, pudiera superar a los seres humanos en la búsqueda de algún objetivo (como producir sujetadores de papel de modo eficiente), o que pudiera aprovecharse para propósitos perversos (como en campañas de desinformación). La carta hacía un llamado a suspender temporalmente el entrenamiento de modelos más potentes que el GPT-4.

Bongard, al igual que muchos otros científicos de esa área, pensó que la carta que solicitaba una suspensión de la investigación podría dar pie a un alarmismo mal informado. Pero le preocupan los peligros de nuestra tecnología que avanza sin cesar y cree que la única manera de abastecer a la inteligencia artificial física con un conocimiento sólido sobre sus propias limitaciones es mediante el método de prueba y error que son constantes al transitar por el mundo real.

Comencemos con robots sencillos, comentó “y cuando demuestren que pueden hacer las cosas con seguridad, démosles más brazos y piernas, más herramientas”.

Así, tal vez con la ayuda de un cuerpo, surja una mente artificial verdadera.

c.2023 The New York Times Company