Inoperancia y colusión: testimonio de una madre que busca, como miles más

El 9 de marzo de 2023, durante el 186 periodo de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), familiares de personas desaparecidas, representantes de diversas organizaciones y del Consejo Nacional Ciudadano participamos en la audiencia temática solicitada por el Estado mexicano en materia de búsqueda forense. Ahí, en representación de más de 112 mil familias, ante algunos integrantes de la CIDH y frente a la Comisión Nacional de Búsqueda y la Fiscalía General de la República, evidenciamos que somos las familias quienes hemos impulsado la búsqueda, mientras que el Estado ha fallado en sus obligaciones.

A continuación, comparto el breve texto que escribí para mi participación en la audiencia. Lo que aquí expongo es solo la punta del iceberg de los retrocesos y fallas institucionales que se han acumulado, acrecentado y profundizado con los años. Hoy estamos frente a un gobierno que llegó con muchas promesas hacia esta lucha y ninguna se ha cumplido. Ojalá que nuestros reclamos sigan llegando a todos los rincones y resuenen en todos los espacios, hasta encontrarles.

Soy Adriana Moreno Becerril, mamá de Víctor Adrián Rodríguez Moreno, desaparecido a manos del Estado, junto con Heber Eusebio Reveles y José María Plancarte, el 11 de mayo de 2009 -hace casi 14 años- en Francisco I. Madero, Coahuila. En ese mismo lugar, un mes después, el 15 de junio, los mismos perpetradores -las autoridades locales- desaparecieron a Óscar Germán Herrera Rocha, Sergio Arredondo Sicairos, Octavio del Villar Piña y Ezequiel Castro Torresillas. Todos ellos de paso por Coahuila en una comisión de trabajo. En un país sin impunidad y corrupción, se hubiera actuado de forma inmediata y eficiente para prevenir la desaparición de este segundo grupo. Esto no era así entonces y tampoco lo es ahora. Por eso estoy hoy aquí, en representación del colectivo Siguiendo Tus Pasos de Ensenada, Baja California, donde resido, y de más de 112 mil familias que buscan a sus seres queridos.

Quiero usar mi participación para denunciar la ineficiencia institucional y la revictimización a las que constantemente somos sometidas las familias. Las que sufrimos tanto, las que llevamos 14 años como yo, o más tiempo, buscando a nuestros seres queridos, como a quienes día a día se suman a esta tragedia nacional.  Nada de lo que les pueda decir es completamente nuevo, todas son cosas que ustedes [la CIDH] y ellos [las autoridades mexicanas] ya saben, porque llevamos décadas señalándolas. Nuestra sola presencia aquí, el día de hoy, es prueba de esa ineficacia y revictimización.

A pesar de contar con un marco normativo cada vez más amplio, la implementación de las leyes y la creación de nuevas instituciones no han logrado alejarse de los altos niveles de corrupción e impunidad que imperan en el país. En consecuencia, hoy tenemos aparatos enormes y burocráticos, sin garantías presupuestarias adecuadas. La operación institucional es deficiente, reflejada en la falta de profesionalización del personal operativo y en el mal manejo de recursos, lo que ha ocasionado incluso el reporte de subejercicios. Todo ello y más impiden una búsqueda eficiente.

Así empieza la revictimización y continúa con la que llamamos “desaparición administrativa”. A nuestros familiares los VUELVEN a desaparecer en medio de la inoperancia institucional. Además, tenemos que realizar muchas diligencias -las mismas diligencias, realmente- con autoridades distintas, que no tienen la capacidad de coordinarse entre ellas. La vinculación o trabajo interinstitucional no existe, es un unicornio. Vamos y venimos, repitiendo nuestras historias, manteniendo las esperanzas y las exigencias de aparición con vida, en lo que parece ser un laberinto sin salida.

Los canales de ese laberinto están pavimentados de criminalización hacia las personas desaparecidas y sus familias. En cada autoridad con la que interactuamos prevalece una narrativa que estigmatiza y condena a las víctimas de desaparición y a sus familias, a quienes se hace responsables por los hechos ocurridos. Aquí [en los Ángeles, California], en una reunión con los funcionarios del más alto nivel y frente a una instancia internacional, eso no sucede, pero tampoco tenemos acceso a este nivel con frecuencia. A la criminalización y estigmatización nos enfrentamos allá [en México], en los ministerios públicos, en las comisiones locales de búsqueda y de víctimas, en cualquier institución a la que recurramos. Por si fuera poco, constantemente intentan desalentar la búsqueda de nuestros familiares, así como nuestras exigencias de verdad y justicia.

En evidente contradicción a los “avances” que presenta el Estado mexicano, lo cierto es que no encuentran a las personas; y cuando sí lo hacen, la realidad es que los encontramos nosotras. Las familias somos las que logramos avances. Sin embargo, aunque encontremos a nuestros familiares, ésto no significa que vayan a regresar a casa, pues la crisis forense rebasa todas las capacidades que puedan existir o quieran construir. Sabemos que se requieren más de 20 años para lograr identificar los más de 52 mil cuerpos que las fiscalías reportan como no identificados. A esto hay que sumarle los restos que se siguen cavando en las tierras de este país, que es una fosa entera. Y en los poquísimos casos en los que se logra la identificación, la entrega de restos y cuerpos vuelve a ser ineficiente, revictimizante e indigno.

La vida no nos ha alcanzado para revertir esto y no estoy segura de que nos vaya a alcanzar; porque muchas de nosotras hemos muerto en la lucha, hemos sido asesinadas, hemos sido desaparecidas.

Ni los encuentran, ni nos protegen.

 Nos han fallado.

¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!

#HastaEncontrarles

* Adriana Moreno Becerril es incansable buscadora. Nació en Tijuana, creció entre Hermosillo y Tecate. Reside en Ensenada. Le gusta el ejercicio, ir al cine y hacer amistades. Esposa. Mamá de tres hombres y una mujer. Abuela de tres niños (hijos de Adrián) y dos niñas. Ríe, todavía ríe; aún en lo más triste de su vida le gusta reír.