Inmolarse para defender una causa común: prenderse fuego para protestar ya pasó antes en EEUU y en el mundo

Una imagen de la vigilia con la foto del aviador estadounidense Aaron Bushnell, de 25 años, quien murió por autoinmolación frente a la embajada de Israel en Washington en protesta por la guerra en Gaza. (Photo by Fatih Aktas/Anadolu via Getty Images)
Una imagen de la vigilia con la foto del aviador estadounidense Aaron Bushnell, de 25 años, quien murió por autoinmolación frente a la embajada de Israel en Washington en protesta por la guerra en Gaza. (Photo by Fatih Aktas/Anadolu via Getty Images)

Aaron Bushnell, efectivo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos de 25 años, colocó su teléfono en el suelo, justo al frente de la embajada de Israel en Washington D.C. para realizar una transmisión en vivo. Seguidamente se colocó frente a la sede diplomática y se prendió fuego mientras gritaba “Palestina Libre”, en una dramática protesta contra los ataques de Israel a Gaza. Poco después moriría a causa de las quemaduras en un hospital local.

La autoinmolación de Bushnell es la segunda que ocurre en Estados Unidos por la misma causa. La revista Time dijo que un individuo no identificado se autoinmoló en diciembre pasado frente al consulado israelí en Atlanta, en lo que la policía describió como “probablemente un acto extremo de protesta política”.

Existe una larga historia de personas que deciden poner fin a su vida en nombre de una causa colectiva, a juicio de Michael Biggs, un profesor de sociología de la Universidad de Oxford que ha estudiado el tema durante décadas.

Explica que a diferencia de un ataque suicida, un acto de autoinmolación no tiene como objetivo causar daño físico a nadie ni infligir daños materiales. En ese sentido dice que mientras el ataque suicida es un arma de guerra extraordinaria, “la autoinmolación es una forma extrema de protesta. Como acto de protesta, se pretende que sea público en al menos uno de dos sentidos: realizado en un lugar público a la vista de otras personas, o acompañado de un escrito dirigido a figuras políticas o al público en general”.

El acto de protesta de Busnell cumplió con las características mencionadas por Biggs. Ocurrió a la 1pm de la tarde del domingo 25 de febrero en plena vía pública y horas antes había enviado un correo electrónico a varios sitios web alertando lo que haría. "Hoy planeo participar en un acto extremo de protesta contra el genocidio del pueblo palestino", decía el email que luego fue enviado a la BBC.

Morir para no matar

En una entrevista otorgada el lunes a NPR, Biggs dijo que la autoinmolación es una declaración política deliberada para comunicar la importancia suprema de una causa, y que sus protagonistas no suelen ser personas con un historial que muestre problemas de salud mental.

Las siguientes imágenes contienen material que pueden herir tu sensibilidad. Recomendamos discreción.

Al ser consultado sobre un caso pasado que se pareciera al de Busnell, Biggs encontró un claro paralelismo con la autoinmolación de un cuáquero llamado Norman Morrison, quien se roció de combustible y se encendió en llamas frente al Pentágono en 1965 en protesta por la participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam.

Ese día Morrison, de 31 años, viajó con su hija Emily, de apenas un año, para protestar frente a la oficina del entonces secretario de la Defensa Robert McNamara. La niña resultó ilesa porque Norman la entregó a un transeúnte antes de tomar la mortal decisión.

Al enterarse de lo sucedido, su esposa Anne escribió el siguiente comunicado: “Norman había dado su vida para expresar su preocupación por la pérdida de vidas y el sufrimiento causado por la intervención militar estadounidense en Vietnam”.

Norman Morrison se inmoló en las afueras del Pentágono en 1965 para protestar contra la guerra de Vietnam (Foto: Getty Images)
Norman Morrison se inmoló en las afueras del Pentágono en 1965 para protestar contra la guerra de Vietnam (Foto: Getty Images)

Quizá uno de los casos de autoinmolación que permanece en la memoria de muchos es el del monje budista Thich Quang Duc, quien permaneció inmóvil, sentado en una calle de Saigón en posición de loto, mientras su cuerpo era devorado por las llamas el 11 de junio de 1963.

El monje protestaba por la persecución de los budistas por parte del gobierno de Vietnam del Sur, liderado por Ngo Dinh Diem.

La imagen causó tal revuelo que el mismo presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, dijo que “ninguna noticia en la historia ha generado tanta emoción en todo el mundo como ésta”.

Otro acto de rebeldía extrema lo protagonizó Alice Herz, de 82 años, quien escapó de la Alemania Nazi junto a su hija y vivió en campamentos de refugiados en Francia y Cuba antes de asentarse en Detroit.

Herz empapó su abrigo con un líquido inflamable y se prendió fuego en una esquina de la ciudad el 18 de marzo de 1965, luego de regresar de una manifestación contra la violencia racial en Selma, Alabama. Ella había advertido a sus familiares y amigos que no la estaban escuchando, aunque escribía y hablaba de manera incansable en contra de la guerra de Vietnam y la segregación racial en Estados Unidos.

Un poster conmemora el acto extremo de Thich Quang Duc quien se inmoló el 11 de junio de 1963 (Foto: Christiane Oelrich/picture alliance via Getty Images)
Un poster conmemora el acto extremo de Thich Quang Duc quien se inmoló el 11 de junio de 1963 (Foto: Christiane Oelrich/picture alliance via Getty Images)

¿Mártires o desequilibrados?

Hay otros casos de autoinmolación mucho más antiguos, como la practicada por los primeros cristianos en el año 300 d.C. como un acto de sacrificio al preferir ser quemados vivos que huir de manera permanente por practicar su fe.

Y también otros recientes de personas que se han sacrificado para llamar la atención sobre el cambio climático, como el caso de David Buckel, un abogado retirado de 60 años que se prendió fuego en Brooklyn en 2018. Antes de autoinmolarse, el activista escribió en un correo electrónico: "Mi muerte prematura por combustibles fósiles refleja lo que nos estamos haciendo a nosotros mismos”.

El tipo de reacción que despierta en el espectador dependerá de la simpatía o aversión que tenga por la causa que se defiende.

Si una persona concuerda con la causa de la persona que se autoinmoló, seguramente dirá que era un mártir o un héroe de la causa. Pero si está completamente en desacuerdo probablemente dirá que se trataba de un loco.

Y sobre la efectividad de la autoinmolación, Biggs dice que es una táctica que solo inflige costos al perpetrador. Y se aventura a teorizar que morir sin matar es potencialmente eficaz de dos maneras.

La primera es que puede incitar a que los simpatizantes contribuyan más a una causa porque evocan emociones como la vergüenza o la culpa. También puede atraer suficiente atención a una causa y sumar simpatizantes al apelar a la solidaridad.

“Aunque la autoinmolación es extremadamente rara, proporciona una importante lección teórica: el sufrimiento puede servir para promover una causa colectiva”, señaló Biggs

Fuentes: Time, Washington Post, Michael Biggs, Times of India, Newspapers, The Guardian, NYTimes.

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