Después del informe sobre Joe Biden: ¿cómo saber si un episodio de confusión o un lapsus es parte de un deterioro grave o un hecho aislado?

El presidente Biden durante una presentación, la semana pasada, en el Salón Diplomático de la Casa Blanca
El presidente Biden durante una presentación, la semana pasada, en el Salón Diplomático de la Casa Blanca - Créditos: @Evan Vucci

NUEVA YORK.– El extenso informe que acaba de difundir el Departamento de Justicia norteamericano sobre el manejo de documentos clasificados por parte del presidente Joe Biden contiene algunas evaluaciones sobre su salud mental y bienestar general que causaron sorpresa y algo de consternación.

Biden, de 81 años, “es un hombre anciano con mala memoria” y “con sus facultades disminuidas” que “no pudo recordar cuándo había sido vicepresidente”, consignó en el informe el fiscal especial Robert Hur.

En conversaciones grabadas en 2017, Biden estuvo “penosamente lento, le costaba recodar ciertos hechos, y por momentos tenía problemas para leer y transmitir las anotaciones hechas en su propio cuaderno”. De hecho, Biden estaba tan incapacitado que un jurado difícilmente lo habría condenado por algún delito, arriesga Hur en sus conclusiones.

Los republicanos, por supuesto, se abalanzaron de inmediato para no perderse la oportunidad de fustigar al presidente: algunos dijeron que no era apto para el cargo que ocupa y hasta pidieron su remoción.

Pero si bien el informe habla mal de la salud mental de Biden, los expertos médicos señalaron que esa evaluación no es científica y que los métodos con los que fue realizada no guardan relación alguna con los que utilizan los especialistas para diagnosticar un posible deterioro cognitivo.

La cuestión de fondo es la misma que enfrentan los médicos, los pacientes y sus familiares desde hace décadas: ¿Cómo saber si un episodio de confusión o un lapsus de memoria es parte de un deterioro grave y generalizado y no un hecho aislado?

¿La respuesta?: “No hay forma de saberlo”, dice David Loewenstein, directos del Centro de Neurociencia cognitiva y Envejecimiento de la Escuela de Medicina Miller de la Universidad de Miami. Al menos sin un diagnóstico adecuado.

Y ese diagnóstico se hace con una batería de exámenes sofisticados y objetivos que evalúan la respuesta de diversas áreas: los distintos tipos de memoria, el uso del lenguaje, las funciones ejecutivas, la resolución de problemas, la atención y el desenvolvimiento en tiempo y espacio.

Tropezones verbales

Esos exámenes, apunta Loewenstein, sirven para determinar si existe un problema médico, y de ser así, la naturaleza y extensión de ese problema. Los titubeos y tropezones verbales no prueban nada, insisten Loewenstein y otros expertos.

“Olvidarse de algo que pasó no necesariamente implica que la persona tenga un problema médico”, señala el doctor John Morris, titular de Neurología de la Universidad Washington en St. Louis.

El fiscal especial Hur basó sus conclusiones en una entrevista de cinco horas realizada a lo largo de dos días —los dos días que siguieron al ataque sorpresa de Hamas a Israel— y en la revisión de entrevistas grabadas que Biden mantuvo con un escritor fantasma en 2017.

Pero para identificar científicamente un problema de memoria los médicos necesitan evaluar los cambios en la función cognitiva a lo largo del tiempo y determinar que el problema es de magnitud suficiente para reducir la capacidad del paciente para realizar sus actividades habituales, apunta Morris.

Y la mejor manera de determinar si ese cambio se ha producido es comparar los resultados de una prueba de memoria actual con los resultados de una prueba realizada hace cinco o diez años, agrega Morris. Caso contrario, los médicos también pueden entrevistar a alguien que conozca bien al paciente —por lo general, un familiar cercano— para tener una idea de si se ha producido un deterioro.

La memoria es solo un aspecto de la cognición, apunta la doctora Mary Ganguli, profesora de psiquiatría, neurología y epidemiología de la Universidad de Pittsburgh.

Para hacer un diagnóstico preciso, un psiquiatra geriátrico podría preguntar, por ejemplo, cuánto hace que el paciente tiene problemas para planificar, organizar o expresarse. Si la persona es olvidadiza, ¿de qué cosas se olvida, y en qué momentos?

“Lo que los médicos necesitamos saber es qué pérdidas particulares se observaron, y no solo la memoria en general”, dice Ganguli. “¿Se olvidó de algo puntual cuando estaba cansado o enfermo, u ocurre constantemente y la frecuencia de esos olvidos va en aumento?”

Posibles causas y un culpable frecuente

Es importante descartar otras posibles causas que puedan afectar la función cognitiva, como un derrame cerebral o una lesión en la cabeza, o incluso el uso de ciertos medicamentos comunes, agrega Ganguli.

Un culpable frecuente de los lapsus de memoria, por ejemplo, es la difenhidramina: las personas que toman difenhidramina como medicación crónica para conciliar el sueño suelen volverse olvidadizas.

La demencia, además, tiene un patrón de pérdida de memoria muy distintivo y característico que no debe confundirse con los olvidos comunes, agrega Ganguli. La persona con demencia normalmente olvida hechos recientes, como lo que desayunó esa mañana, pero recuerda perfectamente cosas del pasado lejano, como la fecha de una boda.

Un examen exhaustivo puede llevar una hora y además suele incluir entrevistas con miembros de la familia del paciente, explica Ganguli. Un médico clínico puede realizar una evaluación abreviada, con pruebas rápidas de memoria, como la Escala de Evaluación Cognitiva de Montreal (MoCA) o el Mini Examen de Estado Mental (MMSE).

En esas pruebas, a los pacientes se les pregunta la fecha, la hora, y la ubicación del consultorio del médico. A veces también se les pide que dibujen un reloj que muestre una hora específica, o se les leen varias palabras y poco tiempo después se les pide que las repitan.

Para evaluar el estado cognitivo de una persona, Loewenstein suele realizarle una serie de pruebas objetivas mucho más largas y de fondo. “Un principio básico de nuestro campo de la medicina es nunca diagnosticar a un paciente que no ha sido evaluado en un entorno médico”, dice el especialista.

Loewenstein dice estar indignado con los expertos “que tienen la osadía de hacer diagnósticos en base a que una persona fue hasta la heladera y olvidó qué iba a buscar, o que confundió el nombre de alguien cuando estaba ocupada con otras cosas en la cabeza.”

Por Gina Kolata

(Traducción de Jaime Arrambide)