El increíble “dolor de cabeza” de un país europeo: ¿qué hacer con 11.000 millones de dólares?

Una estatua de James Joyce, en el centro de Dublín. (Paulo Nunes dos Santos/The New York Times)
Una estatua de James Joyce, en el centro de Dublín. (Paulo Nunes dos Santos/The New York Times) - Créditos: @PAULO NUNES DOS SANTOS

DUBLÍN.- Quince años después del estallido de una burbuja inmobiliaria que obligó a Irlanda a endeudarse en miles de millones de dólares o irse a los caños, el país está descubriendo que el excedente de dinero también puede ser un problema.

Alimentadas por el aumento de la recaudación impositiva a las grandes corporaciones, sobre las tecnológicas y farmacéuticas norteamericanas, este año las arcas del gobierno de Dublín tendrán un superávit presupuestario récord de casi 11.000 millones de dólares (unos 10.300 millones de euros). Y para el año que viene se proyecta una bonanza aún mayor, superior a los 16.000 millones de dólares.

Los edificios históricos de Dublín
Los edificios históricos de Dublín

Los bajos impuestos a las corporaciones que aplica Irlanda desde hace años sedujeron a las multinacionales a instalar allí sus filiales del extranjero. Esa recaudación ha redundado en un colchón financiero para Irlanda, pero al mismo tiempo enfurece a otros países.

Aunque los planes que impulsan Estados Unidos y otros países para establecer una tasa global de impuesto a las corporaciones están avanzando -ese cambio debilitaría el estatus de Dublín como paraíso impositivo-, la recaudación interna de Irlanda se disparó.

Y eso deja a los legisladores irlandeses frente a un dilema. Ahora que el gobierno prepara la ley anual de presupuesto que presentará en octubre, debe responder rápidamente una pregunta que viene con trampa: qué hacer con ese pozo.

Entre las opciones priman la de guardarlo por si acaso, pagar deudas, invertir para paliar la falta de vivienda o infraestructura, como hospitales, escuelas, una red de subtes para Dublín, o devolverlo en forma de rebajas impositivas y subsidios.

Sin embargo, y por razones particulares de los irlandeses, ninguno de todos esos evidentes beneficios, sería, en sí mismo, una opción fácil.

“Hagan lo que hagan, siempre habrá algunos muy disconformes”, dice Ciff Taylor, columnista de negocios de The Irish Times, y agrega que también se habla de invertir el dinero en algún fondo soberano, para fortalecer el sistema jubilatorio ante el envejecimiento poblacional.

“Pero si hacen eso, estarán los que digan que esa plata hay que gastarla urgentemente en cosas como vivienda, transporte y salud, o para la transición energética por el cambio climático”, apunta Taylor.

Uno de los principales déficits

Sobre el debate sobrevuela la advertencia de que estos excedentes anuales son impredecibles y que el país no debe volverse dependiente de ellos. Todos concuerdan en que la infraestructura de Irlanda, sobre todo la construcción de viviendas, se encuentra en pésimas condiciones. Las nuevas constructoras, que durante el auge inmobiliario del Tigre Celta de entre 1995 y 2005 produjeron viviendas en exceso, colapsaron cuando estalló la burbuja en 2008, y el gobierno se vio obligado a endeudarse por 77.000 millones de dólares en organismos internacionales para mantenerse a flote.

Ahora Irlanda tiene una de las poblaciones de más rápido crecimiento de Europa y una consecuente grave escasez de casas y departamentos. El altísimo precio de los alquileres impide que los jóvenes se independicen, y la cantidad de personas sin techo, incluidas familias trabajadoras, viene aumentando de manera constante.

La falta de vivienda y otras infraestructuras se está convirtiendo en un serio obstáculo para el crecimiento económico, según la Confederación de Empresas y Empleadores de Irlanda, un grupo de lobby que representa tanto a empresas nacionales como multinacionales.

“Las empresas no pueden atraer ni retener a la gente que necesitan”, apunta Fergal O’Brien, director ejecutivo del grupo. “En este momento la economía va bien, pero nuestros miembros dicen que hay mucho potencial desaprovechado.”

Una propuesta que cuenta con el respaldo de las encuestas de opinión pública y de la confederación empresarial sería reservar parte o la totalidad del dinero excedente para proyectos a largo plazo, basados en un plan nacional de inversión pública.

Una reciente encuesta de The Irish Times sugiere que el 40% de los irlandeses prefiere que el dinero extra se gaste en “transporte público, vivienda, hospitales y escuelas”, mientras que otro 25% prefiere el gasto en servicios públicos, como salud y educación. Sólo el 9% eligió como primera opción una rebaja de impuestos. Y menos de un 5% optó por pagar la deuda nacional o ahorrar para el futuro costo de las jubilaciones.

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Según Eoin Reeves, profesor de economía de la Universidad de Limerick, un obstáculo para gastar el dinero en proyectos de envergadura es que el gobierno irlandés no ha sido eficiente a la hora de hacer grandes inversiones.

Ya en otras épocas de vacas gordas los gobiernos gastaron en grandes proyectos, “pero no bien llegan las vacas flacas, esos proyectos se frenan”, dice Reeves, experto en contratación de obra pública. “Lo ideal sería asignar fondos por adelantado, para elevar el gasto y estimular la economía cuando hay una recesión, pero nunca nos sale bien. Nunca pensamos a largo plazo”, señala.

Leo Varadkar, el primer ministro de Irlanda, en Bruselas. (Ludovic Marin, fotografía de Pool vía AP)
Leo Varadkar, el primer ministro de Irlanda, en Bruselas. (Ludovic Marin, fotografía de Pool vía AP)

Incluso para los estándares globales, los grandes proyectos de infraestructura en Irlanda tienden a completarse tarde y por un costo muy por encima del presupuesto inicial. En 2015, se proyectó la apertura de un nuevo hospital infantil nacional en Dublín para el 2020, con 3000 camas, por un costo de unos 700 millones de dólares. La fecha de apertura se pospuso para el año que viene, y por casi 2500 millones de dólates, lo que podría convertirlo en el hospital más caro del mundo, en términos de costo por cama.

La muy congestionada Dublín, además, es una de las pocas capitales de Europa que no tiene red de subtes, pero los planes para la construcción de una línea hasta el concurrido aeropuerto, por un costo que en 2000 se estimó en 3500 millones de dólares, ha sido pospuesto o modificado sistemáticamente. Según el último plan, si es que alguna vez se pone en marcha, la construcción tardaría unos 10 años y el costo oscilaría entre los 7000 y 12000 millones de dólares.

“Si alguien escribiera un libro de casos de estudio para mostrar lo mal que pueden salir los megaproyectos, mereceríamos varias referencias”, dice Reeves.

“Dependencia”

El año pasado, el Consejo Fiscal, un organismo asesor oficial, advirtió que Irlanda dependía demasiado del “excedente” de los impuestos corporativos, que en los últimos siete años habían ascendido a 23.000 millones de dólares. La contabilización de estos ingresos también ha distorsionado el cálculo del PBI irlandés, porque refleja una actividad económica que no se está dando.

En 2016, el Premio Nobel de Economúa y columnista de The New York Times, Paul Krugman, utilizó la frase “economía duende” para describir un abrupto crecimiento del 26% de la producción económica de Irlanda, que según se supo más tarde, se debía en gran medida a la reestructuración corporativa y fiscal de una sola empresa: Apple.

Lo que fácil viene, fácil se va, apunta Taylor, de The Irish Times. “Estados Unidos podría cambiar de un día para otro la ley tributaria que regula a las multinacionales norteamericanas, y ese dinero iría a parar a otras arcas”, advierte.

Ed O’Loughlin

Traducción de Jaime Arrambide

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