In Memoriam: Umberto Peña, faro de múltiples generaciones para el arte cubano contemporáneo

Hay figuras que por su grandeza devienen mito y objeto de culto. Tal es el caso de Umberto Peña, de quien acabamos de recibir la noticia de su fallecimiento en Salamanca, España, a los 85 años y cuya contundente y polifacética propuesta, aunada a su posición ética frente al arte y la vida, lo convierten en faro de múltiples generaciones para el arte cubano contemporáneo.

Umberto Peña (La Habana, 1937- Salamanca, 2023) cursó estudios en San Alejandro entre 1954 y 1959. Ese mismo año (1959), la dirección de Cultura de Bellas Artes le otorga beca de un año que el artista comparte entre México y París. En la nación azteca estudia en el Instituto Superior Politécnico bajo la dirección de Siqueiros y en La Cuidadela, explora materiales no convencionales como el Piroxilina así como la técnica del mosaico bizantino.

En París asiste a clases de dibujo al natural en La Gran Chaumière en las mañanas que son secundadas por visitas a museos, galerías y casas de artistas en las tardes. Es allí que se reencuentra con Buey desollado (Rembrandt, 1655), obra que hasta entonces el artista conocía sólo por reproducciones. Conoce también de primera mano la obra de Soutine, Bacon, Schiele, Grünewald, Picasso, los surrealistas, los dadaístas y el grupo CoBrA.

De regreso a La Habana y obsesionado por el tema de las reses, directamente asociado a la tradición del Vanitas en la Historia del arte, Peña fotografía todo el proceso muerte y despiece del matadero en Lawton, en Luyanó. Es este el comienzo de una exploración sobre la violencia que marcará toda su obra.

Las reses son la puerta de entrada al universo escatológico tan distintivo de este artista donde Eros y Tánatos van mano a mano. La violencia de una especie sobre otra y la contradictoria capacidad de la vida de alimentarse de la muerte, lo llevan a su próxima serie (San Sebastián, 1965) en la que se transita a otro nivel de violencia: la violencia entre humanos y el martirologio, donde la muerte, que debe ser entendida en varios niveles (física, espiritual, cívica) se carga del morbo del sufrimiento ajeno expuesto en la arena pública. Eso que Virgilio Piera llamara, “la muerte en vida.”

“Mi paso de las reses al tema de San Sebastián era como una continuidad de la carne animal a la humana”, apunta Peña. “El personaje me servía para seguir incursionando en el argumento del dolor, en la transgresión”.

Una de las obras que merecerían a Umberto Peña la paradoja del premio y la censura.
Una de las obras que merecerían a Umberto Peña la paradoja del premio y la censura.

Un año antes, Cagando I, II y III le merecerían a Umberto Peña la paradoja del premio y la censura. El jurado internacional le otorgaría a Peña el Premio de Litografía en La Exposición de La Habana, organizada por Casa de las Américas. La procacidad del guiño quevediano del título sería la excusa para la censura. El realismo grotesco enunciado por Bajtín aunado al Pop y el Comics, eran para entonces el sino de la dentellada de Peña donde el cuerpo, reducido a su condición de orificios, esfínteres, vísceras y genitales, devenía maquinaria impura en constante proceso de ingestión, defecación y eyaculación, donde carne, pecado y martirio se consumen en la soledad del retrete.

Sin título, 1978, Trapiz, telas diversas.
Sin título, 1978, Trapiz, telas diversas.

Hacia 1971 y debido al recrudecimiento de la censura en Cuba a raíz del Congreso de Educación y Cultura, Umberto Peña opta por lo que ha dado en llamar “la protesta silenciosa”. Abandona la pintura, el collage y el grabado para concentrarse en el diseño gráfico y editorial. Sus portadas de libros durante su trabajo como diseñador en Casa de las Américas se convirtió en sello esencial.

Una de las portadas que diseñó Umberto Peña para Casa de las Américas, 1970.
Una de las portadas que diseñó Umberto Peña para Casa de las Américas, 1970.

La actividad de diseñador se compartirá con las visitas periódicas a amigos íntimos: lecturas de tarros y el té en casa de Antonia Eiriz; las tertulias literarias en casa de Lezama Lima.

En 1980, Peña vuelve a conmocionar a la escena artística habanera con su exposición Trapices, caprichosamente acogida en el Salón de Los pasos perdidos, Academia de ciencias de Cuba, Capitolio Nacional. Compuesta por gigantescas esculturas blandas de carácter instalativo que involucran todos los sentidos, especialmente el tacto, la vista, el oído y el olfato. En ellas el “triperio” de sus hombres-retrete se trastoca en “trapiz” que regenera la vida. Como mismo en sus series anteriores, la presencia del órgano sexual, en especial ahora la vulva asociada al elemento vegetal, predomina.

En 1988, El Museo Nacional de Bellas Artes, acoge una “mini antología” -al decir del propio Peña- de su trayectoria como artista. Para entonces ha dejado la Casa de las Américas y abierto un estudio de diseño con su colega y amigo inseparable René Azcuy, al que llamaban informalmente Azcuña, y que será un hervidero para jóvenes diseñadores. Peña consideraba que la exposición en el museo había sido posible gracias a la brecha que las nuevas generaciones de artistas habían hecho en la comprensión del arte en Cuba.

En 1992, Peña y Azcuy dejan La Habana para instalarse en México donde ejercen como profesores de diseño. Un año más tarde, Peña se establece en Miami donde sigue su labor como diseñador, creando una nueva compañía de diseño (Rice & Beans) junto a Eduardo Pérez. Comienza a trabajar asiduamente las técnicas de diseño digital. Funge como director artístico para la agencia Americas Group y diseña varias portadas de libros.

En 2006 Peña se instala en Salamanca. Es allí donde encuentra, al fin, el ambiente propicio y retoma la pintura después de 35 años de “la protesta silenciosa”, preñados de sentido ético. En este sentido, y a modo de dato curioso cabe mencionar el hecho de que Peña nunca aceptara tener una libreta de abastecimientos mientras vivió en Cuba. En Miami tampoco estaba dispuesto a comulgar con presiones políticas de ningún tipo.

La obra desarrollada en Salamanca entre 2006 y 2023 comprende acrílicos, dibujo y obras digitales. En ellas lo gestual continua siendo dominante, si bien ahora las formas parecen flotar y las vísceras a ratos nos recuerdan nubes o circunvoluciones cerebrales que coquetean y se miden mutuamente. En el papel, sin embargo, persiste el rasgo quebrado y duro, distintivo de sus primeros grabados.

En 2020, la editorial Zuiderdok, nuevo sello editorial para libros de arte de la Almenara Press, inauguraba la nueva línea editorial con Bocas, dientes, cepillos, restos, una antología dedicada al gran Umberto Peña.

Queda mucho por estudiar de este gran pilar de la cultura cubana, no sólo su obra, sino ese silencio cargado de sentido, ese que también acá en Miami retumba todavía.