Una inédita y alarmante amenaza al orden mundial

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y el expresidente Donald Trump, en la Casa Blanca
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y el expresidente Donald Trump, en la Casa Blanca

WASHINGTON.- Poco después de la llegada de Donald Trump a la presidencia, su equipo le explicó cómo funcionaba la obligación de “defensa mutua” que rige para los miembros de la OTAN.

¿O sea que si Rusia ataca a Lituania nosotros tenemos que entrar en guerra con Rusia?”, les respondió Trump. “¡Es una locura!”.

Trump jamás creyó en el principio fundamental de “uno para todos y todos para uno” de la alianza atlántica. De hecho, pasó gran parte de sus cuatro años de mandato socavándola e intimidando a sus miembros para que cumplieran con su compromiso de reforzar a sus propias fuerzas militares, con la amenaza de no socorrerlos si no lo hacían.

El precandidato presidencial republicano, el expresidente Donald Trump, habla en un mitin en la Coastal Carolina University, en Conway, Carolina del Sur, el 10 de febrero de 2024
El precandidato presidencial republicano, el expresidente Donald Trump, habla en un mitin en la Coastal Carolina University, en Conway, Carolina del Sur, el 10 de febrero de 2024 - Créditos: @Manuel Balce Ceneta

Pero este fin de semana llevó su postura directamente a otro plano: en un acto de campaña en Carolina del Sur, no solo dijo que no defendería a los países europeos que considera “en mora” para enfrentar un ataque ruso, sino que llegó al punto de afirmar que “alentaría” a Rusia “a hacer lo que se le dé la gana” contra ellos. Nunca jamás un presidente norteamericano había dejado entrever que incitaría a un enemigo a atacar a los aliados de Estados Unidos.

Tal vez algunos lo tomen como una fanfarronería típica de Trump o como un mal chiste. Otros incluso quizás aplaudirán la línea dura contra aliados supuestamente perezosos que, desde su punto de vista, se han aprovechado demasiado tiempo de su amistad con Estados Unidos. Pero la retórica de Trump presagia los cambios de alcance imprevisible que podrían darse en el orden mundial si en noviembre volviera a instalarse en la Casa Blanca.

Es más: el latiguillo de Trump volvió a plantear preguntas incómodas en cuanto a la elección de sus amigos. Alentar a Rusia a atacar a los aliados de la OTAN, aunque no lo haya dicho del todo en serio, es una declaración pasmosa que resalta su extraña afinidad con el presidente Vladimir Putin, quien ya ha demostrado cabalmente su voluntad de invadir países vecinos que no cuentan con la protección de la OTAN.

Un segundo mandato de Trump, siempre reacio a las alianzas de cualquier tipo, efectivamente podría poner fin al paraguas de seguridad que ha protegido a aliados norteamericanos de Europa, Asia, América Latina y Medio Oriente durante gran parte de las casi ocho décadas que nos separan del fin de la Segunda Guerra Mundial. La sola sugerencia de que no pueden contar con Estados Unidos anularía el valor de tales alianzas, incitaría a viejos amigos a protegerse y tal vez a alinearse con otras potencias, y envalentonaría a personas como Putin y Xi Jinping.

Rusia y China no tienen nada comparable a los aliados de Estados Unidos, y estos aliados dependen del compromiso norteamericano”, señala Douglas E. Lute, teniente general retirado que sirvió como embajador ante la OTAN durante la presidencia de Barack Obama y fue máximo asesor del presidente George W. Bush sobre las guerras en Irak y Afganistán. “Poner en duda el compromiso de Estados Unidos con sus aliados es sacrificar la mayor ventaja de Estados Unidos sobre Rusia y China, algo que ni Putin ni Xi podrían lograr por sí solos”.

Vladimir Putin y Donald Trump
Vladimir Putin y Donald Trump

Pero Trump no se amilanó por las críticas a su comentario y ayer redobló la apuesta. “No se debe dar dinero en forma de ayuda a ningún país a menos que sea como un préstamo. Basta de hacer regalos”, escribió con mayúsculas en las redes sociales. “Nunca más deberíamos dar dinero sin la esperanza de una devolución o sin condiciones”.

Hace tiempo que Trump amenaza con retirar a Estados Unidos de la OTAN, y ya no estaría rodeado del tipo de asesores que lo frenaron durante su presidencia. Hacia el final de su mandato, enojado con la entonces canciller Angela Merkel, intentó retirar a las tropas norteamericanas de Alemania, algo que solo se evitó porque el presidente Biden llegó al poder a tiempo para revocar la decisión.

En otros momentos, Trump también contempló retirar las tropas norteamericanas de Corea del Sur, hasta que lo convencieron de no hacerlo, pero desde que dejó el cargo ha insistido en que esa sería una prioridad de su segundo mandato a menos que Corea del Sur pague más como contraprestación. Lo más probable es que Trump también corte la ayuda militar a Ucrania para defenderse de los invasores rusos, y tampoco ha ofrecido ayuda adicional a Israel en su guerra con Hamas.

Previendo la posibilidad de una retirada global de Estados Unidos si Trump vuelve a la Casa Blanca, el Congreso aprobó recientemente una ley que prohíbe a cualquier presidente retirarse del tratado de la OTAN sin la aprobación del Senado. Pero Trump ni siquiera necesitaría abandonar formalmente la alianza para inutilizarla en los hechos.

Y si no se puede contar con que Estados Unidos ayudará a sus socios de Europa, donde tiene sus vínculos históricos más fuertes, ¿Qué pueden esperar entonces otros países con pactos de defensa mutua con Washington, como Japón, Filipinas, Tailandia, Australia, Nueva Zelanda, la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica y Panamá? Ellos tampoco podrían estar seguros de la ayuda norteamericana.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, recibe al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, recibe al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg - Créditos: @PRESIDENCIA DE UCRANIA

Peter D. Feaver, profesor de la Universidad de Duke y exasistente de seguridad nacional de Bush y del presidente Bill Clinton, dice que Trump podría reducir la cantidad de tropas norteamericanas desplegadas en Europa “al punto de vaciar cualquier plan de defensa militar”, y que su “ninguneo constante del compromiso de Estados Unidos” podría convencer a Putin de que tiene rienda libre para hacer lo que le plazca.

“Con esas dos cosas ya estaría hiriendo de muerte a la OTAN”, dice Feaver. “Y después de vernos abandonar a la OTAN, pocos aliados o socios de otras partes del mundo seguirían confiando en los compromisos que asume Estados Unidos”.

El desprecio de Trump por la OTAN se basa en una premisa falsa que viene repitiendo desde hace años por más que lo hayan corregido, señal de que es incapaz de procesar información que entra en conflicto con una idea fija en su cabeza o de que está dispuesto a tergiversar los hechos para que se amolden a su relato.

Como tantas veces antes, Trump fustigó a los socios de la OTAN, a los que calificó de estar “en mora” en el pago de la protección que reciben de Estados Unidos. “Que paguen”, dijo Trump. “Uno tiene que pagar sus deudas”.

Sin embargo, contrariamente a lo que dice Trump, los socios de la OTAN no le pagan a Estados Unidos, sino que contribuyen a un presupuesto común para costos civiles y militares de acuerdo con una fórmula basada a los ingresos de sus países, e históricamente han cumplido con esas obligaciones.

El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, en primer plano a la izquierda, habla con el presidente estadounidense Donald Trump tras una foto de grupo en una reunión de miembros de la OTAN en el hotel The Grove, el 4 de diciembre de 2019, en Watford, Hertfordshire, Inglaterra
El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, en primer plano a la izquierda, habla con el presidente estadounidense Donald Trump tras una foto de grupo en una reunión de miembros de la OTAN en el hotel The Grove, el 4 de diciembre de 2019, en Watford, Hertfordshire, Inglaterra

A lo que Trump se refiere tramposamente es a la meta que se pusieron los ministros de Defensa de la OTAN en 2006 y luego ratificaron en 2014: que para 2024 cada miembro destinaría el 2% de su PBI al fortalecimiento y recomposición de sus fuerzas militares. Hasta el año pasado, solo 11 de los 31 miembros habían alcanzado ese objetivo, y a mediados del año pasado los líderes de la OTAN confirmaron su “compromiso duradero” para lograrlo. Pero los países que incumplieron esa meta no le deben dinero a Estados Unidos por no haberlo logrado.

Entre los miembros que gastan el 2% de su producción económica en defensa se encuentran Polonia y Lituania, y la cifra ha aumentado desde la invasión rusa de Ucrania, que no es miembro de la OTAN.

Según los funcionarios veteranos de la seguridad nacional norteamericana, el gasto de la OTAN es una preocupación legítima y Trump no es el primer presidente que presiona a sus aliados atlánticos para que aporten más: Bush y Obama también lo hicieron. Pero Trump es el primero que pinta a la OTAN como una especie de fraude de protección, donde los que “no paguen” serán abandonados por Estados Unidos, y mucho menos serán víctimas de un ataque de Rusia con el apoyo de Washington.

La credibilidad de la OTAN depende de la credibilidad del hombre que ocupa la Oficina Oval, ya que las decisiones que se toman ahí son las que resultan decisivas en situaciones críticas”, dice Carl Bildt, ex primer ministro de Suecia, país que está finalizando su proceso de incorporación a la OTAN como su miembro número 32.

“Lo único a favor de todo esto es que probablemente Trump será tan impredecible y tan poco confiable que hasta el Kremlin desconfiaría”, dice Bildt. “Pero sabrían que en una situación de crisis pueden jugar políticamente con él”.

Por Peter Baker

Traducción de Jaime Arrambide