Los impuestos y el combustible se llevan más del 80% de un pasaje de avión

Los pasajeros pagan 51 dólares por el uso de Ezeiza, además de pagar por la policía y migraciones
Fuente: LA NACION - Crédito: Rodrigo Néspolo

La presión fiscal argentina se ha convertido en una entelequia, una madeja imposible de entender ni desentrañar. El caso más extremo hay que buscarlo en los bienes que requieren dólares ya que a lo existente se le ha sumado en diciembre el impuesto PAIS y recientemente, la percepción adelantada del Impuesto a las ganancias.

Es posible que no haya un caso tan absurdo como la venta de pasajes aéreos al exterior. Un vuelo a Roma tiene un costo de $105.463 si se sale de Buenos Aires el 1° de noviembre. El punto es que la tarifa apenas es de $17.514; el resto, impuestos, tasas y cargo por combustible. Dicho de otra manera, solo 17% de lo que se paga en este vuelo es tarifa, apenas 8500 pesos cada tramo para cruzar el Atlántico y llegar a tiempo al ángelus del Papa Francisco. Es decir, con cada argentino que vuela a ver a Francisco se beneficia el Fisco y la burocracia estatal. Todo un acto de fe.

La Argentina nunca pudo resolver la falta de dinero de otra manera más creativa que crear tasas escondidas en algunos totales. Faltos de originalidad, los sucesivos gobiernos recurrieron a una manera primitiva pero eficiente como es la sedimentación de renglones en cada compra de un servicio. Pocos miran el desglose y ahí se mimetizan conceptos inentendibles,

LA NACION simuló una compra de un ticket de Aerolíneas Argentinas. El imaginario viaje empezaría el próximo 1° de noviembre con el tramo Ezeiza/Roma, para regresar desde Europa el último día del mes. La operación generó en la tarifa más barata, un importe de 105.463 pesos, sin contar el equipaje ya que se debe comprar aparte.

Pero sin duda, lo que llama la atención es la manera en la que se compone el total. El concepto "tarifa", como se dijo, tiene un valor de $17.514 y está calculado a un dólar de $79,25. Es decir que Aerolíneas Argentinas embolsará directamente solo 220 dólares.

Cada pasajero que viaja paga un gran componente de impuestos y tasas, además de un plus por combustible
Fuente: LA NACION - Crédito: Fernando Massobrio

Sin duda que los dos impuestos que sobresalen son el PAIS y ahora, la percepción de ganancias que se implementó la semana pasada para camuflar la devaluación del peso. Ahora bien, ¿sobre qué importe se calculan? Aerolíneas, amparada en una reglamentación, cobra por separado el combustible. Es decir, cada pasajero deberá pagar 490 dólares de combustible, que al valor de cálculo de hoy, suma un total de 38.370,20 pesos. El combustible más la tarifa ($55.884,20) es el monto que se usa para calcular impuestos y percepciones.

Así empieza a explicarse el desquicio impositivo que se esconde en un pasaje aéreo. El cargo País Solidario implicará, entonces, $16.765,26 y la percepción del Impuesto a las Ganancias 19.559,47. Este será el único que el año que viene se podría descontar de la declaración anual.

A partir de esto, se suman otros. El ministro de Transporte, Matías Lammens , es quien administra el Fondo del Turismo que se nutre con un 7% del valor del ticket ($3911). El expresidente de San Lorenzo festeja cada vez que alguien saca un pasaje. Él cobra, no importa si la pandemia y los reguladores permitan el vuelo.

Otros de los que cobran sí o sí sin importar si hay despegue o cancelación es el Organismo Regulados de Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna) y la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). El primero se lleva 51 dólares por cada pasajero que pisa Ezeiza, siempre convertidos a pesos según el cambio oficial. La PSA, por su parte, percibe US$8 de ese mismo pasajero. La tasa de inmigración es otro de los cargos que se suman: diez dólares por pasajero.

Más allá de esos principales, hay varias tasas más que se suman otros 3884 pesos. Los códigos con las que las perciben son DT, MJ, HB, EX, IT y con conceptos europeos o italianos.

Este tipo de conceptos tienen una razón. La creación del esquema aeroportuario de la década del 90 es que sea un sistema cerrado en el que los usuarios pagan por el servicio. Algo así como las autopistas que debieran ser pagadas por los que cruzan la barrera del peaje.

Por ahora, la historia de los vuelos permanece más en el hemisferio de la proyección que de la realidad, un sueño que no se sabe cuándo se podrá cumplir. Y si el lector lo permite, vale una licencia del autor. En la Argentina de la pandemia, finalmente, se instaló el impuesto a soñar. Con volar, en este caso.