Por qué es tan importante distinguir entre sentir cansancio y estar físicamente agotado

- Créditos: @asdas
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WASHINGTON.– La fatiga afecta la salud y la calidad de vida de muchas personas, pero hay pocos tratamientos efectivos para enfrentarla, según los especialistas.

Pero una nueva investigación sugiere que una redefinición de la fatiga y una mejor comprensión de la forma en que la región del cerebro conocida como cerebelo procesa esa fatiga pueden revelar algunas pistas para lograr un mejor tratamiento.

Una investigación de Pablo Celnik y sus colegas de la Universidad Johns Hopkins revela que la fatiga de rendimiento, también conocida como “fatigabilidad” —la medición objetiva de la capacidad de una personas para realizar una tarea física o cognitiva—, puede ser diferente a la “fatiga percibida” —la percepción subjetiva de fatiga que siente cada persona—.

Según los investigadores, usar una lenguaje más específico para describir la experiencia del cansancio —fatigabilidad versus fatiga percibida—, puede ser muy útil para desarrollar mejores tratamientos.

“La fatiga es una problema muy común y significativo en pacientes con problemas neurológicos, pero es un fenómeno muy poco estudiado”, dice Celink, profesor y director del Departamento de Medicina Física y Rehabilitación de la Universidad Johns Hopkins.

El estudio de Celnik y sus colegas fue publicado en marzo en la revista científica Neuroscience y del mismo solo participaron personas sanas, pero arrojó una importante base de información sobre la forma en que nuestro cerebro procesa y prioriza la fatiga, que hoy los investigadores estudian en el contexto del así llamado “covid largo”.

Fatigabilidad versus fatiga percibida

A los participantes del estudio se les pidió que apretaran lo más fuerte posible entre el dedo pulgar y el índice un pequeño dispositivo llamado “transductor de fuerza”.

Cuando la fuerza que ejercían descendía por debajo del 40% de su base de referencia, los hacían detenerse y les preguntaban qué tan cansados se sentían.

En teoría, todos los participantes habían experimentado niveles similares de fatiga muscular, pero su percepción de esa fatiga varió.

Luego se pidió a los participantes que realizaran una tarea de coordinación manual. Las personas que habían reportado menos cansancio por la tarea de fuerza anterior fueron menos precisos en la tarea de coordinación, mientras que los más cansados coordinaron mejor.

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El movimiento de coordinación fue diseñado para evaluar el control motriz de los participantes a la luz de su nivel de fatiga percibida previamente. El movimiento en sí no era físicamente agotador.

Agostina Casamento-Moran, de la Universidad Johns Hopkins y autora principal del estudio, se sorprendió al ver tal diferencia entre la fatigabilidad y la fatiga percibida.

“Cuando arrancamos, no sabíamos que la experiencia subjetiva de la fatiga se convertiría en el foco principal de la investigación”, señala.

Muchos investigadores utilizan cada vez más el término “fatigabilidad” para referirse a una disminución en el rendimiento, y “fatiga” para referirse a la percepción de esa experiencia que tiene cada persona.

El uso de un lenguaje más específico tiene un valor y una utilidad inmediatos, dice Natalie Tronson, neurocientífica conductual de la Universidad de Michigan.

“Cuando alguien dice ‘fatiga’ suele pensarse que se siente cansado todo el tiempo. Pero la fatiga es mucho más generalizada y más nociva que eso”, apunta Tronson, que no participó en el estudio. “Por eso es tan importante que entendamos y conceptualicemos mejor esa diferencia entre fatiga percibida y cansancio físico.”

Distinguir entre fatigabilidad y fatiga también ayudaría a estandarizar mejor la medición de la percepción de fatiga, lo que facilitaría la validación y comparación de datos en diferentes estudios, apunta Bharat Biswal, del Instituto Tecnológico de Nueva Jersey. El año pasado, Biswal publicó un estudio que muestra alteraciones en el cerebro de sobrevivientes de covid-19 que sufren fatiga.

“Algunos investigadores usan una escala de 1 a 100, pero hay otros estudios que usan una escala de 1 a 5″, señala Biswal, profesor de ingeniería biomédica, que no participó en el estudio. “Esta es una buena oportunidad para estandarizar esas mediciones.”

Biswal agrega que también es importante separar los fundamentos neurológicos de la fatiga motora de los de la fatiga mental, porque las regiones cerebrales asociadas pueden ser muy diferentes. Una mayor precisión sobre las zonas del cerebro afectadas podría conducir a mejores opciones de tratamiento, apunta Biswal.

¿La respuesta está en el cerebelo?

El cerebelo es una estructura cerebral situada sobre el tronco encefálico y es conocido por su papel en el movimiento coordinado y el equilibrio. También es importante para la cognición y las emociones, incluida la percepción.

El estudio mostró que las personas que se cansaron menos con el transductor de fuerza no solo tenían peor control motriz, sino también una reducción en la actividad del cerebelo.

Para Celnik, eso es evidencia de que la fatiga percibida y el control motor compiten por la atención del cerebelo. “Es una competencia de recursos”, apunta Celnik, lo que podría explicar por qué las personas que informaron menos cansancio tenían un peor control motor.

Limitar de ese modo los recursos del cerebro podría ser un mecanismo de protección para lidiar con la fatiga, dice Casamento-Moran.

Un control motriz más preciso cuando nos sentimos cansados podría ser un indicador de mayor conciencia corporal, lo que puede a su vez puede ayudarnos a evitar un exceso físico que nos haga daño o nos lesione.

Pero Casamento-Moran aclara que ese rol de protección que podría desempeñar el cerebelo todavía es una especulación.

“Los hallazgos de este estudio representan un progreso gradual en la comprensión de nuestra percepción y regulación del cansancio”, señala Brian Walitt, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Walitt estudia las características clínicas y biológicas de la encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC).

“Pero como del estudio solo participaron voluntarios sanos, no proporciona ninguna información directa sobre las condiciones médicas que subyacen a la fatiga”, apunta Walitt, que no participó en el estudio.

Casamento-Moran está dando el siguiente paso. Con lo que ella y sus colegas aprendieron de esta nueva investigación, la investigadora ahora está estudiando la percepción de la fatiga en personas con “covid largo”, para saber “por qué se sienten como se sienten” y cómo afecta sus habilidades cognitivas y motoras.

Lidiar con la fatiga

En base a estos hallazgos y otras investigaciones relacionadas con la fatiga, los científicos recomiendan estas estrategias para enfrentar la fatiga:

  • Utilizar el concepto deportivo de “estrategia de ritmo”, que permite conservar la energía regulando o limitando la actividad física o mental.

  • No tratar de incorporar nueva información cuando estamos fatigados. En un estudio de 2019, Celnik y sus colaboradores descubrieron que cuando los participantes sanos realizaban una tarea que causaba fatiga muscular —fatigabilidad— y luego se les pedía que aprendieran una nueva habilidad física, lo hacían peor que los participantes que no estaban físicamente cansados. También les costó más aprender ese nuevo movimiento en los días siguientes, lo que sugiere que exigirse más allá de la “fatiga de rendimiento” para aprender algo nuevo es contraproducente: no solo no lo aprendemos bien en ese momento, señala Celnik, sino que puede afectar negativamente durante varios días nuestra capacidad para incorporar nuevos conocimientos o habilidades.

  • Tratarnos bien a nosotros mismos. Casamento-Moran dice que este campo de investigación está avanzando mucho y espera que haya más recomendaciones concretas y tratamientos de rehabilitación, pero aclara que la fatiga es un fenómeno muy complejo que todavía la ciencia no terminó de desentrañar. “Por eso, si estamos cansados tenemos que tratarnos bien a nosotros mismos”, dice la investigadora. “O sea descansar.”

Por Sam Jones

(Traducción de Jaime Arrambide)