“Impaciencia de la política”: la crítica de los expertos al uso del lenguaje inclusivo en documentos del Ministerio de Salud de la Nación

El lenguaje inclusivo
Alfredo Sabat

“Nosotros. Nosotras. Nosotres”. El Ministerio de Salud de la Nación reabrió el debate sobre el uso del idioma inclusivo en el país luego de que se aprobase una resolución desde la máxima entidad sanitaria que “promueve el uso del lenguaje y comunicación no sexista e inclusiva como formas expresivas válidas”. La decisión firmada por la ministra Carla Vizzotti extiende su aplicación para las producciones, documentos, registros y actos administrativos del ministerio y de todos los organismos que tiene a su cargo. El organismo argumentó que con su uso “se busca ampliar derechos, visibilizar realidades, llegar con acceso, con calidad y con equidad a toda la población”.

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Los especialistas consultados por LA NACION señalan que si bien hay un fenómeno social que no se debe ignorar hay una “impaciencia del poder político” por legitimar el lenguaje inclusivo de forma oficial. Por otro lado, sostienen que el uso de esta práctica lingüística en los textos oficiales puede generar el riesgo de que existan ambigüedades al momento de divulgar información científica, además de otros problemas en la comunicación.

“Acá hay dos caminos, uno el sociopolítico, que es el que adoptó el Ministerio de Salud y otro el lingüístico. Las academias estamos en el camino lingüístico y, para eso, hemos estudiado la lengua española en profundidad”, dice a LA NACION Alicia María Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras. Según expresa, la lengua cambia constantemente, pero siempre dentro del sistema gramatical y no puede recibir alteraciones que no tienen fundamentos lingüísticos.

La titular de la academia rechaza terminantemente el uso de la práctica en los documentos oficiales. “No hay idioma más inclusivo que la lengua española. No necesita de alteraciones. Me extraña que el Ministerio de Salud haya enviado a los especialistas 10 consejos hacia el uso de un lenguaje inclusivo, que no tienen fundamentación ni base firme”, sostiene.

Para Zorrilla, el idioma inclusivo parte del error de tomar de una manera literal el concepto de que lo masculino en el lenguaje refiere siempre al género masculino. “Eso es erróneo porque desde el comienzo de los comienzos existe en español el masculino genérico. ¿Para qué vamos a decir ciudadanos y ciudadanas? El masculino genérico abarca a todos. Si tomamos el término ´los ciudadanos´, esto ya incluye niños, mujeres, hombres y toda la diversidad sexual”, dice.

Luego señala cuál es el problema de adoptar oficialmente el uso: “En documentos científicos puede dar lugar a ambigüedades. No hay que alterar el lenguaje y las palabras para defender una causa. Hay que saber defenderla con las palabras que aprendimos desde que nacimos. Eso es lo más valioso porque la diversidad existe, entonces respetémosla, pero no necesitamos alterar la lengua para respetar a cada una de esas personas. No se puede imponer nada, porque no creo que todo los funcionarios del ministerio escriban así porque después se equivocan. Por ejemplo, empezaron a escribir los adverbios y los verbos con la ‘e’, pero un adverbio no puede tener género, no tiene accidentes de género y número”.

Fenómeno social

El escritor y ensayista Santiago Kovadloff es miembro de la academia y considera que el español no presenta ninguna insuficiencia expresiva que justifique el empleo del idioma inclusivo, aunque reconoce que hay un fenómeno social que debe ser entendido y estudiado por los especialistas “Existe un fenómeno social que no se debe ignorar y que es preciso entender para saber a qué responde. En cuanto al reconocimiento de legitimar los derechos de la mujer, de identidad sexual de las personas y todo lo que implique igualdad por diferente orientación sexual no necesariamente encuentran en el llamado lenguaje inclusivo una expresión de integración y tolerancia como la que se le quiere adjudicar desde un ministerio a esta forma de emplear el español”, dice.

El ensayista refiere a que hay una impaciencia por legitimar desde el poder político el lenguaje inclusivo. Y agrega que la posibilidad de que el uso de la práctica en textos oficiales se extienda a una utilización obligatoria generará dificultades de comunicación toda vez que no todos los funcionarios del ministerio y los organismos a su cargo se expresan de esa manera. Otra complicación que advierte es que se agrava por ser una entidad que trata temas científicos y relacionados con la salud.

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“Lo que no se nombra, no existe”

Patricia Gómez, politóloga e integrante del Observatorio de Género en la Justicia, que depende del Poder Judicial porteño, señala: “Hay leves diferencias entre lenguaje inclusivo y lenguaje no sexista. El primero permite que sujetos que están fuera del lenguaje se constituyan como sujetos de derechos como por ejemplo las niñeces. El lenguaje no sexista habla sobre las personas en términos de sus identidades. Hay varios organismos que ya hace tiempo promueven el lenguaje inclusivo y/o sexista. Por ejemplo, el Congreso de la Nación y la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. También varias universidades como el Observatorio de Lenguaje Claro de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires”. Y agrega: “La resolución del Ministerio de Salud, plantea la promoción en el uso del lenguaje inclusivo y no sexista. No lo impone como forma única de comunicación institucional y legal. Por ello, desde el observatorio estamos a favor porque, tratándose del acceso a los derechos, todas las personas se sientan incluidas: el lenguaje colabora en la constitución de sujetos de derecho. Lo que no se nombra no existe”.

Inferencia por el contexto

“En todos los idiomas, las palabras, incluso las puramente gramaticales como los artículos, suelen tener más de un significado. El castellano no distingue explícitamente entre masculino y neutro, pero eso no quiere decir que la diferenciación no exista ni que los hispanohablantes no logren distinguirla”, explica Juan Pablo Ouviña Lanz, lingüista de la University College London.

Luego, agrega: “El significado se deriva por inferencia en base al contexto. Si por ejemplo digo ‘los argentinos’ o ‘los trabajadores de la salud’, se puede entender perfectamente que estoy hablando en neutro. La interpretación de que se está anteponiendo a los hombres o que se están excluyendo a las personas que se autoperciben no binarias parte de una lectura totalmente literal de ‘los’, que ignora la doble función de las formas masculinas en el castellano”.

El especialista realiza una comparación con el inglés estándar en el que no hay manera de expresar fonéticamente ni tampoco por escrito la diferencia entre “you” (tu) singular y “you”(ustedes) plural. “El lenguaje no es un construcción sociológica en los términos que plantean los promotores del lenguaje inclusivo y no puede ser modificado de manera vertical a modo de decreto por instituciones políticas o educativas. Además, no hay sustento empírico que respalde que eliminar las distinciones gramaticales de género conduzca a sociedades más igualitarias o inclusivas”, dice.

Ouviña Lanz plantea los casos de lenguas neutras que no distinguen géneros como el farsi, que es usado en Irán, o swahili que se habla en Kenia, un país listado en el puesto 147, unos de los peores calificados por las Naciones Unidas en su índice de políticas de igualdad de género.

Otro caso emblemático que menciona es el del guaraní, idioma neutro que se habla en Paraguay, el último país del continente americano en permitir el voto femenino.