El huracán Otis también arrasó con la 4T


DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS

El 24 de octubre a las seis de la tarde, el secretario de Gobierno del estado de Guerrero, Ludwig Marcial Reynoso, inauguraba la Convención Internacional Minera 2023, en el Centro de Convenciones de Acapulco. En su discurso disculpó la ausencia de la gobernadora Evelyn Salgado, de quien dijo que se encontraba monitoreando el desarrollo del huracán Otis, que se acercaba a la costa guerrerense. Además, mencionó que ningún huracán iba a parar la convención internacional minera de Acapulco 2023.

Dos temas llaman la atención. El primero: si la gobernadora estaba monitoreando el desarrollo del huracán, a esa hora ya sabía la clase de tormenta que se le venía encima, pero no ordenó que se alertara a la población. Para esa hora los vientos de Otis superaban los 200 kilómetros por hora. El segundo, que Ludwig Marcial no tenía la más peregrina idea de la tragedia que en menos de seis horas habría de pasarle por encima al estado.

Una de dos: la gobernadora monitoreaba el huracán en los radares inservibles del gobierno mexicano o su absoluta falta de capacidad no le permitió advertir que con vientos de 230 kilómetros por hora el huracán habría de destrozar Acapulco.

A la una de la tarde del martes 24, Otis tenía vientos de más de 100 kilómetros por hora y se acercaba a Acapulco. Era momento para mandar una alerta a la población y a las embarcaciones para que se alejaran del huracán, buscaran entrar en los refugios o guarecieran sus embarcaciones. Pero no, nadie hizo nada.

ESTADOS UNIDOS ALERTÓ SOBRE LA PELIGROSIDAD DE OTIS

No se puede alegar ignorancia, pues desde el mediodía los estadounidenses, a través del Weather Channel, en una emisión que se difunde al público en general, alertaban sobre la severidad del huracán. En el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos el meteorólogo Phil Klotzbach lo describía como una enorme pesadilla.

La 4T es incapaz de anticiparse y tomar medidas para prevenir un desastre. Sucedió en la pandemia del covid-19. En aquella ocasión, mientras Europa encaraba una intensa mortandad y mandaba a la ciudadanía a encerrarse en sus casas, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo: “Dicen del coronavirus eso de que no se puede uno abrazar. Hay que abrazarse, nada de confrontación”.

El gobierno no puso cercos en la entrada de los aeropuertos ni se implementaron las medidas que operaban en el resto del mundo. Tampoco dejó que la iniciativa privada apoyara vacunando a la población. El resultado se tradujo en la muerte de muchos mexicanos. La cifra oficial acumulada es, de acuerdo con el Conacyt, de 334,000 defunciones por covid-19. Pero sabemos que nuestros gobiernos maquillan las cifras para cubrir su ineficiencia. Sucedió en el temblor de 1985 y volvió a suceder con la pandemia, pues si vemos las estadísticas de mortandad antes del coronavirus y las comparamos con los registros de 2020 y 2021, obtenemos una cifra cercana a los 800,000 muertos, que es razonable atribuir al covid-19, pues al desaparecer la epidemia los registros de mortandad volvieron a su tendencia normal.

TRABAJOS DE RESCATE DÍA Y NOCHE

Pero volvamos al Acapulco en vísperas del huracán Otis. Ante su llegada inminente, el presidente solo mandó un tuit a deshoras, y la gobernadora Salgado no dijo nada. Hoy Guerrero está devastado y el presidente, fiel a su estilo, prohibió que la sociedad civil apoyara. Lo que se mandaba a Acapulco era confiscado por la Guardia Nacional para que fuera el gobierno y solo el gobierno quien lo repartiera. Ante ello un juez, del 17º Distrito en Materia Administrativa en CDMX, otorgó un amparo para que se pudiera transitar libremente con ayuda humanitaria hacia Acapulco. La presión social y la magnitud de las necesidades hicieron que el presidente López Obrador reculara y, así, abrió la puerta para que la sociedad civil apoyara repartiendo víveres.

Hoy la Cruz Roja, brigadas de topos, una brigada de rotarios, organizaciones religiosas, universidades y los bomberos de varios municipios de la república, entre otras organizaciones, tienen presencia en Acapulco y están apoyando junto al Ejército en las labores de rescate.

Rafael Martínez García, de la Brigada Rotaria del Club Roma de Seguridad y Rescate, reporta que están concentrados en la estación de bomberos. Desde ahí las autoridades los envían a donde hace más falta el auxilio, pero las jornadas de labores son intensas e interminables.

Hay muchas calles cerradas, mucha gente incomunicada, la mayor parte de Acapulco no tiene luz. Apenas terminan una tarea de rescate y surgen diez más. Liberar las calles de escombros, rescatar sobrevivientes o cuerpos de personas fallecidas y abrir el paso entre vialidades son las tareas con que amanecen y anochecen los rescatistas que substituyen la falta de electricidad y equipos hidráulicos con esfuerzos heroicos.

LA TRAGEDIA HUMANITARIA APENAS COMIENZA

De acuerdo con Rafael Martínez, van más de 60 cadáveres localizados por ellos. Conforme se resuelve una situación, surgen muchas más. La gente está desesperada y se están robando las cosas. A ellos les quitaron picos y palas.

El fin de semana hubo una balacera entre un grupo de vecinos que trataron de robar a otros vecinos. Los grupos de rescate con experiencia son muy pocos. La pericia de Rafael como coordinador de rescates se está empleando intensamente, pero resulta insuficiente ante la enorme cantidad de grupos de acapulqueños que requieren gente experimentada que los ayude o los coordine.

Lo peor del caso es que están regresando los vehículos equipados para rescate a México ante el peligro de que se los quiten por la fuerza. Acapulco es, cada vez más, tierra de nadie y conforme crece la desesperación las cosas se complican.

Pero la tragedia humanitaria apenas comienza. Con el paso del tiempo sabremos cuántos muertos hay en realidad, cuántos niños se quedaron huérfanos y cuántos sobrevivieron para quedar con una mano atrás y otra adelante.

Ellos habrán de vivir un infierno en los próximos meses. Acapulco tiene una población que ronda los 800,000 habitantes que, directa o indirectamente, vivían del turismo. Pero el turismo ha cesado y con él se detuvo la derrama económica que generaba. De modo que hay 800,000 gentes sin ingresos y sin capacidad de generarlos.

TRAS OTIS, EL APOYO DE TODOS ES CRUCIAL

Además, el crimen organizado tenía una presencia bien cimentada en el puerto. Esos grupos criminales habrán de encontrarse con los miles de damnificados que perdieron sus fuentes de ingreso. Cuando tengan un mes sin generar el sustento para su familia estarán desesperados y las organizaciones criminales tendrán una enorme cantera de elementos dispuestos a hacer lo que sea con tal de generar dinero para sus familias.

El dinero destinado a la recuperación de Acapulco debió salir del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), pero este ha desaparecido. Con él, desaparecieron los fondos y los empleados del sistema que conocían los procedimientos para controlar el suministro y flujo de los dineros para auxiliar a los damnificados en tiempo y forma.

El huracán Otis ya pasó y el día después de la tragedia está aquí trayendo retos muy difíciles de salvar. Entre estos no podemos descontar el estallido social. El apoyo de todos nosotros es crucial. Ojalá que al presidente se le abra una rendija de empatía, deje fluir la ayuda, y que entre todos podamos coordinar soluciones para paliar el dolor de los damnificados. N

—∞—

Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.

Newsweek en Español te recomienda también estas notas:

¿El índice de la felicidad está triste?

Qué saber sobre el nuevo reglamento de tránsito de motocicletas en CDMX

El conflicto de Israel es un conflicto de energéticos

Las últimas reformas de López Obrador y su legado ‘constitucional’