El mayor humedal del mundo se quema y mueren animales poco comunes

Rescatistas de fauna salvaje trabajaban para salvar a un tapir con quemaduras por los incendios que se propagaron en la propiedad de un granjero en la carretera Trans-Pantanal en 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)
Rescatistas de fauna salvaje trabajaban para salvar a un tapir con quemaduras por los incendios que se propagaron en la propiedad de un granjero en la carretera Trans-Pantanal en 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)

Dos cachorros de jaguar murieron calcinados, con sus pequeños cuerpos carbonizados. Tapires con las patas en carne viva y ensangrentadas se escaldaron por las cenizas calientes. Nidos de huevos sin eclosionar de especies raras de loros fueron consumidos por llamas tan altas como árboles.

El fuego arrasa el Pantanal brasileño, el mayor humedal tropical del mundo y uno de los santuarios de biodiversidad más importantes del planeta.

Y el incendio, de los peores registrados desde que Brasil empezó a hacer un seguimiento de los incendios en 1998, está ocasionando un gran número de muertes de animales salvajes, incluidas especies en peligro que los científicos han trabajado durante décadas para proteger.

“Estamos viendo cómo la biodiversidad del Pantanal se convierte en cenizas”, afirma Gustavo Figueirôa, biólogo de SOS Pantanal, una organización conservacionista sin fines de lucro. “Se está reduciendo a cenizas”.

El Pantanal es un laberinto de ríos, bosques y marismas que se extiende a lo largo de más de 176.000 kilómetros cuadrados, una superficie 20 veces mayor que la de los Everglades. Aproximadamente el 80 por ciento se encuentra en Brasil, y el resto en Bolivia y Paraguay.

El Pantanal, que normalmente está inundado durante gran parte del año, ha sido afectado en los últimos años por una serie de graves sequías que los científicos han relacionado con la deforestación y el cambio climático.

Desde principios de año, los incendios forestales han quemado más de 18.000 kilómetros cuadrados, una superficie del tamaño de Nueva Jersey, en la región brasileña del Pantanal.

Los humedales, parte de los cuales figuran en la lista del patrimonio de la UNESCO por su rica biodiversidad, albergan al loro más grande del mundo, la mayor concentración de caimanes y fauna amenazada como la nutria gigante.

También son el hogar de animales que han evolucionado de manera distinta a otros de su especie, como jaguares de mayor tamaño que se sumergen en llanuras inundadas para pescar en busca de alimento.

Los investigadores han contabilizado al menos 4700 especies de plantas y animales en el Pantanal, aunque afirman que aún quedan muchas más por descubrir.

Un jaguar en el Pantanal, en 2020. Brasil alberga cerca de la mitad de la población mundial de jaguares. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)
Un jaguar en el Pantanal, en 2020. Brasil alberga cerca de la mitad de la población mundial de jaguares. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)

“Hay tanto que aún no sabemos”, afirma Luciana Leite, bióloga y activista climática de la Environmental Justice Foundation. “Es una región tan especial”.

Pero los incendios, avivados por fuertes vientos y temperaturas altas, amenazan este laboratorio natural, matando o hiriendo a osos hormigueros gigantes, tapires de tierras bajas, ciervos de los pantanos, guacamayos jacintos y caimanes.

Las llamas incluso han atrapado a los jaguares, que normalmente son ágiles para escapar de la mayoría de los peligros. Tres han sido encontrados muertos desde que estallaron los incendios, mientras que otros cuatro fueron rescatados y atendidos por quemaduras, según los conservacionistas de la región.

“Si el jaguar ―un animal que corre, trepa, nada― se ve afectado a esta escala, ¿qué posibilidades tienen los animales más lentos?”, dijo Enderson Barreto, veterinario y director del Grupo de Respuesta para Animales en Catástrofes, una organización de voluntarios que trabaja en el Pantanal.

Los jaguares están catalogados como vulnerables en Brasil, que alberga cerca de la mitad de la población mundial de ese animal. Ahora, los incendios se acercan a una reserva que alberga la mayor densidad de jaguares del mundo (de cuatro a ocho animales por cada 103 kilómetros cuadrados), y los expertos temen que el número de muertes de jaguares, y de muchos otros animales, pueda aumentar.

“Estamos muy nerviosos viendo cómo se desarrolla esto”, dijo Barreto, que está trabajando en primera línea de los esfuerzos de rescate dentro del Pantanal. “Las perspectivas no son buenas”.

FILE PHOTO: A burnt alligator lies amongst burnt vegetation in the Pantanal, the world's largest wetland, in Corumba, Mato Grosso do Sul state, Brazil, June 14, 2024. REUTERS/Ueslei Marcelino/File Photo
FILE PHOTO: A burnt alligator lies amongst burnt vegetation in the Pantanal, the world's largest wetland, in Corumba, Mato Grosso do Sul state, Brazil, June 14, 2024. REUTERS/Ueslei Marcelino/File Photo

Los científicos afirman que es demasiado pronto para saber con exactitud cuántos animales están muriendo en las llamas porque muchos fallecen en regiones remotas donde los equipos de rescate no pueden llegar. Pero temen que el número de víctimas supere al de los incendios que asolaron la región en 2020, matando a unos 17 millones de animales y quemando casi un tercio del Pantanal brasileño.

“No solo estamos asistiendo a la repetición de una tragedia”, dijo Leite. “En realidad, es una situación mucho peor”.

Uno de los animales que se convirtió en víctima se llamaba Gaia y durante una década desempeñó un papel clave en la incipiente industria ecoturística del Pantanal. Valiente y sociable, Gaia, una jaguar hembra moteada de 59 kilos, no se amilanaba ante las camionetas que transportaban a los turistas de un albergue ecológico cercano. Se convirtió en una celebridad local entre los entusiastas de la vida salvaje.

Pero, este mes, las llamas llegaron a una velocidad vertiginosa. Gaia no tuvo tiempo de huir.

La noticia impactó a Figueiroa, que había vigilado a la jaguar y a sus hermanos cuando aún eran cachorros. “Fue una de las mejores experiencias de mi vida”, dijo, levantándose el pantalón para mostrar un tatuaje de la hermana de Gaia en su pantorrilla.

“Cuando vi a Gaia quemada, convertida en carbón, apenas pude imaginar el dolor que debió sentir”, añadió Figueiroa. “Era un sentimiento de frustración, desesperación e impotencia”.

Los incendios también han matado al menos a tres osos hormigueros gigantes, mamíferos conocidos por su característico hocico largo y su lengua de medio metro, que utilizan para recoger insectos.

Esta especie, que se cree ha evolucionado durante millones de años, está amenazada de extinción en Brasil, donde su población se ha reducido un 40 por ciento en las dos últimas décadas, según Flávia Miranda, presidenta del Instituto Tamanduá, una organización sin fines de lucro que trabaja para proteger a los osos hormigueros.

“Con la pérdida de estos animales”, dijo Miranda, “perdemos una historia evolutiva que aún no se ha contado del todo”.

Las llamas de los incendios han alcanzado las copas de los árboles y calcinado el 80 por ciento de una zona crucial para la nidificación de guacamayos jacintos, grandes loros de color azul brillante que los conservacionistas consideran vulnerables y cuya población está disminuyendo.

Las llamas también han alterado las cadenas alimenticias, dejando un paisaje estéril desprovisto de agua y de fuentes esenciales de alimento, como plantas, insectos y animales más pequeños.

Los expertos creen que los incendios forestales continuarán al menos hasta octubre, cuando la esperada estación de lluvias podría traer algo de normalidad. Las llamas intensifican la presión sobre un ecosistema ya de por sí estresado por los incendios frecuentes de los últimos años, lo que pone en duda que pueda recuperarse totalmente.

Si no se recupera, innumerables especies podrían perder sus últimos santuarios en Sudamérica, incluido el tapir de tierras bajas, según Patricia Medici, bióloga y conservacionista que estudia la especie. “En el Pantanal”, explica, “el tapir está en el paraíso”.

Para científicos como Leite, que han dedicado gran parte de su vida a salvaguardar la fauna vulnerable de esta región, el futuro luce sombrío. Se pregunta si el Pantanal, un raro bastión de la naturaleza donde los seres humanos aún pueden presenciar la vida salvaje en abundancia, permanecerá intacto para la próxima generación.

“No sé si mi hijo tendrá el privilegio de mirar a un jaguar a los ojos, como yo lo he hecho tantas veces”, dijo Leite, secándose las lágrimas. “Estamos perdiendo este lugar realmente mágico”.

Lis Moriconi colaboró con reportería.

Lis Moriconi colaboró con reportería.

c. 2024 The New York Times Company

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