Estos hombres avanzan sigilosamente por donde cae el fuego ruso

Amigos y familiares ayudan a Anna Moroz, de 80 años, segunda desde la derecha, a rescatar las pertenencias de su casa muy dañada cerca del frente de batalla, en Myroliubivka, en la región de Jersón en Ucrania, el 29 de octubre de 2022. (Ivor Prickett /Los New York Times).
Amigos y familiares ayudan a Anna Moroz, de 80 años, segunda desde la derecha, a rescatar las pertenencias de su casa muy dañada cerca del frente de batalla, en Myroliubivka, en la región de Jersón en Ucrania, el 29 de octubre de 2022. (Ivor Prickett /Los New York Times).

REGIÓN DE JERSÓN, Ucrania — En medio de un paisaje oscuro, un rojo brillante surgió de las explosiones. Media docena de impactos de mortero en rápida sucesión levantaron conos de letal metralla y suciedad. El humo negro subió en espiral sobre los árboles.

Había pocos vehículos en el camino fangoso que conducía al frente de batalla y el comandante de un grupo de reconocimiento ucraniano ordenó a su automóvil que diera la vuelta. Los soldados ucranianos utilizaron la línea de árboles para protegerse junto a un arma de artillería.

El frente de batalla aquí, a unos 96 kilómetros al noreste de la ciudad de Jersón, es una zona peligrosa donde los campos, los bosques y las casas han sido destruidos por el fuego de artillería, y los soldados se atrincheran en aldeas dispersas en busca de un modo de avanzar.

Su reciente contraofensiva en el sur le ha permitido a Ucrania avanzar dramáticamente, gracias en parte a una artillería muy fortalecida, pero también a pequeños grupos especializados como este equipo de reconocimiento que penetran en las líneas enemigas. Las tropas rusas, sin embargo, han afianzado sus defensas con refuerzos y las tropas ucranianas aún se enfrentan a la tarea formidable de terminar con el control de Rusia sobre esta región, dijo el comandante de reconocimiento.

“Tienen muchos más que nosotros, por cada uno de nosotros, ellos tienen 30”, sostuvo. “Trajeron a muchos a la región de Jersón, muchísimos, pero a pesar de todo, nos las arreglamos”.

El comandante, que utiliza el nombre en clave Chechen, y un grupo muy unido de hombres de la 129.ª Brigada de las Fuerzas de Defensa Territorial han estado ayudando a encabezar la contraofensiva ucraniana contra las tropas rusas en Jersón.

Su unidad especial de reconocimiento antifrancotiradores fue traída para ayudar a las tropas ucranianas que habían recuperado un grupo de aldeas en septiembre, pero se le dificultaba avanzar bajo el devastador fuego de la artillería rusa.

Una posición rusa abandonada en un área que las fuerzas ucranianas recuperaron cerca de Pretrivka, en la región de Jersón en Ucrania, el 25 de octubre de 2022. (Ivor Prickett/The New York Times).
Una posición rusa abandonada en un área que las fuerzas ucranianas recuperaron cerca de Pretrivka, en la región de Jersón en Ucrania, el 25 de octubre de 2022. (Ivor Prickett/The New York Times).

Chechen es un exguardaespaldas ucraniano, y su nombre en clave hace referencia a la ascendencia caucásica por parte de su madre. Entre su unidad había un grupo de exsoldados de Georgia, algunos de los cuales habían servido en la coalición liderada por la OTAN en Afganistán. Ahora viven y trabajan en Ucrania y se unieron a la defensa territorial cuando la guerra llegó a la región.

Chechen visitó a las tropas ucranianas en el frente de batalla en una aldea y reportó que estaban sufriendo muchas bajas y que el fuego de artillería impedía que las ambulancias entraran para rescatar a los heridos.

“Todos los días enterramos a nuestros muchachos”, relató Chechen.

Un equipo de morteros rusos atacaba el pueblo desde 360 metros de distancia.

“No quedó ni una sola casa. Nos escondíamos en los sótanos de las casas en el pueblo”, narró. “Varias veces sobrevivimos a un golpe directo. Puedo decirte que fue un infierno en la tierra”.

Durante semanas se había hablado de un contraataque ucraniano en la región de Jersón, pero un avance desde el norte se detuvo en septiembre. Los ucranianos fueron el objetivo de un bombardeo aplastante en los asentamientos que habían recapturado mientras las tropas rusas arrojaban artillería y ataques aéreos contra las posiciones que acababan de abandonar.

A fines de septiembre, se le pidió a Chechen que detectara y desactivara a las unidades enemigas (francotiradores, observadores de artillería y pilotos de aviones no tripulados) que guiaban el fuego contra las posiciones ucranianas.

“Empezamos a trabajar, gradualmente comenzamos a ver a su gente, y a eliminarlos uno por uno con morteros, con francotiradores”, dijo Chechen. “Primero terminamos un ala, luego la segunda”.

El avance significativo se produjo a principios de octubre, cuando el equipo de Chechen se acercó lo suficiente como para dirigir su propio fuego de artillería sobre las posiciones rusas que se habían excavado a lo largo de una línea de árboles frente a la aldea.

“Se dieron cuenta de que podíamos ver sus posiciones”, comentó. “Cuando comenzamos a bombardear, se dieron cuenta y dieron la orden de retirarse. Empezaron a huir. Solo así mejoramos la situación a nuestro favor”.

“En dos o tres días cambiamos el curso de los acontecimientos”, afirmó. “Encontramos su punto débil. Encontramos dónde podíamos desatar el nudo. Es tarea del reconocimiento encontrar el punto débil”.

También tuvieron algo de suerte, “suerte militar”, como él la llamó.

Al regresar al lugar de la batalla, Chechen inspeccionó las trincheras rusas destrozadas y las pertenencias abandonadas en medio de árboles astillados y un tanque destruido.

“Este tanque estaba saliendo desde esa línea de árboles, disparando”, dijo.

Más adelante, Chechen señaló otro lugar de batalla.

“Puedes ver que tenían posiciones de tiro en la línea de árboles cada 10 metros”, señaló. “Tenían una defensa tan densa que no puedo describirla. Cada trinchera estaba disparando; cada arbusto estaba disparado”.

“El punto de quiebre fue que los esperamos aún bajo fuego”, explicó. “Los rusos pensaron que nunca en su vida seríamos capaces de pasar por este camino. Dijeron que era irrompible. Pero Dios decidió que fuese de otra manera”.

Varios de sus hombres, voluntarios ucranianos de la ciudad regional de Krivói Rog, que se unieron a las Fuerzas de Defensa Territorial cuando las tropas rusas invadieron Ucrania en febrero, dijeron que Chechen los guiaba en oración antes de cada operación y agregaron, medio en broma, que él tenía una línea directa con Dios que los había mantenido a salvo.

Una vez que las tropas rusas comenzaron a retirarse, la unidad inició una persecución.

“Sus tanques escaparon de esta manera y hasta ahora los estamos persiguiendo”, informó Chechen.

En medio de una serie de aldeas, encontraron muerte y destrucción a cada paso que dieron durante dos días de avance hacia el sur.

“Yo fui guardaespaldas, he visto mucho, pero nunca había visto algo así. Vacas muertas. Una cabra corrió detrás de nosotros como un perro y se escondió con nosotros”, relató. “La gente está tirada en el piso, las vacas también, los gansos, los perros están muertos. Y nosotros nos arrastramos, te encuentras un cadáver de vaca, pero sigues arrastrándote”.

Al describir la lucha en Jersón a The New York Times, Chechen claramente quería reconocimiento por los logros de su unidad, después de relatar cómo las principales unidades del Ejército habitualmente descartaban a los miembros de la defensa territorial por considerarlos los más bajos en la jerarquía militar, pero luego los enviaban de primero a la batalla.

Pero Chechen también elogió a los soldados ucranianos en el frente.

“Los verdaderos héroes son los muchachos que aguantaron y lograron sobrevivir”, aseveró. “Entendemos que cuando avanzamos hay pocas posibilidades de regresar. Pero cuando estás sentado en una trinchera, no sabes cuándo terminará. Ese soldado no sabe cuánto tiempo tiene que quedarse allí, eso es aterrador”.

© 2022 The New York Times Company