Hizbulá y su bastión ante el coronavirus en El Líbano

Tiro (El Líbano), 18 abr (EFE).- Con un ejército de ambulancias en mitad de un descampado, voluntarios y miembros del grupo chií libanés Hizbulá hacen sonar las sirenas para clamar que están en guerra contra el nuevo coronavirus en un sectario y dividido Líbano.

"Lo primero es confiar en Dios y lo segundo es el plan de Hizbulá", afirma Haj Abdallah al Naser, responsable para Hizbulá del sur de Tiro, en el sur del Líbano, en un raro tour organizado para medios en el que explican su célula de crisis ante la Covid-19.

Desde los servicios de transporte de emergencias al reparto de comida para los más vulnerables pasando por un hospital vacío habilitado para tratar a los pacientes todo está financiado por Hizbulá, según afirman a Efe los entrevistados pertenecientes al grupo destacando que no cuentan apenas con ayuda del Gobierno central.

Este grupo chií, respaldado por Irán y castigado por Estados Unidos y otros países que lo catalogan como "terrorista", es apoyado por una gran parte de la población libanesa por su lucha contra el "enemigo" Israel, que asoló el país y con quien continúa técnicamente en guerra.

Además de su política, su brazo social ha sido uno de los puntos fuertes de Hizbulá al desarrollar durante años una gran red de servicios sociales, que se extiende más allá del Líbano, en donde ha levantado sus propias infraestructuras y organizaciones que han terminado creando su propio estado dentro del estado.

SECTARISMO FRENTE AL COVID-19

"Económicamente, el Ministerio de Salud no están financiando nada en este hospital, es todo Hizbulá", asegura Mohamed Suliman, doctor responsable del Hospital de Jouaiyya, desde las escaleras de acceso al centro habilitado para tratar casos leves de coronavirus así como para dejarlos en cuarentena.

En esa clínica vacía, ubicada en lo alto de un monte remoto y que anteriormente era un psiquiátrico, todavía huele a pintura fresca y lo han dividido en dos secciones: una para hombres y otra para mujeres.

Hizbulá se apoya en el movimiento Amal, la coalición que obtuvo más votos en las últimas elecciones en el país y que ha dado la llave al gobierno actual tras la dimisión del histórico Saad Hariri dos semanas después del inicio de unas protestas el pasado octubre en el país mediterráneo.

"Estamos cooperando con nuestros hermanos de Amal", señala a Efe Naser, quien añade que "todos los partidos deberían colaborar juntos ya que Hizbulá ha abierto sus manos a todo el mundo. Si no hay cooperación, no seremos capaces de salir de esta crisis", dice.

El Líbano, con unos 6 millones de habitantes, es uno de los países de Oriente Medio que mejor está gestionando esta crisis en la región, con la curva de contagios estabilizada y una veintena de muertos contabilizados gracias, en gran parte, a las medidas que comenzaron a finales de febrero para evitar la propagación del coronavirus.

No obstante, el pequeño país está completamente fragmentado desde la guerra civil (1975-1990) y es un crisol de 18 comunidades religiosas que buscan, todavía sin éxito, unirse.

El sur y este del país, tradicionalmente feudo de Hizbulá, es de las áreas con menos casos de Covid-19, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Líbano.

Sin embargo, de los cerca de una decena de hospitales y clínicas que el grupo chií ha dicho que tiene preparados para acoger a pacientes y realizar tests, solo dos han sido aceptados por el Ministerio de Salud, que ha difundido un listado de 15 hospitales.

El Ministerio de Salud libanés no ha contestado hasta el momento tras haber sido contactado por Efe.

"AVERGONZADOS POR LA DONACIÓN"

Además del coronavirus, el Líbano vive una de sus peores crisis económicas en décadas y arrastra una deuda pública total que supera los 90.000 millones de dólares, es decir, un 170 % del PIB, que le ha obligado a anunciar el primer impago de deuda extranjera de su historia

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha pronosticado que la economía del Líbano se hundirá un 12 %, lo que supone la mayor contracción de los países de Oriente Medio y Asia Central, sin atreverse a dar ninguna proyección para 2021.

Para intentar paliar la doble crisis, el grupo ha levantado en una mezquita ubicada en el centro de Tiro un lugar de distribución para la población más vulnerable que se ha visto duramente afectada por el cierre de los negocios.

El líder religioso de ese templo sagrado, sheij Sharif Hasham, se coloca en una de las esquinas y va colocando botes de salsa en cajas de cartón.

"La gente tiene problemas para retirar dinero de lo bancos por la situación, por lo que no es posible que nos den mucho. Esto nos presiona aún más (...) Hay una crisis económica general, pero especialmente en el Líbano", afirma a Efe.

"Estamos avergonzado por lo poco que estamos dando. Las porciones son muy pequeñas para las tantas familias que lo necesitan", zanja Hasham.

Isaac J. Martín

(c) Agencia EFE