"La herida invisible" del conflicto colombiano en las mujeres indígenas llega a Madrid
Madrid, 2 feb (EFE).- En la selva colombiana del Chocó la guerrilla entregó las armas, pero los paramilitares y los narcotraficantes siguen controlando amplios territorios y el miedo impregna el aire que respiran los emberá dobida, una comunidad indígena en la que los suicidios de mujeres se han multiplicado por cinco en los últimos cuatro años.
El fotógrafo colombiano Santiago Mesa lleva un año trabajando en esta zona remota, al sur de la tristemente famosa selva de Darien, intentando entender por qué la tasa de suicidios se ha disparado precisamente ahora, cuando el proceso de paz ha reducido los enfrentamientos armados, y por qué las mujeres son las principales afectadas.
Los resultados de esta investigación se pueden ver este mes de febrero en Madrid, en la exposición del Premio Internacional Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria.
Reclutamientos y desplazamientos forzados
"Son muchos años de conflicto armado -explica Mesa en una entrevista con EFE-, y la violencia sigue presente porque, aunque ya no hay balas perdidas, sigue habiendo reclutamientos y desplazamientos forzados".
"Tanta violencia tiene consecuencias en la salud mental -añade- y las mujeres son las más afectadas, porque al trauma de la violencia general tienen que sumar las consecuencias de la sociedad machista en la que viven".
Son muchos los hombres que abusan del alcohol y maltratan a sus mujeres -relata-. "Lo hacen a la vista de todo el mundo porque las chozas en la que viven permiten poca intimidad, pero nadie se mete".
La primera de las fotografías expuestas en Madrid bajo el título 'La herida invisible' es del río Bojayá, la única vía de conexión de la comunidad emberá dobida de Puerto Antioquia con sus vecinos más cercanos, a dos horas en lancha; un recorrido que pocas veces se pueden permitir porque el precio de la gasolina hace prohibitivo para ellos acercarse a la pequeña localidad donde está el médico más próximo.
Los narcotraficantes utilizan este río para sacar la droga del territorio y los civiles tienen la movilidad restringida a partir de las dos de la tarde por su seguridad.
Otra de las fotografías muestra un pueblo en el que sus habitantes se confinan todas las tardes: un conjunto de chozas alzadas para que no se inunden con las crecidas del río, en las que viven 141 emberás -31 hombres, 27 mujeres y 83 niños-.
El 7 de abril de 2023 se produjo el primer suicidio registrado. Yadira Birry, de 16 años, se quitó la vida con su paruna, la tela que utilizaba como falda. Esa misma noche hubo tres intentos más y hasta la fecha se han registrado más de 15 intentos de suicidio en el poblado, todos por el mismo método.
Lo mismo está ocurriendo en las comunidades vecinas. "Es como en una cadena, a pesar de que los pueblos están muy alejados unos de otros", comenta Mesa.
Machismo endémico
Liria Cheito es una de las mujeres retratadas por Mesa. El 7 de abril de 2023 se emborrachó e intentó suicidarse. No llegó a morir porque pensó en sus hijos y el triste futuro que les esperaba si ella faltaba, pero los malos tratos persisten, y los oscuros pensamientos de Liria también.
Otra de las protagonistas del reportaje de Mesa es Ahitana, una mujer trans de la comunidad emberá chamí que emigró a Bogotá para huir de la discriminación y el maltrato, pero que ha encontrado una ciudad hostil y ya ha intentado suicidarse varias veces.
"El tema de los suicidios de la comunidad emberá es conocido, se ha mencionado en la prensa en alguna ocasión -afirma Mesa-, pero lo cierto es que sobre el terreno nadie está haciendo nada para evitarlo".
"El Estado colombiano casi no tiene presencia en esta zona y los únicos que hacen algo son algunas personas de la Iglesia, que se acercan de vez en cuando a los poblados a intentar ayudar", agrega.
"Espero que esta investigación visual que estoy haciendo, y de la que esta exposición es solo una parte, ayude a poner el tema en la agenda", concluye.
Rosa Díaz
(c) Agencia EFE