Hablando en silbidos

Los turistas que visitan La Gomera y El Hierro en las Islas Canarias a menudo pueden escuchar a los lugareños comunicarse a largas distancias silbando —no una melodía, sino el idioma español—. “Los buenos silbadores pueden entender todos los mensajes”, dice David Díaz Reyes, etnomusicólogo independiente e investigador y docente del lenguaje silbado que vive en las islas. “Podemos decir: ‘Y ahora estoy haciendo una entrevista con un chico canadiense’”.

Los lugareños se comunican en silbo, uno de los últimos vestigios de un uso mucho más generalizado de los lenguajes silbados. En al menos 80 culturas en todo el mundo, las personas han desarrollado versiones silbadas del idioma local cuando las circunstancias lo han requerido. Para los lingüistas, tales adaptaciones son más que una simple curiosidad: al estudiar los lenguajes silbados, esperan aprender más sobre cómo nuestros cerebros extraen significado de los complejos patrones de sonido del habla. El silbido puede incluso brindar un vistazo de uno de los saltos más dramáticos en la evolución humana: el origen del lenguaje mismo.

Los lenguajes silbados casi siempre son desarrollados por culturas tradicionales que viven en terrenos accidentados y montañosos o en bosques densos. Esto se debe a que el habla silbada va mucho más allá que el habla o los gritos ordinarios, dice Julien Meyer, lingüista y bioacústico del CNRS, el centro nacional de investigación francés, quien explora el tema de los lenguajes silbados en el Annual Review of Linguistics de 2021. Los silbadores expertos pueden alcanzar los 120 decibelios —más fuerte que la bocina de un automóvil— y sus silbidos acumulan la mayor parte de esta potencia en un rango de frecuencia de 1 a 4 kHz, que está por encima del tono de la mayoría del ruido ambiental.

Como resultado, el habla silbada se puede entender hasta 10 veces más lejos que los gritos ordinarios, según han descubierto Meyer y otros. Eso permite que las personas se comuniquen incluso cuando no pueden acercarse lo suficiente para gritar. En La Gomera, por ejemplo, algunos pastores tradicionales todavía se silban entre sí a través de valles montañosos que podrían tardar horas en cruzar.

Los lenguajes silbados funcionan porque muchos de los elementos clave del habla se pueden imitar en un silbido, dice Meyer. Distinguimos un sonido del habla, o fonema, de otro por diferencias sutiles en sus patrones de frecuencia de sonido. Una vocal como una e larga en el idioma inglés, por ejemplo, se forma más arriba en la boca que una o larga, lo que le da un sonido más alto. “No es tono, exactamente”, dice Meyer. Más bien, es un cambio más complejo en la calidad del sonido o timbre, que se transmite fácilmente en un silbido.

Las consonantes también se pueden silbar. La t, por ejemplo, es más rica en frecuencias altas que la k, lo que les da a los dos sonidos un timbre diferente, y también hay diferencias sutiles que surgen de los movimientos de la lengua. Los silbadores pueden capturar todas estas distinciones variando el tono y la articulación de su silbido, dice Meyer. Y la habilidad se puede adaptar a cualquier idioma, incluso a aquellos que no tienen tradición de silbar. Para demostrarlo, Meyer silba frases en inglés como “Encantado de conocerte” y “¿Entiendes el silbido?”

Aprender a silbar un idioma que ya uno habla es relativamente sencillo. Los estudiantes de silbido en español de Díaz Reyes pasan los primeros dos o tres meses del curso aprendiendo a hacer un silbido fuerte con diferentes tonos. “En el cuarto o quinto mes, pueden formar algunas palabras”, dice. “Después de ocho meses, pueden hablarlo correctamente y entender cada mensaje”.

Esta articulación del habla dentro de un silbido solo funciona para idiomas no tonales, donde el tono de los sonidos del habla no es crucial para el significado de la palabra. (El inglés, el español y la mayoría de los demás idiomas europeos no son tonales). Para los idiomas tonales, por el contrario, el significado de un sonido depende de su tono en relación con el resto de la oración. En chino, por ejemplo, la sílaba “ma” dicha con un tono alto constante significa “madre”, pero dicha con un tono que baja y sube de nuevo, significa “caballo”.

En el habla tonal ordinaria, las cuerdas vocales realizan las modulaciones de timbre que forman los tonos, mientras que la parte frontal de la boca forma gran parte de los sonidos de las vocales y las consonantes. Pero no así para el silbido, que no utiliza las cuerdas vocales. Los silbadores de lenguas tonales se enfrentan así a un dilema: ¿Deben silbar los tonos, o las vocales y las consonantes? “Al silbar, solo puedes producir uno de los dos. Tienen que elegir”, dice Meyer.

En la práctica, casi todas las lenguas tonales silbadas optan por utilizar el timbre para codificar los tonos. Para idiomas con un conjunto complejo de tonos —como el chinanteco, un idioma del sur de México con siete tonos (alto, medio, bajo, descendente alto-bajo, descendente medio-bajo, ascendente bajo-medio y ascendente medio-alto), o el igualmente complejo idioma Hmong— el tono aún brinda suficiente información para transmitir significado. Pero para los lenguajes tonales más simples —como el gavião, un idioma amazónico que Meyer ha estudiado, que tiene solo dos tonos, bajo y alto— los silbadores deben limitar sus conversaciones a unas pocas frases estereotipadas que se reconocen fácilmente.

Incluso para los idiomas no tonales, la versión silbada del habla no contiene tanta información de frecuencia como el lenguaje hablado ordinario, pero contiene suficiente para reconocer palabras. Cuando los investigadores probaron la comprensión de las personas del turco silbado, encontraron que los oyentes experimentados identificaron correctamente palabras aisladas alrededor del 70 % de las veces; para palabras en oraciones silbadas comunes, el contexto ayuda a resolver ambigüedades y la precisión aumentó a aproximadamente 80 a 90 %.

En esencia, las personas que escuchan el habla silbada están reconstruyendo su significado a partir de fragmentos de la señal del habla completa, tal como lo hacemos todos cuando escuchamos a alguien en un evento lleno de gente. “El habla regular es muy compleja —hay mucha información redundante—”, dice Fanny Meunier, psicolingüista del CNRS que estudia el habla en entornos ruidosos. “Si tenemos ruido, entonces podemos elegir diferentes tipos de información que están presentes en diferentes lugares de la señal”.

Los lingüistas conocen sorprendentemente pocos detalles sobre cómo el cerebro hace esto. “Todavía no sabemos qué partes de la señal son útiles para comprender el mensaje”, dice Meunier. La mayoría de los investigadores que estudian este tema lo hacen degradando deliberadamente el habla normal para ver cuándo los oyentes ya no pueden entender. Pero Meunier siente que el silbido ofrece un enfoque menos artificial. “Con los silbidos, era más como, veamos qué hacía la gente naturalmente para simplificar la señal. ¿Qué mantuvieron?”, dice. La información crucial para comprender el habla, ella supone, debe estar en algún lugar dentro de esa señal silbada.

Meunier y sus colegas recién comienzan este trabajo, por lo que todavía tiene pocos resultados para compartir. Hasta ahora, han demostrado que incluso las personas que nunca antes han escuchado silbidos pueden reconocer tanto las vocales como las consonantes con una precisión mucho mayor que la casualidad. Además, los músicos capacitados reconocen mejor las consonantes que los no músicos, y los flautistas son mejores que los pianistas o violinistas, según descubrió Anaïs Tran Ngoc, estudiante de posgrado en lingüística de la Universidad de la Costa Azul. Tran Ngoc, quien también es música, especula que esto se debe a que los flautistas están entrenados para usar sonidos como t y k para ayudar a articular las notas con nitidez. “Entonces, existe este vínculo con el lenguaje que podría no estar presente para otros instrumentos”, dice.

Los lenguajes silbados también entusiasman a los lingüistas por otra razón: comparten muchas características con lo que los lingüistas creen que debieron ser los primeros protolenguajes, cuando el habla y el lenguaje comenzaron a surgir durante los albores de los humanos modernos. Uno de los grandes desafíos del lenguaje es la necesidad de controlar las cuerdas vocales para producir toda la gama de sonidos del habla. Ninguno de nuestros parientes más cercanos, los grandes simios, ha desarrollado tal control —pero silbar puede ser un primer paso más fácil—. De hecho, se ha observado que algunos orangutanes en zoológicos imitan a los empleados del zoológico silbando mientras trabajan. Cuando científicos probaron a un simio en condiciones controladas, el animal fue capaz de imitar secuencias de varios silbidos.

El contexto del uso del lenguaje silbado también coincide con el del protolenguaje. Los lenguajes silbados de hoy en día se utilizan para la comunicación a larga distancia, a menudo durante la caza, señala Meyer. Y las oraciones formuladas utilizadas por los silbadores de lenguajes tonales simples son un paralelo cercano a la forma en que nuestros antepasados ​​​​pueden haber usado el protolenguaje para comunicar algunas ideas simples a sus compañeros de caza —“Ve por ese camino”, por ejemplo, o “El antílope está por aquí”—.

Eso no significa que el habla silbada moderna sea un remanente vestigial de esos protolenguajes, advierte Meyer. Si los silbidos precedieron al habla sonora, esos primeros silbidos no habrían necesitado codificar los sonidos producidos por las cuerdas vocales. Pero los lenguajes silbados de hoy sí lo hacen, lo que significa que surgieron más tarde, como complementos de los lenguajes convencionales, no como precursores de ellos, dice Meyer.

A pesar de su interés tanto para los lingüistas como para los observadores casuales, las lenguas silbadas están desapareciendo rápidamente en todo el mundo y algunas, como la forma silbada de la lengua tepehua en México, ya han desaparecido. La modernización es en gran parte la culpable, dice Meyer, quien señala a las carreteras como el factor más importante. “Por eso todavía encuentras silbidos solo en lugares muy, muy remotos, que han tenido menos contacto con la modernidad, menos acceso a las carreteras”, dice.

Entre los gavião de Brasil, por ejemplo, Meyer ha observado que la deforestación invasora ha eliminado en gran medida los silbidos entre los que viven cerca de la frontera, porque ya no cazan para subsistir. Pero en un pueblo tranquilo cerca del centro de su territorio tradicional, el silbido todavía prospera.

Afortunadamente, hay algunos destellos de esperanza. La UNESCO, la organización cultural de la ONU, ha designado dos lenguas silbadas —el silbo en las Islas Canarias y un turco silbado entre los pastores de montaña— como elementos del patrimonio cultural inmaterial del mundo. Tal atención puede llevar a esfuerzos de conservación. En las Islas Canarias, por ejemplo, ha surgido un fuerte movimiento de preservación, y ahora el silbo se enseña en las escuelas y se demuestra en los hoteles turísticos. “Si la gente no hace ese esfuerzo, probablemente el silbo habría desaparecido”, dice Díaz Reyes. Allí, al menos, el futuro del lenguaje silbado parece esperanzador.

Artículo traducido por Debbie Ponchner

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Bob Holmes es un periodista científico que vive en Edmonton, Canadá, y a quien le encanta el sonido de los lenguajes.

This article originally appeared in Knowable Magazine, an independent journalistic endeavor from Annual Reviews. Sign up for the newsletter.