Héroe y villano: la paradoja del CO₂

La evolución y el cambio climático son dos procesos muy relacionados con la salud de la Tierra y los dos remiten directamente al origen de la vida. A pesar del enorme interés que para las sociedades han representado los tres procesos, la gran paradoja es la resistencia que se presenta a lo largo de la historia para su comprensión y asunción. El lado bueno es que los tres han tenido grandes personajes que han contribuido a avanzar en su conocimiento y en su promoción divulgativa.

Uno de ellos es Sir David Attenborough, uno de los grandes divulgadores del siglo XX, que se une a la lista de la que forman parte figuras como Félix Rodríguez de la Fuente, Dian Fossey, Isaac Asimov, Carl Sagan, Jacques Cousteau y Jane Goodall.

En los dos episodios del documental Vida primigenia (First life), Attenborough nos desvela el conocimiento de que disponemos sobre el origen y desarrollo de la vida en el planeta Tierra, a partir de las evidencias que proporcionan los registros geológico y fósil.

Sin entrar en los contenidos, que dejamos al disfrute de los lectores, sí queremos centrarnos en uno de sus actores con múltiples registros, desde héroe a villano: el dióxido de carbono o CO₂. Un viejo conocido en la historia de la Tierra que está jugando un papel perturbador con enorme protagonismo en este último período del planeta que conocemos como Antropoceno.

El origen de la vida en la Tierra

Cómo apareció la vida en la Tierra es aún objeto de debate. Existen varias hipótesis plausibles a raíz de las evidencias disponibles. Algunos expertos defienden que la vida llegó a la Tierra desde el espacio exterior. La hipótesis alternativa sostiene que la vida surgió en nuestro planeta gracias a una serie de condiciones ambientales y procesos químicos.

Este último es el escenario que presenta el documental. En su primer capítulo, pone de manifiesto el papel que en el origen de la vida en la Tierra pudo desempeñar nuestro protagonista, el CO₂.

Se estima que la aparición de vida en la Tierra tuvo lugar hace unos 3 000 millones de años. Al principio, existieron únicamente células individuales microscópicas –procariotas y arqueas en el lenguaje de la ciencia actual–, que habitaban entornos extremos como las profundidades oceánicas.