Guillermo Coria encara su tercer año como capitán: “¿Cómo no nos vamos a ilusionar con ganar la Copa Davis, si tenemos un equipazo?”
ROSARIO.- Guillermo Coria , una de las piezas de mayor talento y picardía de la Legión, el grupo de tenistas argentinos nacidos entre 1975 y 1982 que, desde 2000, se destacó en los courts del mundo, nació en Rufino y se crio en Venado Tuerto. Sin embargo, al retirarse del tenis en 2009, eligió Rosario para vivir. Su mujer, Carla Francovigh, y sus hijos, Thiago y Delfina, son rosarinos. El Mago está muy identificado con esta porción de la provincia de Santa Fe.
Por todo ello, en su función de capitán del equipo de Copa Davis , por estas horas está más ansioso de lo habitual. El sábado y domingo próximos, la Argentina recibirá a Kazakhstán, por los Qualifiers (la etapa previa a la fase de grupos de las Finales, donde juegan los mejores 16 países). Rosario será, por primera vez, escenario de una serie de la competencia colectiva de tenis más emblemática. Con el impedimento de utilizar el Buenos Aires Lawn Tennis Club, en Palermo, ya que se está montando la infraestructura para el ATP de Buenos Aires, Coria se puso al frente de las gestiones para que el Jockey Club fuera la sede. El gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin, tantas veces agobiados en las situaciones de la agenda pública, acompañaron la idea.
“Estoy con unos nervios importantes y el corazón acelerado. Cuando el sorteo salió de local, fue un alivio. Por el calendario de los jugadores, no queríamos que pasara lo de Finlandia [NdR: en febrero de 2023, antes de la gira sudamericana sobre polvo de ladrillo, la Argentina debió jugar en Espoo y cayó 3-1]. Más allá del rival, empezamos a ver posibilidades. Cuando se descartó lo del Buenos Aires se barajaron opciones y pedí en la Asociación si Rosario podía tener prioridad. Me dieron el OK, siempre y cuando cumplieran los requisitos y se arrancó la movida”, narra Coria, ante LA NACION, en el Hipódromo Parque Independencia. Y continúa: “Había poco tiempo para definirlo. En el medio hubo cambio de presidente en el país, acá por más que siguiera Javkin, se produjo el cambio de gabinete, hubo cambio de gobernador de la provincia…, pero se alinearon las partes y hubo buena comunicación. Se dio y no será una serie cualquiera. Rosario-Santa Fe es una zona muy fuerte de tenis, en la que juegan muchos chicos, pero también muchísimos adultos. E impactó. Se agotaron las entradas y explota de pedidos de acreditación de periodistas”.
Coria, de 42 años, admite que la serie le genera un “estrés extra”, ya que está “más pendiente de otras cosas”. Pero aclara: “Los que me conocen saben que no pierdo el foco de lo que me corresponde. Va a ser emotivo. También será en el club de Jorge Trevisan, que me marcó en mi carrera como preparador físico. Fue uno de los principales responsables del gran salto de mi carrera, cuando se sumó con Luli Mancini al equipo de trabajo. Que él no esté [falleció en 2018], va a ser muy emotivo también. Cuando les fui comentado la idea de Rosario a los chicos, enseguida dijeron que sí”, apunta Coria. Y aporta: “El tenis está creciendo mucho en el interior, sobre todo después de la pandemia, y esto es un impulso grande. Ojalá que sea el principio de lo que pueda venir. Es como con el seleccionado de fútbol…, que cada tanto juega en el interior”.
-En septiembre, tras la última serie (4-0 con Lituania, en el BALTC), dijiste: “Me voy a tomar unos días para pensar y saber si puedo seguir aportándole cosas a los chicos”. ¿Por qué lo comentaste y qué te hizo sentir que debías encarar tu tercer año como capitán?
-Lo dije porque se habían terminado los dos años y, por más que nunca se había hablado de que ese era el tiempo límite, estaba la posibilidad abierta. También es lo que uno va viviendo junto con Leo (Mayer) y el Tero (García; los subcapitanes). Son semanas que exigen mucho. Y después de hablar con los jugadores y de pensar…, la verdad es que se creó una conexión muy buena. Es importante el vínculo que vas creando con los jugadores y con el cuerpo técnico. Los vas conociendo, tenés otra relación, ya sabés cómo piensan y reaccionan en distintos momentos de los partidos, en los entrenamientos… Eso me dio mucha energía, pero primero quería estar bien yo, saber si podía seguir dando el cien por cien. Vinieron los Panamericanos de Santiago, viví la capitanía desde otro lado y fue importante. Estoy motivado, motivado a full y contento. Y sobre todo por las charlas que fui teniendo con los chicos, vía WhatsApp y mensajes, fue lo más lindo. En diciembre, cuando te dicen: ‘Estamos felices de que sigan’, es lo que más te alegra. Muchas veces los tenistas no somos de expresarnos de esa manera y fue fundamental que me demostraran el respeto.
-¿Qué evaluación hacés de tu capitanía?
-Pasamos por todo tipo de sensaciones. Arrancamos en 2022 con la serie contra la República Checa, ganando 4-1 de local. En los papeles éramos favoritos, pero sabíamos que nos enfrentábamos a Jiri Lehecka y Tomas Machac, dos jugadores muy difíciles, y los chicos respondieron bien. Rescato muchas cosas positivas. Nos tocó un recambio de generación en el equipo, con jugadores que tuvieron que debutar, con lo que significa por la presión. Hubo series pesadas, como lo que vivimos en Italia [NdR: en septiembre de 2022, en la fase de grupos, la Argentina perdió contra Suecia (2-1), Italia (2-1) y Croacia (3-0)]. Siempre hay cosas por mejorar. Al final de cada serie le doy espacio a todo el cuerpo técnico para exprese su mirada, digan las cosas buenas y malas que se hicieron. De cada serie rescatamos cosas que nos ayudaron. Trato de involucrar a todos para que se sientan bien; cada uno en su espacio. A medida que pasaron las series, tanto para los varones como para mujeres de la Billie Jean King Cup, se fue poniendo un reglamento de conducta para que quede todo bien claro y la convivencia sea espectacular. Todas las decisiones que tomamos fueron por algo, porque lo vimos en los entrenamientos, en los partidos, hablando con los jugadores, con sus entrenadores… Obvio que después, con el resultado puesto, siempre es más fácil decir qué hubiera pasado de una u otra manera, pero las decisiones que tomamos fueron con convencimiento de que era la mejor. En general, estamos conformes, contentos y siempre abiertos a mejorar. Queremos que los jugadores, que son los principales, se sientan contentos y protegidos.
-Como tenista eras algo distante, poco demostrativo. ¿Ahora te costó romper esa barrera y comunicarte con los jugadores?
-Yo soy bastante tímido y uno cuando asume el rol de capitán… Mirá, a mí me ayudó muchísimo el rol que tuve en mi academia, yendo a los torneos de menores, a los Futures, encontrando gente en todos lados. Me ayudó mucho para la comunicación y el contacto con los más chicos, pero cuando entrás en un equipo de profesionales, que tienen sus entrenadores y rutinas, hay que tener mucho cuidado con las cosas que uno ve y dice. Entonces, al principio de mi capitanía, a lo mejor, trataba de no hablar tanto, escuchar y decir lo justo y necesario. Uno, de afuera, ve cosas que no son fáciles de hacer adentro de la cancha. A algunos jugadores no les gusta que le remarques los errores porque se sienten más inseguros, a otros les gusta, a otros les gusta que les marques las cosas positivas… Cada jugador es un mundo aparte. Y después de dos años sentí que en la última serie hubo una conexión espectacular. Uno va sabiendo cómo reaccionar, cuándo hay que hablar más alto, un poco más bajo, alentar, marcar los errores… Que el jugador te sienta con confianza es fundamental. Es clave la comunicación con el entrenador y que sientan confianza, porque con Leo (Mayer), por ejemplo, no tenemos ningún tipo de interés fuera de la Copa Davis, no queremos estar con ningún jugador de los que dirigimos acá. No sé si me costó o no esta función, pero al principio me llevó un poquito de tiempo generar la confianza de los jugadores y mostrarme tal cual soy. A mí me gusta mucho escribirles cuando pierden en los torneos y cuando las cosas no les salen bien; cuando van ganando prefiero escribirles una vez que termine el torneo porque soy medio cabulero, je. Hacemos mucho hincapié en los mayores, en los que tienen más experiencia, como Machi (González), Horacio (Zeballos), Molto (Andrés Molteni). Leo Mayer también aporta su experiencia por haber jugado hasta no hace mucho y haber sido campeón. Creo que nos complementamos bien. Tenemos defectos y errores porque no somos perfectos, pero tratamos de que sean los mínimos y fortalecer las cosas buenas.
-¿Qué diferencias observás entre esta generación de jugadores y la tuya? ¿Hoy es más difícil captar la atención?
-La diferencia es abismal. Hoy tenés información de todo tipo. Cada jugador tiene su pensamiento, claro, pero para nosotros la parte de la psicología no era tan habitual, no la usábamos mucho. Y después se empezó con la neurociencia, el entrenamiento visual y de concentración. Yo sabía leer bien al rival, conocía sus dificultades y fortalezas, entonces no trabajaba con tanta información, conocía lo que podía encontrar. El entrenador me aportaba algunos detalles a tener en cuenta. Hoy entrás en una página y sabés cuántas veces te sacó a la T, al lado abierto, desde el lado par, en los break points, cómo devuelve en los puntos importantes… Toda esa información hay que transmitírsela a los jugadores para que la retengan y no se olviden. Hoy en día, esta nueva generación es como que se dispersa un poquito, pero también tienen otras fortalezas que nosotros no, como todas estas herramientas disponibles. También hay jugadores que no necesitan tanta información porque se marean. Por ejemplo, ahora que tengo a los tres singlistas: con Tommy Etcheverry es una comunicación, con Fran Cerúndolo es otra y, con Seba Báez, otra. Yo no le puedo dar información a un jugador cuando ya está arreglado que no le hace bien y más en la Davis, donde la tensión está a mil y los nervios son tremendos. A mí me hubiese gustado jugar hoy porque la información me hubiera servido para darme cuenta si estaba errado con lo veía. Por ejemplo, con David (Nalbandian): yo sabía que cuando lo movía por la derecha y él llegaba a la carrera mayormente salía con un misil cruzado, entonces ya lo estaba esperando con esa pelota. Otro detalle: a Feña González, cuando le quedaba la pelota fácil y con globito en la mitad de la cancha, normalmente te tiraba fuerte al medio, entonces lo esperaba.
-Prestabas mayor atención.
-Sí, te hacía estar más metido en el partido y no relajarte por tener la tecnología.
-Para esta serie tenés opciones fuertes y parejas en el single. ¿Qué vas a tomar en cuenta para definir a los singlistas del primer día?
-Tengo a tres single número uno. Es como cuando Gallardo tenía que decidir si dejaba afuera a Palacios o a Nacho Fernández. Tenemos un equipazo que todavía está en formación. Porque Tommy va a jugar su segunda serie, Seba tiene tres series y Fran también tiene pocas series. Por eso queremos cuidarlos, ver el momento de cada uno, cómo llegan. Volviendo a la serie en Italia: teníamos un equipazo, pero por ahí los chicos no llegaron con mucha confianza. Entonces tenemos que saber leer, hablarlos, explicarles…, porque los tres van a querer jugar. Con uno voy a tener problemas y está bueno que se me enojen y queden calientes, pero nosotros les vamos a dar los motivos del por qué no van a jugar el día sábado. Los tres están para jugar, pero vamos a tener muy en cuenta cada detalle. Ya los venimos viendo en la gira por Australia. Tenemos que ver con qué versión de cada uno nos encontramos, cómo están físicamente, cómo se adaptan a la humedad tremenda, al calor, a la cancha. En cada serie fuimos frontales y directos. Podrá salir bien o mal, pero los jugadores lo tomaron bien. Como no vamos a tener muchos entrenamientos, trataremos de definirlo dos días antes, para que lo asimilen. Es una serie en la que somos favoritos, en la que tenemos muchas chances de ganar, pero hay que hacerlo con compromiso. Nos hacemos cargo del favoritismo y no le podemos escapar a eso. Hay que asumir esa presión con responsabilidad. Y es mi responsabilidad transmitirles confianza. Los chicos van a tener que jugar de 7 puntos para arriba para ganar.
-”La Argentina no puede tener una sola Davis”, dijiste al asumir como capitán. ¿Te das lugar a ilusionarte?
-Sí, lo hablamos con los chicos. Tenemos un equipazo, somos duros en todas las superficies y tenemos buenos doblistas, que está bueno también. ¿Cómo no nos vamos a ilusionar, si tenemos un equipazo? Pero repito: es importantísimo cómo manejamos cada serie, no quemar al jugador, cuidar, saber leer y entender quién tiene que jugar en cada momento. Porque para mí lo más fácil es poner al 1 y al 2 y chau. Pero no, no es así. Estos chicos, cuando sigan sumando más series, se suelten cada vez más y sepan manejar más la adrenalina y la ansiedad interna…, tenemos un equipazo, sólido y joven. Hay que ayudarlos a que transiten este camino lo mejor posible. ¿Cómo no nos vamos a ilusionar con una Copa Davis más? Es la realidad. Después hay que jugar. Estoy contento porque se veía venir: cuando asumí vi el recambio y los jugadores que venían.
-Los jugadores del seleccionado de fútbol se extrañan cuando no hay competencia y cuando surgen partidos, oficiales o amistosos, enseguida están ahí. ¿Tu desafío es lograr algo similar en la Davis, con sentido de pertenencia?
-Sí y lo noto cuando hablo con los jugadores. Cuando definimos a los convocados, de cierta manera, lo sufro, porque significa que otros van a quedar afuera. Me siento mal. Hoy tenemos un montón de jugadores que podrían estar en el equipo, chicos jóvenes que vienen teniendo resultados espectaculares en Challengers, que ojalá puedan seguir ese camino en ATP, como (Mariano) Navone, (Francisco) Comesaña, el propio Facu Díaz Acosta. Hay jugadores que vienen pidiendo pista y está bueno. Cuando uno le habla a Pedrito Cachin, que no está en el equipo, me pone mal. Les duele no estar y eso es un buen mensaje. O a Facu Bagnis, que estuvo en Finlandia. Nos hacen sentir que están pendientes. Esos jugadores que no están ahora en el equipo tienen que saber que les dedicamos atención, queremos que se sientan parte. Estuve en Punta del Este la semana pasada y los vi a (Thiago) Tirante, a (Genaro) Olivieri… Es una buena generación y ojalá que puedan superar lo que nosotros hicimos.
-Vaya desafío…
-Sí, sí, es difícil, pero esto es puro contagio. Cerúndolo y Báez se metieron, Etcheverry se dio cuenta de que podía y así. Estos chicos generan expectativa. Acá se agotaron las entradas muy rápido. Nosotros les decimos que se hagan cargo porque lo generaron ellos y lo tienen que tomar para bien.
A 20 años de la final de Roland Garros
Este año se cumplirán dos décadas de la final de Roland Garros 2004, en la que Gastón Gaudio remontó el resultado ante Coria y se coronó al imponerse por 0-6, 3-6, 6-4, 6-1 y 8-6. En mayo de 2022, el Mago regresó al Bois de Boulogne por primera vez. Probablemente esta temporada también lo haga, durante el Abierto de Francia o, más tarde, en los Juegos Olímpicos de París.
-¿Qué representa ese lugar para vos?
-Volví hace unos años y obviamente son sensaciones raras, porque me hubiera gustado ganar, está más que claro. Pero también me ha dejado muchísimos aprendizajes para lo que vino después en mi vida. Muchos piensan de que ahí se terminó mi carrera pero al año siguiente jugué cinco horas y pico contra Nadal [NdR: en referencia a la final de Roma 2005, ganada por el español por 6-4, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6 (6)], jugando mi mejor tenis. Cuando me fui en el 2008 de la cancha de Roland Garros, con Tommy Robredo en la primera ronda, tenía ese sentimiento de que no volvería a jugar más ahí y siempre dije que quería volver en el futuro con mis hijos y se dio. Les mostré que ahí en Roland Garros fui feliz. Yo llegaba y me sentía feliz. Fue el lugar en el que más feliz me sentí, por más que no haya podido cumplir mi sueño de chiquito y que estuve a tres centímetros de ganar (por los match points ante Gaudio). No se dio y por algo habrá sido. Años después me ayudó para cerrar ese día. ¿Cómo no me va a doler?
-¿Con el tiempo le diste más valor a aquella actuación?
-Obviamente que le doy valor haber llegado a la final. Si hay algo que me dolió bastante, porque fue una de las derrotas que más sentí, fue la semifinal del año anterior, 2003 [con el neerlandés Martin Verkerk]. Si ganaba y pasaba a la final, sabía que quizás a (Juan Carlos) Ferrero no le iba a ganar, porque estaba intratable y físicamente no sé si yo hubiera aguantado, pero ya iba a sumar una final, ya me hubiera sacado esos nervios. No sé qué hubiese pasado en 2004…, quizás lo mismo, no lo sé. Pero si me dicen cuál me dolió más de las dos derrotas, elijo la de 2003, porque yo estaba en un buen momento y haber jugado una final me hubiera quitado esa sensación nueva, esos nervios. Se cumplen 20 años y ojalá que pueda volver, estar ahí, estar cerca de los jugadores.