Cómo la guerra entre Israel y Hamás pone en riesgo las iniciativas contra el calentamiento global

La gente llora sobre los cuerpos de sus seres queridos, que murieron en un ataque aéreo israelí, durante un funeral en Khan Younis, en el sur de Gaza, el martes 24 de octubre de 2023. (Yousef Masoud/The New York Times)
La gente llora sobre los cuerpos de sus seres queridos, que murieron en un ataque aéreo israelí, durante un funeral en Khan Younis, en el sur de Gaza, el martes 24 de octubre de 2023. (Yousef Masoud/The New York Times)

Las iniciativas en todo el mundo para hacer frente al cambio climático ya están ensombrecidas por el rencor y el recelo entre diferentes países del mundo.

Ahora, en Medio Oriente, un torbellino cada vez más grande de conflicto amenaza con fracturar un mundo ya de por sí dividido, aumentar los precios del gas y del petróleo en una época de inflación sistemáticamente elevada a nivel mundial y dirigir los recursos financieros hacia la industria de la guerra en vez de usarlos para desacelerar el cambio climático.

El hecho de que el conflicto entre Israel y Hamás se sitúe en medio de una región rica en energéticos aumenta este riesgo. Esto predispone a los países a proteger sus suministros de gas y petróleo en vez de migrar a otras fuentes de energía, incluso después del verano más caluroso del que se tenga memoria.

Hasta ahora, quienes se ven beneficiados son los productores de armas y, en menor grado, los de petróleo. Los valores de defensa han repuntado; los precios del petróleo han aumentado. Son estremecedores los recuerdos de la historia que llegan 50 años después de que el embargo de petróleo árabe sacudió los mercados energéticos, episodio que fue provocado por la guerra árabe-israelí de 1973.

Todo esto hace que sea todavía más complicada la próxima ronda de negociaciones contra el cambio climático (programada para fines de noviembre en los Emiratos Árabes Unidos, país que en sí es un petro-Estado del golfo Pérsico).

Las próximas dos semanas serán cruciales. Si el conflicto se extiende a todo Medio Oriente, tal vez destruya las esperanzas de llegar a un acuerdo global en cualquier otra cosa, como la crisis climática compartida.

Soldados israelíes durante un simulacro de artillería en el sur de Israel, el lunes 23 de octubre de 2023. (Sergey Ponomarev/The New York Times)
Soldados israelíes durante un simulacro de artillería en el sur de Israel, el lunes 23 de octubre de 2023. (Sergey Ponomarev/The New York Times)

“Esta es una prueba fundamental para ver si los países pueden proteger la diplomacia climática de las crisis inmediatas”, señaló Comfort Ero, presidenta del centro de investigación International Crisis Group.

Los dirigentes de los Emiratos Árabes Unidos, que siguen aumentando la producción de gas y petróleo, enfrentan un desafío en especial crítico. Son los responsables de reunir a los países en las negociaciones del cambio climático, incluso si se cree que van a unirse a la causa palestina en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde este año tienen un puesto rotativo.

El riesgo de que la cooperación se fracture todavía más

El conflicto ha estallado en un momento en que hay muchas crisis en todo este mundo tan dividido. Viene seguido de una pandemia y aparece en medio de una guerra en Ucrania que ha afectado las economías, endeudado más a los países, aumentado los precios del petróleo y los alimentos, así como empeorado el hambre en algunas de las poblaciones más pobres del mundo.

“Cualquier aumento en las tensiones geopolíticas, cualquier fractura del multilateralismo, dificultará considerablemente el avance de la cooperación”, comentó Tim Benton, director de Environment and Society Centre at Chatham House, un centro de investigación con sede en Londres.

Las tensiones entre Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo y también los dos emisores más importantes de gases de efecto invernadero que calientan el planeta, ya se han vertido en la política del cambio climático. A raíz de la invasión de Rusia a Ucrania, Moscú y Pekín han estrechado sus lazos.

Al mismo tiempo, la India está comprando a Rusia petróleo con descuento y Rusia está coqueteando con países de África y Medio Oriente.

En los países menos ricos del mundo, se están acumulando las quejas contra Occidente por no compartir el acceso a las vacunas contra el COVID-19 y no ofrecer suficiente ayuda financiera para ayudar a los países pobres a enfrentar las contingencias climáticas.

El riesgo de que empeore la inflación

La economía global sigue estando aletargada y un aumento de los precios del petróleo podría complicar más los intentos de los bancos centrales por controlar la inflación.

A los funcionarios del gobierno de Biden les preocupa sobre todo el petróleo. Hasta ahora, se ha evitado que haya un gran impacto en el suministro de energía, pero podría haberlo si el conflicto se extiende a Irán u otros importantes países productores de petróleo vecinos.

Incluso una pérdida pasajera en el suministro de petróleo podría aumentar una vez más los precios de la gasolina en Estados Unidos, lo que minaría el respaldo de los electores al presidente Joe Biden y lo dejaría más vulnerable ante los republicanos, quienes han atacado su programa contra el cambio climático. A los funcionarios estadounidenses les preocupa que este debilitamiento haga más que solo contrarrestar cualquier logro climático derivado de un periodo temporal de precios elevados del petróleo, como, por ejemplo 5 dólares por cada 4 litros de gasolina, lo que llevó a más gente a comprar automóviles eléctricos.

Si una crisis petrolera aumenta todavía más las tasas de interés globales, esto dificultaría aún más atraer las inversiones hacia proyectos de energías renovables; sobre todo, en los mercados emergentes y los países en desarrollo, donde el costo del capital ya es mucho más elevado que en Estados Unidos y Europa. Lo que es peor, incluso a los países ricos les costaría más trabajo destinar dinero público a alejar sus economías de los combustibles fósiles.

El riesgo de que el dinero siga sin fluir

Los países ricos prometieron aportar 100.000 millones de dólares al año para 2020 con el fin de ayudar a los países de bajos ingresos a adaptarse a los riesgos climáticos y aumentar sus energías renovables, pero todavía no lo han hecho. El enojo y la frustración están latentes entre los posibles beneficiarios.

Según la Agencia Internacional de Energía, incluso 100.000 millones de dólares serían una gota en el océano. Si el mundo pretende llegar a la meta de lograr que la temperatura promedio global no suba más de 1,5 grados Celsius para fines de este siglo, en comparación con la época anterior a la era industrial, se necesitan unos 4500 billones de dólares al año entre este momento y 2030 en inversiones para energías renovables.

Para los defensores de las energías renovables, eso es útil no solo para desacelerar el calentamiento, sino para garantizar la seguridad energética. El conflicto actual en Medio Oriente “también debe ser un duro recordatorio de que transitar a las soluciones de energías limpias de manera más rápida no solo es bueno para el equilibrio climático, sino también para la seguridad energética”, señaló Jason Bordoff, quien encabeza el Centro de Política Energética Global en la Universidad de Columbia.

c.2023 The New York Times Company